#Día trece; Silencioso. { Luzana }

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Todo sucedió como la brisa en invierno: rápido, silencioso, repentino y alborotando todo en su interior. Una sonrisa y una mirada volvieron diferente el existir de la pequeña chica rubia de diecisiete años hacía sólo unos días atrás. Noches en vela tratando de desenmarañar lo que su cuerpo y cerebro negaban, pero lo que al mismo tiempo su corazón anhelaba. Un suspiro o dos, o tal vez tres o cuatro, la verdad había perdido la cuenta. Igual, cada suspiro que pegaba iba siendo para el mismo personaje.

Eran cerca de las seis de la noche, el sol estaba a punto de caer y le brindaba una bella sonrisa para su hermosa velada. Su primera cita, jamás había estado tan emocionada en su vida. Ni cuando su madre le regalo un celular nuevo en navidad se sintió tan feliz.

Sería ya como la decima vez que se veía en el espejo de su cuarto para detallar que todo su atuendo estuviera a la perfección. Desde el vestido de flores hasta las pequeñas zapatillas color crema se encontraban en perfecto estado, luciendo mucho más bellas de lo normal. Tenía un maquillaje totalmente sencillo al ser de las primeras veces que se atrevía a robar del bolso de su madre algo así, y un peinado que solo consistía en una trenza pequeña. Desprendía un aire de sencillez y ternura, pero seguía sintiéndose incompleta.

¿Y si no le gustaba como iba vestida?

Pero antes de que sus pensamientos siguieran por el curso que iba, el timbre sonó. Al mirar la hora supo que debía ser él. Corrió lo más rápido que pudo, pasando por frente de su celoso padre que estaba sentado en la sala, de brazos cruzados, únicamente esperando a la llegada de aquel muchacho que osaba invitar a salir a su pequeña princesa. Lana abrió la puerta tras haberse arreglado el cabello una vez más, sonrió ampliamente cuando su mirada llego a chocarse con la ajena. Lucia perfecto, no había notado qué demonios tenía puesto aun, pero para ella lucia perfecto.

— Hola... —murmuró estúpidamente sintiéndose pequeña, muriendo internamente por la liberación de las mariposas en su vientre cuando este le devolvió la sonrisa.

La muchacha jamás pensó en que una primera cita pudiera darse de una manera tan simple. En el buen sentido. Cuando veía películas o series de televisión las primeras citas eran pintadas como la cosa más importante en la vida de una mujer; cosas costosas, un restaurante caro, habladuría romántica y vino. Eran solo ellos dos, la costa de la playa, un par de helados y muchas, pero muchas, risas.

La rubia estaba segura que nada podía ser más perfecto de lo que ya era, no necesitaba de esas cosas que las películas de Hollywood patrocinaban. Era él, su radiante sonrisa y seguridad. Era simplemente Luzu sin tener que fingir. Quizás era eso lo que más adoraba de él, lo que más le fascinaba. Sin duda alguna; lo más llamativo del chico.

Una persona real con la que se sentía segura y al mismo tiempo podía tratar como si fueran amigos de toda la vida. Y las mariposas, nunca se iba a olvidar de las mariposas. Ni de cómo el calor de sus mejillas subía cada que él mencionaba lo linda que lucía con esa trenza. Oh Dios mío, era divino.

— ¡Eso es trampa, que lo sepas!

Así había transcurrido casi todo el anochecer, al terminar los conos de helado una pelea juguetona se formo. Y así fue como, entre risas, Lana terminó correteando al muchacho exigieron de vuelta sus zapatos. Odiaba la arena en sus pies, nunca andaba descalza fuera de casa –y a veces ni siquiera dentro de esta– como para que ahora el joven Borja le obligara a hacer algo así.

— ¡Luzu!

Era imposible molestarse con él si cada vez que le llamaba la atención sonreía de una manera tan preciosa. Tan angelical. El chico estaba dentro del agua, casi obligándola a entrar por sus pequeñas zapatillas.

— ¡Solo tienes que entrar! —le escuchó gritar.

Este chico era totalmente imposible. Le lanzó una mirada matadora que simplemente logró más risas en él. Al final se atrevió a tocar el agua; helada, demasiado helada. En un acto de valentía recogió un poco de su vestido para no mojarlo y se lazó en busca ajena. Luzu no corrió ni un centímetro más. Eran solo Lana, con el agua hasta los tobillos, en los brazos del chico y totalmente sonrojada.

Al salir del agua la pequeña chica sintió el frió colarse por sus pies y helarla por completo. Eran cerca de las ocho y media de la noche, ellos eran los únicos locos en la entraban al agua a esa hora. Para cuando llegaron al muelle Luzu lo notó al fin, por estar distraído mirando que su celular no se hubiera dañado por el agua había dejado de lado a Lana. Idiota. El abrigo que estuvo al lado de los tenis del chico, protegido en todo momento sobre la tierra firme, fue puesto sobre los hombros de la rubia de un momento a otro. La chica solo sintió eso y un beso en la frente antes de que su acompañante le invitara a seguirle.

La noche concluyó así. Con una risueña adolescente que tenía cerca de media hora de estar en su casa, aun con mariposas en su estomago. Definitivamente enamorarse era demasiado lindo.

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Challenge de escritura. { Youtubers }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora