#Día veinticuatro; Frambuesa. { Wittax }

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Frank se creía la persona más estúpida en toda la faz de la tierra mientras sus pies, siendo más dictados por su corazón que por su mente, se movían con rapidez para lograr alcanzar a su mejor amigo. El chico de ojos achinados, el mismo que segundos antes se había quebrado por dentro hasta comenzar a llorar como si de un crio se tratase. Y él, idiota y desesperado, rogaba con que este se detuviera ante sus llamados. Lastimosamente no era así.


— ¡Guille! —gritó una vez más sintiendo como un garganta se desgarraba un tanto gracias al esfuerzo que hizo al hacerlo.


Rogaba a los cielos que el chico, en medio de su baja emocional, no cruzara la calle como un loco y por lo menos de detuviera a ver a lado y lado de la calle. Afortunadamente así fue, y utilizó eso como su oportunidad para finalmente acercarse a él. Le tomó del brazo obligándole a no moverse más cuando el semáforo pasó a rojo una vez más.


— Guille, ¿qué demonios te pasa? —preguntó, sabiendo ya la respuesta obvia; Samuel. Suspiró cuando este se dio la vuelta y pudo ver al fin el rostro rojo de chico, empapado en lágrimas.


— ¿Qué va a pasar, tío? —puso en duda Guillermo con un tono bajo, soltándose del agarre de su amigo en el acto— Quiero estar solo, déjame en paz.


Acto seguido el de diecisiete volvió a retomar su camino pensando en que llegar a casa sería su mejor opción para escapar.  Frank siguió sus pasos en silencio, preguntándose mil veces si era mejor dejarlo solo. Pero no podía. Simplemente no podía dejar al menor solo y con el corazón roto por un idiota que quizás ya ni lo quería. Quizás. Al menos era eso lo que demostraba Samuel siempre que lo dejaba plantado, o lo ignoraba por cosas de la universidad. Hacía mucho que Willy no dejaba de hablar del poco interés de su pareja en él. Y Franker siempre estaba ahí. Él siempre lo ayudaba, lo escuchaba y lo consolaba.


— Willy... —rogó una vez más el mayor, desesperado. Era quizás la primera vez que su amigo lo trataba de esa manera tan fría e indiferente.

Lastimaba.


— ¡Tío, ya déjame en paz! —espetó Guillermo como pudo al darse la vuelta. Su cara denotaba todo el cabreo que tenía, como si fuera su culpa.


— No es mi culpa que tu novio sea un gilipollas, ¿sabes? —masculló el de diecinueve con rabia, herido. Nunca había aprendido a contener sus emociones.


— Lo que pase entre Samuel y yo no es tu maldito problema, Frank. —concluyó el más bajo. Finalmente Frank comprendía cuanto lo había herido con sus palabras anteriores.


 — Perdón.


Lo vio rodar los ojos y perderse en el sendero que guiaba a su casa, detenerse poco antes de subir el primer escalón. Pensó muchas cosas en cuestión de segundos, una de ellas era que se volvería y hablarían. Una vez más siendo su consuelo, aunque al otro día volviera con el idiota que tenía como pareja. No sonaba mal. Para desgracia suya no fue así, y al alzar la vista un poco más su ojos enfocaron a la persona que su mente había estado ignorando inconscientemente. Samuel.

No era la primera vez en años que se arrepentía de haberse enamorado de Guillermo Díaz. Tampoco era la primera vez que su corazón se rompía al ver a la pareja enfrente a sus ojos. Realmente necesitaba desaparecer de ahí, pero sus pies no parecían responderle. Parecían pensar por sí mismos y hacerle la vida imposible.

Algo dentro suyo dolió cuando vio a su mejor enemigo abrazar por la cintura a Guillermo, darle un beso en la mejilla y comenzar a murmurarse cosas al oído. Quizás disculpas. Hipócritas, al menos desde la perspectiva de Franker. Dolió aún más, si es que era posible, cuando vio al menor abrazarlo por el cuello. Lo había perdonado una vez más.

Chasqueó la lengua por rabia, y finalmente sintió sus pies responderle. Huyó de ahí esperando aun tener algo de dignidad encima. Pasó la calle que minutos antes sin mirar y escuchó un carro pitarle, lo ignoró cuando llegó al otro lado y estuvo seguro. No le importaba. Solo tenía en su mente la idea de escapar y la imagen mental de aquel abrazo.

Odiaba a Samuel. No solo porque Guillermo solo lo amaba a él y eso impedía que lo viera como algo más que un amigo. Lo odiaba por tener sus abrazos, sus besos, sus risas, su cuerpo que tenía fragancia a frambuesa.

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Challenge de escritura. { Youtubers }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora