-Nos vemos mañana pequeña.

Le da un beso a la cámara y yo le digo adiós con la mano, para después cerrar Skype.

Me pongo de pie y entro a la ducha, dejando el agua fría caer por mi cuerpo. Estoy en casa, en Madrid, y el motivo por el cual estoy aquí es porque hace un año que mis padres murieron. Se lo prometí a mi familia y debía cumplirlo. Estos dos días han sido tristes, apagados. Todo eran llantos y silencios incómodos. Y hoy, va a ser lo peor. Vamos a reunirnos todos en el cementerio, vestidos de blanco, en señal de que ya es hora de que las memorias de mis padres sean libres, y podamos vivir en paz.

Salgo de la ducha y me enrollo en una toalla; para después ponerme un vestido blanco que me llega por dos dedos encima de las rodillas, bordado y con escote redondo; pegado por el pecho y suelto a partir de la cintura. Me siento en mi tocador y me miro al espejo; no me reconozco. Mi rostro está algo más pálido de lo normal, y más delgado. Yo en sí estoy más delgada. Abro el cajón del maquillaje y me pongo algo de corrector en las ojeras, me delineo los ojos en negro y después me pongo rímel. Finalmente, me pongo un pinta labios rosado y aprieto mis labios con fuerza. Me pongo de pie y vuelvo al baño, secándome el pelo y planchándomelo, haciendo que me llegue por algo más de media espalda. Me pongo las sandalias y agarro un bolso marrón, poniendo dentro todo lo que necesito. Agarro el móvil y bajó al salón, donde mis abuelos van vestidos también de blanco. Mi abuela Micaela lleva una falda negra y una camiseta blanca con algunos detalles en bordado. Mi abuelo Cayetano lleva unos pantalones largos blancos, junto a una camisa blanca y una pajarita blanca. Entonces mi hermana Lulú baja corriendo por las escaleras con un vestido blanco completamente liso y unas sandalias rosas. La agarro en brazos y la abrazo.

-Estás preciosa, ¿lo sabías?

Le digo sonriente y ella se pone algo sonrojada. Me abraza de nuevo y baja al suelo. Entonces mi hermano Joshua baja, serio y con una chaqueta en la mano. Lleva unos pantalones blancos largos, una camisa blanca y una corbata negra, que conjunta con sus zapatos negros. Le sonrío y él me abraza con un brazo.

Subimos a un coche y nos dirigimos al cementerio, donde al llegar vemos a todos nuestros conocidos vestidos de blanco esperando en la entrada.

Bajamos del coche y los saludamos uno por uno, ellos nos sonríen con pena y Joshua me agarra de la mano cuando entramos dentro.

El cura habla con tristeza, siempre ha sido amigo de mi padre. Miro delante y veo la lápida de mis padres, aún con las flores que les llevamos ayer.

-Hoy es el día en que vamos a dejarlos irse con la libertad que se merecen, sin preocuparse por la gente que quedamos aquí, porque nosotros ahora también somos libres.

Termina de decir él y no puedo evitar romper en llanto. Joshua me abraza mientras se seca algunas lágrimas de cara y todos los presentes nos miran tristes.

Poco a poco, empieza a irse la gente, no sin antes dejar una flor blanca en la lápida. Cuando solo quedamos nosotros, mi abuela me toca el hombro para avisarme de que nos vamos.

-Tengo que hacer algo, esperadme fuera.

Susurro entre lágrimas y ellos se van, dejándome sola. Me siento delante de la tumba y me seco las lagrimas para después acariciar la lápida donde hay los nombres de mis padres.

-Papá, sé que a ti nunca te ha gustado que te leyera cosas, que preferías leerlas a solas, para que así nadie pudiera molestarte, así que esto es para ti.

Susurro con media sonrisa dejando un trozo de papel en una hurna que hay al lado de su tumba.

-Pero a ti mamá, siempre te gustó que te leyera todo, viendo así mis reacciones con cada palabra... Así que te he escrito algo, y sí, por si os lo preguntáis, no he dejado de escribir.

Just feel.  {Justin Bieber}Where stories live. Discover now