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Todo esto había sido un error, un grave error.
Sofía está sonriendo torpemente, dejando a Agustín como el encargado de hablar. Había perdido el rumbo de la conversación hace unos cinco minutos. En un momento, alguien choca con ella camino a la mesa dulce, lo que a su vez la lanza ligeramente contra el castaño. Él lo sigue con la mirada, su mano liberando la suya y deslizándose al rededor de su cintura.
Sólo estoy disfrutando de una cita en este lugar con mi novio, se recuerda, simplemente ignorando el hecho de que Agustín no era en realidad su novio.
"¿O no, amor?" Como si sintiera sus pensamientos, él inclina el rostro en su dirección.
"¡Sí!" Su voz suena artificialmente alegre y tiene un tono demasiado alto. Tampoco tenía idea de lo que estaban hablando. Lo único en lo que podía concentrarse era en el peso de la mano contraria sobre sus caderas.
Su amigo la mira durante bastante tiempo, probablemente sabiendo que está demasiado asustada, antes de dirigir su atención a las pocas personas en aquel grupo.
"Si nos disculpan, vamos a tomar algo."
Él la aleja del grupo, abriéndose paso entre la multitud de encargados del lugar. Hay demasiada atención sobre ella, ¿y cómo no podría haberla, si había mentido descaradamente y le había dicho a todos ahí que ahora estaba saliendo con su mejor amigo? Las únicas personas que sabían que todo era una mentira eran sus padres y su círculo cercano de amigos.
Ansiosa por tener un espacio para recomponerse, Sofía corre hacia adelante y la mano de Agustín cae de su cintura, lo que termina de aclarar la niebla de su cerebro. Ella encuentra una salida en uno de los balcones, abriendo ambas puertas de vidrio e inhalando profundamente, feliz de estar lejos de la multitud. Afortunadamente, no hay nadie más ahí, lo que le permitiría tener algo de tiempo para reagruparse.
Apoyada contra la pared, la pelinegra deseaba contemplar la vista de la ciudad, pero Agustín se pone delante de ella inmediatamente.
"¿Qué?" Murmura, mirándolo con el ceño fruncido.
La fiesta era un evento formal; algo anual organizado por los amigos más cercanos de sus padres, con motivo de su aniversario de bodas. Siempre era en el hotel más lindo de la ciudad, en lo más alto de una colina, con vistas al ajetreo y el bullicio de abajo. El hotel en sí tenía un hermoso salón de baile y, al final de la noche, todos llegaban tambaleándose a sus suites y se desmayaban borrachos. Cualquier otro año, Sofía lo trataría como una forma de desahogarse. Pero este no.
