Capítulo 35.

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Pasó un mes entero. Un mes muy extraño y doloroso, ya que teníamos la presión de devolverle más dinero al maldito prestamista, por que quedó un pequeño pico por pagar, y ese pico fue subiendo y subiendo...

Aborrecí ver a su familia, generalmente por que todos hablaban de que Salvi estaba demasiado delgado, que podía estar consumiendo drogas otra vez, que si faltaba dinero en casa, que si tenía escapadas extrañas...

Y yo lo defendí. Una y otra vez.

Hasta ayer, que me mosqueé demasiado por que había tardado más de una hora en ir al final de la calle para tirar la basura. Esto pasaba continuamente, siempre habia excusas. Hará dos semanas mi suegra acabó por arruinarse para pagarle casi mil euros al prestamista para que dejara de rondarnos, pasamos un muy mal trago, pero aquí estamos. Dudando.

Hablé con mi cuñada y mi suegra, cuales fueron mis mayores aliadas, les comenté mis dudas y les pedí casi de rodillas que compráramos un test. Lo malo es que estábamos a fin de mes y ninguna teníamos dinero, pero finalmente mi cuñada pudo buscar el dinero de bajo de las piedras y hoy tiene la prueba en su casa.

Cogí mi móvil y estuvimos hablando por mensajes para quedar esa misma tarde en su casa y hacerle la prueba allí, para que no tuviera posibilidades de manipularla.

Vestí a mi hijo, aunque antes tuve que darle un baño ya que gateando se ponía de mierda hasta los ojos, por más que limpiara. Preparé el bolso, cogí las llaves y mi móvil y metí al pequeño en el carro color chocolate que había comprado por internet.

Salí de casa y puse el freno del carro mientras me volteaba para cerrar la puerta de la calle. Se me cayeron las llaves casi dos veces, mis nervios comenzaban a hacerse notorios y mis pensamientos eran nulos, al igual que mi imagen. Estaba casi muerta en vida.

Proseguí mi camino tomando bocanadas de aire fresco que la calle me aportaba, llevaba días sin salir a la calle, y menos a pasear. Me sentía cómo la presa que veía los rayos de sol tras años sumida en la oscuridad.

Mi pequeño no paraba de balbucear y cada vez que hacía algo gracioso no podía evitar liderar una mueca en mis labios. Llegué a los veinte escalones que me separaban de la casa de mi cuñada; y por un momento suspiré al ver que tenía que bajar el carro por ahí. Justo entonces una pareja mayor pasó a mi lado y el anciano me pidió permiso para agarrar el carro de abajo y bajarlo con cuidado. ¡Dios a oído mis plegarias!, pensé. Mientras bajaba las escaleras escuchaba a la dulce anciana de decir: "¡Una tiene un hijo y tiene que llevar la casa a cuestas, y con todo ello, siempre acaba faltándote algo!.", cosa que me hizo asentir y reír.

Agradecí a la pareja la ayuda y crucé la calle para llegar a mi destino. Abrí la verja que separaba la calle de la casa y ella ya estaba allí sentada.

-¿Cómo estás, guapa? -cuestionó ella colocándome una silla en la sombra. Casi todas las tardes, después de comer nos reuníamos allí para tomar algo y charlar. Sus hijos a esa hora echaban la siesta y el mío se quedaba en el porche junto a nosotras jugando en el parque-cuna que le poníamos.

Resoplé bastante fuerte bajando mi mirada al suelo. -Siento que me va a estallar la cabeza. Confío en él...- las lágrimas se me saltaron y mi confidente me agarró la mano. -pero hay muchas cosas que me hacen dudar. -hice una ligera pausa -No estoy durmiendo nada, incluso hay veces que ni quiero estar cerca de él... ¡Oh, Dios mío...! -contuve la respiración y miré a Yerai. -Mi niño, tía... Joder, tiene un padre. Escogimos ser padres, no puede acabar esto así.

-Shhhhh... -me susurró a modo de consuelo. -Vamos a ir despacio. Dile que estarás aquí, como últimamente vienes todas las tardes no se va a extrañar. -asentí sorbiéndome la nariz. -Luego ya veremos. No te pongas así aun.

Agarré un pañuelo de papel, me sequé las velas de mocos y con otro de tela me sequé las lágrimas. Suspiré y le envié el mensaje a mi marido.

Pasamos la tarde hablando, de todo. Sobre todo de él. No podía dejar de pensar en lo mismo, tenía un nudo que no me dejaba respirar. Era horrible. Mis sobrinos se despertaron y se pusieron a jugar con Yerai y cuando menos me lo esperé llegó mi cuñado, quien saludó y jugó con los niños. Instantes después el rugido de otro coche me abrumó.

Mi bello se erizó.

Era él.

Entró decaído y a la misma vez extasiado, era algo extraño. Parecía que venía apagado y tras preguntarle cómo estaba me respondió muy vacilante y agitado. Así es como estaba siempre. Me estaba volviendo loca.

Mi cuñada lo saludó y justo entró a por la bolsa de la farmacéutica. Salvi estaba mirando cosas que hacer en el jardín delantero junto con su hermano y mi cuñada volvió.

-Bueno -dijo para llamar su atención. A lo que él la miró. -Últimamente tú sabes bien las dudas que hay, así que hemos sacado de dónde no ha habido para comprarte un test. -dijo ella mirando al suelo. -Así que ya sabes qué hacer...

-¿Pero por qué no os habéis esperado?, justo ayer me hice una analítica en el ambulatorio, ahí también saldrán los resultados. -dijo quitándole importancia.

-No tengo por qué confiar en eso, aquí está. Háztela antes de irte. -imperó de manera tosca.

-Está bien. -espetó cortante.

Parecía nervioso y pasota a la vez, parecía que no entendía el por qué. Me juré mantenerme en mis cabales y tratarle bien hasta que se decidiesen los resultados. Le di un corto beso y entró en la casa para coger algún refresco.

Bebía sin parar, del tirón. Era un test de orina así que no dejó de beber hasta que le entraron ganas de orinar. Me hizo una señal y le di el tarrito. A los dos minutos salió y me dijo que iba a casa, que volvía en cinco minutos. En el momento me daba igual y lo dejé ir. Confiaba en él.

-Cuñada. -me llamó ella desde el baño. Me asomé al pasillo y asentí. -Ven.

Mi bello se erizó y mi corazón comenzó a latir a toda velocidad. Mis piernas seguían temblando, y ahora mis labios también. La miré y no me quise creer su mirada de "ya lo sabía", así que le pedí que me dejara a solas.

Inspiré y mis lágrimas salieron a borbotones. Necesitaba a todo grito llorar, no me atrevía a mirar. Inhalé y exhalé el poco oxígeno que me permitía mi cavidad pulmonar, abrí los ojos y lo ví: tres positivos, siete negativos.

Me había fallado.

Me tiré al suelo.

Lloré.

****

Bueno, siento la tardanza de este cap, pero como bien sabéis esta historia está basada en mi experiencia personal, y me costó mucho escribirlo.

Espero que la vallan disfrutando y que me perdonéis!.

S.Ross

Valió la penaWhere stories live. Discover now