#Día veinticinco; Lista. { Wigetta }

377 57 1
                                    

Promesas rotas y un corazón roto. Ni siquiera podía con ello. Samuel no podía con la presión. Al comienzo fue tan fácil como colocar prioridades en su ordenada vida, dejando estúpidamente la universidad como una de sus esenciales. Encerrándose en esta aun más cuando las cosas en su relación con Guillermo tornaron un color oscuro, poco agradable. Tal vez si hubiera sido menos tonto y hubiera prestando más atención al menor las cosas no estarían como estaban. O por lo menos, no se estarían derrumbando ante sus ojos tan lentamente. Torturándolo.

Todo se resumía a lo idiota que había sido. Y se sentía peor mientras los dedos del menor creaban dibujos amorfos totalmente invisibles en su pecho. Tenía tanto miedo a perderlo de la misma manera que tenía miedo de perder todo por lo que había luchado. Después de la muerte de su madre solo tenía a ese pequeño chico en sus brazos, y sus sueños de llegar a ser grande en la vida. Solo no había ordenado bien sus prioridades, no había mantenido una equidad. Solo fue un error, las cosas irían mejores de ahora en adelante. Lo juraba en silencio, en su mente, para Dios y para él como el secreto más intimo de su vida.

No sabía qué palabras usar después de aquel acto romántico con su pareja que los había dejado en la cama del menor, desnudos y –por lo menos a él– con un nudo en la garganta. Realmente lo amaba, solo era demasiado terco como para no darse cuenta de las cosas. Es decir, no quería admitir ningún error. Aunque tenía varios.

— Yo... —comenzó a hablar siendo callado en seguida por la mano de su novio. Guillermo no lo quería escuchar, no quería hablar, al menos aun no— Vamos a tener que hablarlo quieras o no.

— Lo sé —afirmó el bajito removiéndose en los brazos ajenos para acomodarse aun mejor entre sus brazos—, pero aun no quiero.

— ¿Debería mantener entonces la boca cerrada? —preguntó el mayor con pesadez antes de escuchar la risa de Guillermo y reír por instinto.

— No —pareció pensarlo un poco más antes de continuar hablando—, puedes decirme que me quieres mientras tanto.

Pero cuando el menor sintió que Samuel le desacomodaba de su pecho para bajar a su altura y quedar cara a cara entendió que no sería así. Suspiró caprichoso al tiempo que sus labios se estiraban en un acto reflejo que expresaba inconformismo. Samuel sonrió como idiota ante eso. Entes de siquiera acomodar las palabras en su mente para hablar correctamente, llevó su mano derecha a la mejilla del menor para apretarla levemente. Era tan tierno.

— He sido demasiado idiota... —comenzó a hablar tragando fuerte, desesperado porque sus palabras no dañaran más las cosas. Sabía que el sexo no lo arreglaba todo.

— Siempre eres idiota. —anotó Guillermo con una sonrisa tranquila que hizo al contrario vibrar por dentro. Claro que estaba enamorado, locamente enamorado.

— Ese es un buen apunte. —comentó riendo suave sin poder evitarlo. Segundos largos tuvieron que pasar, mientras su mano seguía en la mejilla del menor acariciando, antes de poder volver a hablar— Lamento haberte gritado por teléfono.

— Lamento haberte hecho un berrinche... estas ocupado, es tu tesis después de todo. Lo entiendo.

Una vez más el silencio se instauro en la habitación como si no fuera necesario decirse más. Solo miradas y sonrisas que robaban el aire del mayor de los dos. Era increíble que aquel chico cuatro años menor que él le dejara con un constante cosquilleo en el estomago y una sonrisa petrificada en el rostro sin siquiera tocarle con un dedo. Guillermo tenía todo poder sobre él, lo amaba. Y también se negaba a perderlo.

— ¿Cómo logras ser tan perfecto? —cuestionó Samuel rompiendo el silencio por completo.— Eres tan hermoso, tan perfecto... ni siquiera sé por qué estás conmigo.

— Porque te amo —concluyó como si nada, como si hubiera dado la respuesta a la suma de uno más uno. La mayor sonrió aun más, mordisqueando el interior de sus mejillas con nervios.

— Soy demasiado afortunado. —afirmó tomando las manos ajenas entre las suyas para besarlas— No volverá a pasar.

— Confío en eso, Sam.

Palabras dichas, dos corazones latiendo y un tema zanjado. No había más que decir, Guillermo lo perdonaría una y mil veces si era necesario para estar a su lado. Porque lo amaba. Y Samuel haría lo que fuera por tenerlo a su lado, intentando ser menos estúpido de lo que normalmente era. Porque también lo amaba con locura, aunque fueran solo unos adolecentes.

La tarde continuó así, y para cuando la luna cayó ambos acordaron levantarse de la cama e ir a cocinar algo para la cena. Samuel no iría a su vacio departamento de la torre B en la universidad esa noche, se quedaría con él. Lo haría y no dejaría de repetirle cuando lo quería. Lo besaría siempre que pudiera, no solo esa noche, y le haría una lista completa de cosas que adoraba de él.

Samuel sabía perfectamente, aunque Guillermo no lo afirmara, que le encantaba cuando era cursi.

Challenge de escritura. { Youtubers }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora