Capítulo 32.

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-¿Pero qué dices, Fer?. -cuestioné.

-El día en que abuelo murió, sólo le dio tiempo de subir y despedirse, ¿no?.

-Sí, eso me dijiste. -respondí recordando.

-Pues nada más dar su último suspiro, se puso a discutir conmigo y con nuestra hermana. También pilló repaso el tío y la tía, tus padrinos. Además, abuela estaba muy nerviosa y ella la ponía peor discutiendo con cosas del pasado. -pausó para suspirar. -Sara... es que esto no puede seguir así. Además hizo que la lleváramos a la capilla ardiente y como nuestra hermana decía que no quería la tumba de abuelo abierta, tu madre se puso a discutir que no, que ella la quería abierta que si no para qué venía si no era para verlo. -ahora suspiré yo.

-¿Y qué pretendes que yo haga? -cuestioné furiosa.

-A la única que verdaderamente ha criado es a ti y tú eres la que tiene el poder sobre la casa. -dijo tajante. ¿Y qué quería? Yo sabía que mi padre biológico y ella compraron la casa y, que mi madre sólo podía vivir allí si yo estaba con ella y además seguía dependiendo de ella, es decir, estudiando. Sabía que ella estaba viviendo en la casa "de gratis" por que yo hacía ya tiempo que no vivía allí, ni dependía de ella. Pero ahora todo eso pasaba a manos de mi padre. -Quiero que hables con Mario. -¿Estaba locoooooo?¿quería que hablara con el hombre que me enjendró tras quince años sin verlo y persona que, según mi madre había abusado de mí?.

-No. -respondí ofendida.

-¿Pero... qué?, es la única manera que hay de hundirla, si no va a acabar dándole un ataque a abuela. -suspiré desquiciada. Sentía que me estaba proponiendo un reto. Y me sentía en la obligación de hacer que mi madre dejara en paz al mundo.

-Está bien. -respondí fríamente.

-Perfecto, mañana a las cuatro en mi casa. -despidió sin demora.

No sabía cómo sentirme. Por una parte quería que mi madre pagara todo el daño que le hizo a todo el mundo, inclusive a mí. Pero por otra parte sentía que me iba a enfrentar a mi mayor miedo: mi padre.

Se lo conté a Salvi nada más verlo, y éste pensó igual que yo: que debía pensar fríamente, darle la información que necesitara, y chau. Le rogué que no me dejara sola, aunque sabía que él estaría ahí, el miedo era el mismo, y necesitaba oírlo una y otra vez. Hasta que, al final de la noche, me sumí en el peso de sus caricias.

***

Llegaron las tres y media de la tarde, llevaba toda la mañana aturdida, cómo si no supiese dónde estaba o qué hacía. Me vestí y vestí al pequeño, Salvi hizo lo mismo y en cuestión de minutos estábamos allí. Me encontré con que no sólo estaba mi hermano, con la novia y mi sobrino. Sino que también había otra familia más allí, y mi padre.

Un escalofrío, aun no sé si bueno o malo, me recorrió la espalda cómo si de puñales se tratasen. Me vi reflejada en un espejo, pero con la cara más masculina -evidentemente- y con una altura que hacía el doble de la mía.

Pasamos el rato sin hablar esperando a que la familia se fuera, y cuando lo hicieron sentí miles de dudas recorrer mi cabeza. Y por fin nos sentamos todos en la mesa de fuera.

-Bueno Sara, yo... quería decirte que yo nunca te habría hecho daño. Que tu madre siempre tuvo la intención de ponerte en contra de todos y, sobre todo en mi contra para quedarse con la casa. -¿Qué?¿todo era mentira?¿era todo un plan de mi madre para quedarse con la casa?¿enserio?.

-¿Seguro? -cuestioné dudosa.

-Sí, respondió firmemente mientras me miraba a los ojos. Eran idénticos a los míos.

-Bueno, ¿quieres saber algo de ella? -cuestionó Fer ante el silencio que se estaba empezando a promulgar.

-No... -titubeó mi ahora, padre. -Yo... sé algo de ella.

-¿Qué sabes exactamente? -cuestioné mosqueada.¿Es que me vigilaba o algo?.

-Sé que has sido una niña problemática... sin ofender. -carraspeó. -

Valió la penaWhere stories live. Discover now