"Te vi desde siempre.
Empezando por cada vez que suplicabas de rodillas, y terminando por una lacónica sonrisa y un mar de lágrimas creciente a cada segundo.
Nunca busqué que esto sucediera, lo juro. Pero al final me di cuenta, que todo lo que quise...
Por un momento ante mis ojos, el vidrio que nos separaba se desvaneció mágicamente. Sentía que si estiraba las manos podía tocar sus mejillas blancas y ahuecadas.
Para estar en una cárcel de máxima seguridad, no parecía que fuera de esas personas que se deprimen o asustan. Al contrario, se veía calculador, frío como el mismo hielo.
Más abatida me encontraba yo.
—Me drogaron para hacerme parecer culpable —comenzó a narrar intimidándome con la plateada mirada—. Sinceramente nunca he sabido cosa alguna de qué fue lo que sucedió esa noche. Lo único que recuerdo, es que al otro día desperté en una celda de la comisaría. Mi prima Hinata me buscó para decirme con tristeza y decepción, que se encargaría de hundirme hasta lo más profundo y putrefacto de la cárcel... Y ahí supe que Hiashi había muerto... Que "yo lo había asesinado".
Me incomode un poco, así que dirigí la mirada hacia la mesa con el labio inferior enredado entre mis dientes.
—Crecí con rencor en mi corazón, y lo admito. Sin embargo, nunca, Tenten, NUNCA me atrevería a matarlo. Yo sé que no lo hice. Pero alguien me quiere ver aquí, lejos de la compañía Hyūga.
Esta vez comencé a sentir un terrible nudo en la garganta, y me digne de una vez por todas a interrumpirlo.
—Primero que todo, ¿ya te han llevado a un juicio? —indagué cruzando mis dedos.
Supe que esto si era algo muy grave al ver que negaba impasible, aunque un tanto sorprendido.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Cuatro días. —respondió cortante.
Ups, al parecer a alguien no le gusta que le interrumpan.
—¿Y qué fue lo que te hizo parecer culpable?
Estaba más que claro, que no podía creer del todo en su inocencia. Sin embargo, él era mi cliente, y tenía que defenderlo a toda costa.
—H-había una pistola en la escena del crimen... —tragó saliva con fuerza. Yo no dejaba de mirarlo detallando cada centímetro de su piel—. Encontraron mis huellas allí.
Hice una mueca algo extraña y tomé el expediente para comenzar a examinarlo nuevamente paso por paso.
Huérfano, genio, y asesino.
—¿No pediste que te hicieran algún examen de sangre para ver si aún quedaban rastros de la droga? —traté de ver más posibilidades sorprendida.
Él negó agobiado.
—No. Nada.
Mis orbes se posaron en el reloj de la pared que estaba a mi lado. Quedaban todavía quince minutos.
—Por lo que sé, llevas ya cinco días aquí. No te han llevado a un juicio, no te han leído tus derechos y no han hecho lo mínimo que es escucharte. —Resumí cerrando mis ojos. Otra vez las malditas nauseas.
—Ya sé. ¿Por qué no me dices de una buena vez que no voy a salir de aquí nunca?
Sonreí cínicamente al escuchar sus palabras, a lo cual él me devolvió la mirada enfadado y arrogante.
—¿De qué te ríes? —preguntó con la ira estando presente en su tono de voz.
—De la forma en la que veo que te rindes —tome mi bolso, y me levanté del asiento dándole la espalda—. Créeme que todo el trabajo recae en mí, no en ti. Así que ten presente esto —giré mi cabeza para observarlo una última vez en ese día—. No saldré de aquí sin ti.
Fui capaz de guiñarle un ojo y corrí antes de ver su reacción. Sentía que en cualquier momento iba a caer desmayada o sin la capacidad de levantarme por mi sola, así que pasé la zona de requisas rápido mientras que otra oficial revisaba mi bolso y posteriormente me dirigí a la salida.
El oficial Lee me sonrió, y antes de siquiera poder responderle con otro gesto, sentí mi vista borrosa y caí de bruces contra el suelo.
Mierda.
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