QUINTO LUNES: CAMINO LARGO

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La clase de sintaxis está siendo de lo más aburrida. Tengo la sensación de que nunca pasamos de la parte de diferenciar entre sujeto y predicado, como si las frases sólo tuvieran eso. Tengo la sensación de vivir en primaria cada vez que analizamos oraciones. Tengo la sensación de que mis compañeros de clase son idiotas si todavía no lo han entendido.

Y como me aburro, escribo. Son las diez y cuarenta y dos minutos de la mañana. No ha sucedido nada demasiado destacable en el trayecto al instituto y la primera hora de clase. Es verdad que yo era un manojo de nervios, por varias razones que tienen que ver con el hombre de mis sueños y la mala de peli B, pero cuando el resto del mundo se ha comportado como siempre, se me ha pasado. El instituto es así. Parece que te puede sorprender de un día para otro, pero al final a todo el mundo le consume la rutina, sobre todo a primera hora. Es como una especie de pecera donde nadamos en círculos esperando la hora de la salida. Algunos más que otros no paran de darse contra el cristal en la cara.

Me ha llegado una nota volando. Viene de atrás. He sonreído al ver que era la letra de Liam, pero no con su mensaje, la verdad. Le he mirado frunciendo el ceño y él ha mirado el papel. Lo he vuelto a mirar y no ha aparecido ningún mensaje secreto con tinta invisible. Sigue poniendo lo mismo.

Analiza la siguiente oración.

¿Cuál?

Se lo he lanzado de vuelta y he seguido mirándole a ver si su expresión me daba alguna pista. Nada. He vuelto a mirar a la pizarra, por si se refiere a la frase que la profesora está dictando a Cori Odell. Pobrecita, por cierto, lleva la falda torcida por detrás. Nadie parece haberse dado cuenta. O todos pasamos de ella demasiado como para decírselo. Ha vuelto a llegarme el papel.

Alucino.

Pepinillos.

Fosforitos.

Me he girado a mirarle de forma automática

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Me he girado a mirarle de forma automática. Inevitable. Me ha mirado un par de segundos y se ha hecho el desinteresado copiando en su cuaderno lo que Cori hacía en la pizarra. ¿Por qué tan desinteresado? He seguido mirándole, cejas alzadas, esperando. Me ha vuelto a mirar como si notara que mi mirada fuese demasiado impaciente. Se le ha escapado la sonrisa. Y a mí también. Nos hemos mirado unos segundos, sonriendo. No podía apartar la vista de él. Me gustaría saber por qué de pronto se le ha ocurrido escribirme la primera frase de la canción de Sally Cinnamon. Bueno, puedo imaginar eso, porque yo digo que yo soy Sally Cinnamon. Pero me gustaría saber por qué no era feliz hasta conocerme. Seguro que exagera, ¿no? Pero... ay, tengo veinte nudos en el estómago y todos se van deshaciendo y volviendo a hacer una y otra vez. ¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!!!! ¡Lo que me ha dicho! ¡AH! JAJAJAJAJA. HA DICHO QUE ES FELIZ DESDE QUE ME CONOCE. Cuando se ha ido la profesora de clase he querido acercarme a su mesa, pero el profesor Duncan ha entrado demasiado rápido mandando silencio. Tengo que prestar atención o me sorprenderá con algo que cae para el examen.

Eres mi mundoWhere stories live. Discover now