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Hay algo de bueno en sufrir cuando amas.

Es que el dolor que tienes en el pecho es señal de que aún te queda algo.

Te da la pauta de que fuiste feliz pese a los traspiés que te impone la vida, te despierta una voz que susurra al oído: «Hey, levántate de ahí. Aprende a ser fuerte.»

Es un dolor que te recuerda todo el tiempo a esa relación que, con etiqueta o no, alguna vez existió y te hizo sentir enamorada. Extasiada como burbujas de champagne brotando a montones en la superficie de una hermosa copa de cristal.

Pero ese cristal fue frágil.

En algún momento empezó a resquebrajarse, a trizarse y finalmente a romperse y entonces escapas, te dejas fluir, algo se deshace y queda perdido para siempre.

Si intentas reparar eso, puedes hacerlo. Es obvio. Sin embargo las marcas de que se rompió, quedarán ahí para recordarte que nunca volverás a ser lo que eras antes.

Como las cicatrices en la piel.

Como la angustia en tu pecho.

Como los gritos que se esconden detrás de cada sonrisa.

Seguramente habrás oído hablar de la gran incompatibilidad entre el agua y el aceite: Nunca se unirán aunque a simple vista parezca algo posible.

Bueno... eso fuimos nosotros.

Mi amor por Theo resultó ese estallido de sensaciones que me hizo correr riesgos que nunca pensé, que me mostró el paraíso donde había infierno.

Fue mi primer amor y aunque intente cambiar mis sentimientos, siguen siendo tan fuertes que encuentro difícil la idea de deshacerlos de mí.

¿Qué opinas de ese chico que alguna vez amaste?

Del primero...

Quizá sólo te dio un beso, o no hubo siquiera eso pero aún así te hizo sentir por primera vez una mágica explosión de mariposas en el estómago.

Si ese amor, el primero de tu vida, se cruzase nuevamente en tu camino y cayese rendido a ti por amarte, por darte una familia y ser felices por siempre, ¿lo arriesgarías todo con tal de asumir los riesgos?

No puedo responderte desde mi experiencia.

Eso nunca me ocurrió.

Intento hacer a un lado el recuerdo de Theo, sus gritos, las pesadillas pero cada detalle me recuerda a él.

Y es que siempre quiero volver.

Es el mal necesario que me hace sentir algo.

Al menos... me hace sentir viva.

-Tracy, come.

Mamá está en la punta de la mesa y Richard a su derecha. Los abuelos se sientan a la izquierda y yo junto al novio de mamá.

Es la cena de Año Nuevo más absurda de mi vida, incluso más que las veces que sólo éramos dos las que nos sentábamos a despedir el año viejo y recibir otro.

-No has tocado tu comida, cielo.

La abuela está frente a mí con su gesto compasivo y expirando amor por los poros. Como siempre.

-Me siento algo mal del estómago-murmuro.

-Oh, claro si te hicieron un lavaje-me recuerda mamá interfiriendo antes de que cualquiera de los presentes intente hacerse la idea de que mi comentario pueda señalar que estoy embarazada.

Cosa que no es así.

Pero ella se espera cualquier cosa...

-¿Puedo ir a mi habitación?

BAD BOYS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora