Capítulo 23.

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Me sentí como una zorra extasiada de tristeza. Me sentí como la persona más miserable del mundo. ¿Es que todo tenía que pasarme a mí?¿Es que tengo que tener a tal persona por madre? Por que yo no sé en vuestro pueblo, pero en el mío una madre cuida de los suyos por encima de todo, no al revés. Una madre se quita de comer para que coman sua hijos, no al revés. Y una madre protege a su hijo con garras y dientes, no lo pisotea y lo deja hecho mierda.

Pues bien señores.

Esa es mi madre.

Mis lágrimas abarcaban toda la casa, de la puerta me fui al sofa, del sofa al espejo del baño, y cuando acabé por no aguantar ni mirarme, acabé en la cama hecha una bolita. Así que por si se lo preguntan, sí. Tuve que llevar la fregona tras mía -por poco -.

Escuché las llaves que anunciaban que la puerta se abriría y que llegaba el momento que deseé que no llegara.
El silencio era la esencia del lugar. Éramos dos personas y tres perros, en un ático de noventa metros cuadrados, y reinaba el silencio.

Dí un toque a Carin y ella no tardó en tocar a mi puerta. Me quedé hecha una bola y me di cuenta que él no me estaba buscando. Fui a abrir la puerta y cuando me lo crucé no fui capaz ni de mirarlo a la cara. ¿Es que acaso era culpa mía? NO. Pero sentía que lo que mi buena madre hiciera era mi responsabilidad.

Al abrir crucé un susurro saludándola y ella me correspondió con un abrazo. De nuevo mis lágrimas salieron a cántaros y nos sentamos en el sofá. Donde estaba Salvi, al roce del llanto.

-¿Qué pasa Salvi? -preguntó ella. Él se quedó en silencio, liándose un cigarrillo. -Mira... yo a ella no la conozco de siempre. Pero a ti sí. Te he visto crecer en mi calle y te he tratado siempre como a uno más. Nunca has tenido maldad, pero has estado en lo peor y, gracias a dios has tenido la suficiente fuerza para salir. -él asintió -Yo nunca te he visto más feliz que ahora. Ella no tiene la culpa y tú lo sabes.

-P-pero... ese c-abrón la ha... llamado y... ha hablado con ella. -respondió ya llorando, pero sin darse cuenta aun.

-¿Y qué? -contestó firme.

-Habrá recordado lo bueno y... seguro que la ha ll-llamado para a-algo -afirmó.

Carin negó con la cabeza al estilo "no tienes remedio" e hizo ademán de que le diera mi móvil. Ésta comenzó a dar al play a las dos conversaciones grabadas.

Él agachó la cabeza, ni que yo fuera a volver con ese estúpido. Por un momento quise saber lo que se le pasó por la cabeza. "Celos", pensé. Al finalizar de escucharlo todo, levantó la cabeza, con una mano me agarró las mías -ligeramente cruzadas -y, tras sorberse la nariz con la otra mano agarró mi mentón para atraerme hacia él. Y me besó. Realmente me sentía débil y vulnerable, y volví a llorar a mitad de ese hermoso beso.

-Perdóname... no volverá a ocurrir. -me lamenté.

-No ha sido culpa tuya... yo creí... no sé. -se tocó el pelo -cosas mías, ¿vale?.

-Vale -contesté dudosa.

Cuando quise despedir a Carin me di cuenta que no estaba ahí. Seguramente la llamarían del trabajo y se tuvo que ir.

Le pregunté que qué le apetecía comer, y mientras me levanté del sofá. A lo que éste, en silencio me agarró de la cintura y me sentó de nuevo. Se aferró a mi cuello y me pareció un beso intenso, de película, de cuento. Mis lágrimas ya habían cesado y su cuerpo me dejaba con ganas de más. Hizo un pequeño gesto y, de casi un tirón me arrebató mi indumentaria, y él se quedó mudo al verme completa para él.

En su mirada y sus caricias pude apreciar que quería más, al igual que yo. Y me sumí en un eclipse de placer incalculable. Lo besé, lo acaricé y lo hice mío como nunca, como si no fuese a haber mañana.

Me extasió la manera en la que decía entre embestidas "Estaremos -siempre -juntos" y concordaba sus gemidos con tales delicadas palabras.

Acabamos uno encima del otro, con nuestras piernas entrelazadas. Y nos quedamos así. No corrimos a la ducha como otras veces. Nos quedamos así y por un momento disfrutamos del placer, del silencio y del cariño que nos teníamos.

-¿Mi amor? -cuestioné ronca tras largo rato.

-¿Sí? -dijo aún con la cabeza hundida en mi cuello.

-A partir de hoy no tengo madre. ¿Quedó claro? -sentencié tras cavilar en mis pensamientos.

-Sí mi comandante. A sus órdenes mi capitán. Sí mi capitán. -agravó imitando a un soldado.

-Eei...

-¿Qué capitán? -prosiguió, jugando.

-Soy una mujer... -dije ofendida.

-¿Y qué?. Eres mi sargento. Marimandona. -se burló.

-Soy mujer. ¡Así que soy generala, comandanta y capitana! -afirmé.

-¿Generala? -rió -esa palabra no existe.

-Da igual. ¿No soy tu capiTANA? - cuestioné haciendo énfasis en el final de la palabra. Éste asintió confuso. -Pues como tu capitana, te ordeno que me llames generala aunque dicha palabra no aparezca en la RAE(*1). -ordené divertida.

-Esta bien generala. Te amo. Ahora sí... ¿podemos comer? -preguntó divertido. Esa cara de niño pequeño al que le faltaba una piruleta para ser feliz, lo adoraba. -Tanto ejercicio me ha dejado exhausto.

-¡Pero qué puerco, cochino que eres!¿No te piensas duchar? -dije incrédula.

-¡El que llegue último le frota la espalda al otro! -gritó corriendo hacia el baño.

Sí, aunque sonara muy tonto nos frotábamos la espalda al uno al otro. ¿Por qué?... por que es un gustazo real.

Así que corrí a la ducha sin coger ropa alguna. ¡Siempre me hacía lo mismo!. Y todo para desposarme después de todo un relajante baño, una y otra vez. En ese sentido reconozco que tiene cierto símil con Christian Grey, todo un loco del sexo aventurado y un afán inexplicable por repetir una y otra vez, como las natillas Danet.

Y me sumí en él, como gesto enamorado de reconciliación.

RAE: Real Academia Española. Básicamente y en pocas palabras, es una red que recoge las palabras aceptadas en la lengua española.

Eeeeeis!!. Espero que la vallan disfrutando. Ya van casi los 300 lectores y... aunque es poco aun no saben la emoción que tengo. Aun queda mucho por recorrer. Va a ser una historia intensa.

S.Ross.

Valió la penaWhere stories live. Discover now