¿Al menos me espera para el almuerzo?

Me aterra que no. Mi madre ya me ha dado vuelta la cara por estar con Theo, lo único que falta es que Charlotte, la persona más cerca a mí desde siempre, termine por ignorarme.

No puedo, no lo tolero. Debo hablar con ella antes de que la cosa vaya para peor.

Como sea, en cierto modo ha sido un gran favor el hecho de habernos dejado a solas. Ver a Theo llegar y a mi amiga marcharse, recrea una imagen en mi cabeza que me obliga a morderme las uñas para no gritar de odio...

«Encontraré al que escribió esto», me prometió Theo. «Y no será para algo bueno.»

Y su imagen cerrando la nota en un puño, me provocan escalofríos que ahora trato disimular.

Además, Theodore se aparece de repente delante de mí, cuando acabamos de re-descubrir el maldito trozo de hoja.

¿Es casualidad? Oh, no. Para nada que lo es.

¿Acaso lo encontró?

¿Mató a Charlie?

-Mierda, ¿me salió un grano o soy demasiado sensual que no puedes quitar tus ojos de mí?-pregunta y no sé si lo dice con sarcasmo o en verdad. De él y su ego me espero cualquier cosa.

Pero lleva razón. Me he quedado pasmada repasando la situación, justo delante de sus pectorales y sus labios.

Sabe que es sensual y no soy tonta, lo noto y me deshago de sólo tenerlo enfrente pero justo ahora no estaba admirando eso.

Bueno, sí. Los tatuajes transparentándose en su camiseta blanca, los bíceps bien marcados y el cabello alborotado, me traen de nuevo a la Tierra.

-Para nada-respondo debatiéndome entre hacerle caso a la Tracy Sensible o a la Tracy Valiente. Finalmente hago caso a la segunda-: ¿Tú hiciste eso?

-¿El qué?

-Poner la nota...ya sabes... en mi casillero.

-¿Nota?-pregunta y realmente parece algo desorientado-. Ohhhh, sí, la maldita nota de «Tracy, te quiero ver desnuda y hacerte chanchadas».

-¡Hey! -le reprendo sonrojada-. ¡La nota no decía eso!

-No, pero algo así era. Y no, yo no he puesto esa nota ahí. La guardé en tu bolso el mismo día que me la restregaste en la cara.

Un momento.

-¿Por qué te molesta tanto que alguien la haya escrito?-digo con mucha timidez y trato de morderme la lengua para no meter la pata.

Él parece sorprenderse de que me haya animado a decir eso.

Finalmente se encoge de hombros y añade:

-Tenía pensado pincharle los neumáticos o quemarle la casa-murmura y me confunde si lo dice en tono de burla o va en serio-. Pero ya que te has puesto tan contenta con sus cartitas de amor, me vale hacerlo. Sería divertido pero ya no me convence tanto la idea como antes.

Me da la risa tonta y él también parece divertido, sin embargo es perfecto para ocultar sus emociones así que sólo se cruza de brazos y deja reposar su cuerpo contra el casillero de su costado.

-¿Y qué te hace tanta gracia?-me provoca-. ¿Acaso descubriste quién es tu acosador?

-No-miento.

Bueno, es una mentira a medias ya que no tengo muchos motivos comprobables de poder corroborar la hipótesis que me propuso Lottie.

Sin embargo, pensar en ella ahora mismo y su decepción me entristece. Decido finalmente apartarla un rato de mis pensamientos. Luego podré ocuparme de ella.

-Vale, mejor no perdamos más el tiempo-asevera incorporándose nuevamente-, y vamos a lo nuestro.

-¿Qué es «lo nuestro»?

-Lo tuyo, mejor dicho, debes ver algo.

Frunzo el entrecejo y me quedo clava al suelo, pero él no me tomará de un brazo ni me llevará corriendo para que almorcemos en un lindo parque. No es de esas películas romanticonas que me gusta ver mientras me atraganto con un balde de palomitas.

Por el contrario, me mira con suspicacia y camina entre los casilleros.

Debo ir tras él.



Theo me conduce escaleras abajo, por pasillos oscuros en el instituto y la gente camina alrededor nuestro sin percatarse de que vamos juntos.

La luz del sol ya no entra por las ventanas, los alumnos empiezan a desaparecer entre las aulas y el colegio se deshabita en un escondido pasillo del subsuelo hasta que quedamos sólo él y yo.

Theodore se detiene frente a un aula que dice 13-A.

¡Oh, mierda!

¡¡Es el aula 13-A!!

Abro los ojos como platos y él se sonríe.

-¿Sorprendida?-me pregunta.

-¡Qué diablos! Siempre pensé que, o habían cerrado este lugar o simplemente era un mito!

Entre los estudiantes corre el rumor de que hace al menos veinte años, una chica fue asesinada en este salón y las autoridades cubrieron el hecho a cal y canto como un suicidio.

Para ese entonces, mi madre cursaba sus últimos años de preparatoria en esta misma institución. En más de una ocasión intenté saber sobre tal anécdota, que me diga algo al respecto, pero sostiene que es pura basura de la que hablan los estudiantes en las horas de Arte y los Bailes de Bienvenida para aterrorizarse entre sí.

Aún así, me hizo prometer que nunca intentaría acercarme a este lugar.

Y ahora estoy de pie...

Frente al salón en desuso.

Con un peligroso chico lleno de tatuajes y mirada penetrante.

«¡¿Otra vez buscando vírgenes, tú y tu maldito grupo!?» truena la voz de Charlie en mi cabeza.

-¿Por qué me has traído hasta aquí?-le pregunto a Theo e instintivamente doy un paso hacia atrás.

-Ya lo verás-me dice tendiéndome una mano. Con la otra, extrae un manojo de llaves de sus bolsillos-. ¿Confías en mí?

-No-la palabra escapa de mis labios antes de ser capaz de retenerla. Pero mi cuerpo también habla y sostiene su mano.

-Haces bien-asegura-. No soy precisamente un chico bueno.

Sus labios se curvan en una media sonrisa mientras abre la puerta.

Yo también sonrío

Pero una corriente de escalofríos me cala los huesos cuando nos metemos dentro.



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