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Para horror del castaño, la puerta chirría fuertemente cuando intenta entrar en la habitación. Su rostro inmediatamente se arruga en lo que esperaba que pareciera una expresión de disculpa cuando varias personas voltean la cabeza para mirarlo. La clase ya había comenzado hace cinco minutos. En su defensa, Rafael sí había llegado a tiempo, pero nunca había estado en esa parte del gimnasio, por lo que se había perdido un poco.
El profesor al frente de todo, que sabía que se llamaba Enzo, le sonrió gentilmente y señaló el tapete de yoga vacío en un extremo de la primera fila.
"Bienvenido, pasa y sentate. No te perdiste de mucho todavía, simplemente estábamos respirando el estrés de la última semana."
Rápidamente, él corrió hasta la colchoneta y se sentó lo más silenciosamente que pudo. Mientras el pelinegro lo dejaba acomodarse y guiaba a todos a respirar profundamente, trató de no dejar que sus pensamientos divaguen demasiado. No podía creer que realmente se había anotado en una clase de meditación y que realmente había asistido. Su vida había sido tan estresante últimamente (hacer malabarismos con su trabajo y su vida personal se sentía casi imposible) que no había pensado que sería capaz de incluir algo como esto en su agenda. Sin embargo, la clase era muy necesaria.
Por lo que podía ver, parecía ser uno de los más jóvenes ahí. Después de mirar a su alrededor en secreto, lo cual tampoco podía hacer mucho ya que estaba en la primera fila, se dio cuenta de que la chica a su lado parecía ser la más cercana a su edad. Era pelirroja, tenía el pelo ondulado y vestía una remera blanca y holgada que la hacía parecer pequeña a pesar de que probablemente era tan alta como él.
Cuando la chica nota su mirada sobre ella, gira lentamente la cabeza y sonríe. Tímidamente, Rafael agacha la cabeza, con una media sonrisa aún apareciendo en sus labios. Era muy típico de él encontrarse con lindas desconocidas e inmediatamente acobardarse. Pero en lugar de robar más miradas, él decide centrarse nuevamente en la clase. Después de algunos ejercicios de respiración, Enzo les muestra algunos estiramientos para ayudar a que sus músculos se relajen antes de continuar con la parte central y última de la clase: una meditación guiada.
"Como siempre, pueden quedarse sentados o acostados, lo que les resulte más cómodo. Les voy a dar algo de tiempo para encontrar una buena posición." Rafael tuvo que admitir que el hombre tenía una gran voz para ese tipo de clases. Lentamente, él se desliza hacia adelante sobre su tapete para acostarse. Le lleva un minuto moverse nerviosamente hasta conseguir que sus brazos y piernas estuvieran en una posición cómoda. "Quizás algunos se queden dormidos, pero no es nada para preocuparse. Van a ser despertados al final de clase ya que eso es sólo una señal de que están realmente relajados. Intenten concentrarse en el sonido de mi voz y mis palabras, pero si sus pensamientos terminan divagándose, está bien. Sigan respirando, esa es la parte más importante."
