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-¿Segunda puerta?-pregunta.

Yo estoy helada.

Desconozco si mi Tracy Valiente quiere subir con él o si mi Tracy Tímida prefiere salir corriendo y llamar a la policía.

Lo único perceptible es que tanto una como la otra desean inmensamente al hombre que deambula en las habitaciones y, por otro lado, le temen como a nada en el mundo.

Mamá está lejos. Yo sola con un casi desconocido. Nadie sabe que Theo ha venido.

-Creo que era el cuarto de tu madre-asevera y sigue explorando. A la siguiente puerta, exclama-: ¡Bingo! O eso creo...

¿A que se refiere?

Decido subir los peldaños hasta dar con la habitación correcta donde mi acompañante circula, explorando con la mirada todos los libros en la estantería clavada a la pared. Hasta hace un tiempo, me hubiese parecido algo ridículo y a la vez gracioso el hecho de que alguien como él, le llamase la atención unos cuantos libros pero luego de ver la biblioteca que hay en su casa, mis ejemplares son una cantidad ínfima.

-Juro que la mayoría de los libros que he leído, fueron prestados-aseguro algo humillada por mí misma-. Esos son sólo algunos...

-¿Lo que tu presupuesto alcanza a pagar?-me pregunta, expresando lo que yo no me animo.

-Esto...sí-convengo sonrojada.

-Hay clásicos indispensables que faltan en tus estantes-afirma volviendo hacia mí, aunque tiene razón, es lo único que me puedo permitir pagar y él viene a restregarme eso cuando lee mucha literatura comercial.

Intento disculparme de todos modos pero él señala mi ordenador y lo deja sobre mi cama.

-Busca alguna película que sirva-vuelve Señor Mandón-. Luego te regalaré unos libros.

-¿Cómo dices?

-Te regalaré títulos que no pueden faltarte.

-No... No podría aceptarlos.

Se llama al silencio y decide no responder.

Tomo asiento en la cama y me acuesto boca abajo con los pies en el lado de la almohada. Él toma asiento en el suelo, sobre la alfombra y su gesto de no intimidarme, puede darme la pauta de que no me hará cariño. Digo, daño.

-¿Algo como qué, quieres ver?-le pregunto con mucha extrañeza ante mi falta de tacto. Es obvia su respuesta:

-Acción. O las sangrientas también van conmigo.

-Hummm...

-No me digas. Prefieres las románticas o aquellas que te hacen llorar.

-¿Cómo lo sabes?

Él se encoge de hombros y se dibuja en su rostro una media sonrisa. Luego se acerca a mi ordenador y cierra la tapa despacio para no apretarme los dedos.

Lo que me pone nerviosa es que en su acción, afirma los brazos sobre mi cama quedando cerca y me tiembla la mandíbula.

-Theo-murmuro.

Sus ojos divagan de mis ojos a los labios.

-¿Qué pasa?-pregunta.

Y yo respondo del mismo modo:

-¿Puedo confiar en ti?

-No.

Mierda.

Está muy cerca... pero en media milésima de segundo, se aparta.

¡Demonios! ¡Demonios! ¡Demonios! ¡Le gusta hacer esto! ¡Siempre me tienta pero se aleja para dejarme con las ganas! ¡Cuánto lo odio!

-¿No deberías entrar la motocicleta?-digo tratando de cambiar el tema de conversación, presa de los nervios. Después de todo, lo que digo no es tan ilógico, a menos que haya llegado a esta casa en transporte público, lo cual me genera dudas.

Y no estoy errada.

Tampoco acertada:

-Descuida, hoy me vine en el auto.

-¿Es una broma?

-No, ¿por qué lo preguntas?

-¿Cómo puede ser que tengas DOS movilidades?

Él se encoge de hombros y la respuesta está clara. Simplemente algunos tienen más suerte que otros. Yo vivo la falta de dinero a diario, si bien el trabajo de mi madre es estable, hay ciertos lujos que no puedo permitirme. Por ejemplo, los que justifican que mi biblioteca en PDF y wattpad, esté llena de novelas leídas, en lugar de formatos de papel.

-Uso el bus todos los días-me explico-y no me molesta.

-Pierdes tiempo en el viaje. Se hace más largo.

-Eso es obvio-afirmo y lo miro mientras come palomitas. Ha sostenido la cubeta todo este tiempo que ya se me ha olvidado la posibilidad de comer. Prosigo-: Pero me gusta pasar el tiempo leyendo y escuchando música.

Él sonríe y me gusta que lo haga. Aunque la Tracy malvada dice que lo hace con sarcasmo.

En ese instante un ruido nos distrae y miramos directamente donde viene: la ventana de mi habitación.

Algo está golpeando el vidrio.

Trago saliva ante las posibilidades. Theo se exaspera pero lo detengo tomándolo del antebrazo. Ante el contacto físico, él se vuelve y me observa primero con extrañeza y luego con picardía.

Quiero soltarlo pero no lo hago hasta asegurarme de que ha vuelto a incorporarse sobre la alfombra.

-Descuida-murmuro-. No es nada grave, sólo quédate donde estás, ¿sí?

-Mmm, okay-dice pero no me convence.

Camino hasta la ventana y abro las cortinas. En efecto ocurre lo que me esperaba: Charlie está desde su ventana, arrojando lápices para que lo atienda.

Cuando lo veo, él sonríe. Yo hago lo propio pero su gesto decae en el momento que escucho la voz de Theo a mis espaldas.

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#MALOS
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BAD BOYS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora