#Día veintiséis; Ciudad. { Wigetta }

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"Me voy a ir de la ciudad la semana que viene."
Palabras letales que habían destrozado el pequeño mundo que Guillermo se había formado en los últimos meses. Los últimos seis meses para ser exactos. Pasar de todo a nada en cinco segundos, todo a causa de esas simples palabras. Estaba bien, no dolía, semanas atrás había dejado de doler. Eso o se había acostumbrado a sentirse como una mierda por dentro mientras sonreía a Samuel entonces.

"Podemos terminar si quieres, no tienen que atarte a mí."
Estúpido y maldito insensible. Como si no fuera suficiente el haber escuchado las primeras palabras hacía un mes había dicho tales tiempo después. Quería atarse a él, claro que lo quería. Esperaba aferrarse a su persona mientras aun siguiera en Madrid para después llorar como un idiota. Justo lo que estaba hacía. Lo amaba, no deseaba para nada perderlo.

"Lo siento, no es como si esto dependiera de mí. Es trabajo."
Claro que dependía de él, Guillermo lo sabía. Podía tener diez años menos que Samuel pero estúpido no era, aunque su cara inocente y juvenil dijera todo lo contrario. Ingenuo había dejado de ser desde que el hombre que llamaba papá a los seis le dejó a él y a su madre por otra familia. Samuel pudo quedarse, solo no quiso hacerlo. No quería estar con él.

"Te amo, de verdad quiero quedarme."
Mentiras, mentiras, malditas mentiras. Claro que sabía que todo era una mentira, pero igual le sonreía. Quizás eran sus ganas de probar qué tan idiota Samuel lo creía, no estaba seguro. Pero ahí seguía en ese entonces, escuchándolo decir palabras que no quería decir y expresando sentimientos que no sentía. Guillermo si lo amaba, pero el amar no consistía en una sola persona. Ni idea de hacía cuanto se había quedado solo en este juego.

"Te llamaré todos los días, quiero saber de ti."
Que estúpido juego en el que se había metido seis meses atrás. A los diez se auto-convenció de que el amor era una mierda y que en su vida solo había espacio para él, su madre y la niña que el ese entonces esta llevaba en el vientre. Nada de amor, a menos de que fuera para su familia. Y después, tontamente, se enamoró de él. La idea era no enamorarse y no jugar con fuego. El amor era peor que los juegos que su hermana inventaba cuando cumplió los cinco; más humillante que ser maquillado como puta barata por su hermanita e incluso más doloroso que cuando, al intentar enseñarle a montar cicla a Carol, se raspaba las rodillas para que ella no diera contra el piso demasiado fuerte y se lastimara.

"Cuando me vaya te voy a extrañar tanto."
Y ni una sola llamaba como prometió, ni un solo mensaje. Nada. Era incluso como si la tierra se lo hubiera tragado, y el orgullo no lo dejaba escribirle o llamarle. No, no iba a caer tan bajo. No iba a arrastrarse por alguien que amaba y sabía que no le correspondía. Claro que no, primero su dignidad aunque su corazón y sus sentimientos estuvieran hechos una mierda. Aunque su hermana menor tuviera que verlo llorar por las noches como si se tratara de un crío y a su corta edad tuviera que consolarlo. Una niña de casi once intentando animar a alguien de diecisiete, patético.

"Esto no es un adiós, es un hasta luego Guillermo."
Irónico. Al momento de ir a despedirlo al aeropuerto si parecía un adiós. Sexo la noche anterior, muchos abrazos y un beso antes de que tuviera que abordar. Sí, eso sonaba como una maldita despedida de verdad. No tenía idea de cómo había dejado de las cosas pasaran de esa manera. Era tan tonto, tan infantil, iluso. Patético, era quizás esa la mejor palabra para describirlo. Aunque sonriera, aunque dijera que todo estaba bien desde que Samuel se había ido de la ciudad seguía doliendo. Demonios que sí dolía. Pero no importaba, a nadie le importaba de qué manera su maldita existencia se desintegraba con el pasar de los días. Con dolor, lento y tortuoso. De nadie era la culpa, solo suya. Guillermo Díaz fue quien decidió enamorarse hace seis meses atrás, era hora de que sufriera del desamor. Después de cada cosa buena en su vida había dos malas, ley de su vida, aunque esta de verdad le estaba cobrando más fuerte que las demás veces.

"Te amo, no lo olvides."
Lo amaba, aunque sus te amo fueran falsos. Jamás podría olvidar el cómo se sentía estar bien. El como era su rostro, el peculiar perfume que usaba, la seda del traje formal que portaba en la oficina, sus besos con sabor a gloria y las cosquillas que se libraban en su interior cada vez que sus pieles entraban en tacto. Jamás iba a olvidar qué era ser feliz, aunque nunca antes creyó algo así importante. Después de conocer a Samuel le parecía imposible dejar de imaginar cómo sería volver a ser feliz un día más sin fingir, aunque bien sabía que no volvería a hacer. O bien, que no volvería a hacerlo a tal magnitud.

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Challenge de escritura. { Youtubers }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora