¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Matías nunca pensó que el cuerpo humano podía desgastarse tanto. Claro, trabajaba duro todos los días, pero lo que estaba experimentando era otro tipo de agotamiento. Ese en particular había sido un día agotador: reuniones con el elenco, ensayos, todo eso sin contar la estricta dieta que tenían que llevar a cabo y los controles diarios. Él solo quería llegar a casa y dormir hasta el otro día. Pero la gota que rebalsó el vaso fue quedar cara a cara con un cartel que le advertía en letras grandes que el ascensor se encontraba fuera de servicio, como si el resto no hubiera sido suficiente.
Cuando finalmente estuvo frente a la puerta, Matías ya no supo decir exactamente qué le dolía más, si su columna castigada durante horas o sus piernas después de subir tantos escalones. En el momento en que él cruza el umbral de su departamento y enciende la luz, lo único en lo que puede pensar es en tirar sus zapatillas al otro lado de la habitación y plantarse de cara directamente en el sillón. Esos veinte pasos extra hasta su cama definitivamente no valían la pena.
Lentamente él se dirige hasta ahí, su mochila vuela hasta encontrar sus zapatillas y su chaqueta es la siguiente. La tela oscura cae de sus hombros y aterriza medio sobre una silla, tambaleándose en el borde. Apenas tenía la energía suficiente para sacarse los anillos en sus dedos, arrojándolos sin contemplaciones sobre la mesa de café antes de cumplir su promesa de desplomarse sobre el sillón. Si bien ese no era un lugar muy cómodo para dormir, cualquier cosa era una mejora con respecto al dolorosamente largo y lloroso viaje en auto a casa, el cual sólo había hecho que su espalda se pusiera más rígida. Una siesta rápida sería más que suficiente para recuperarse.
Pero habían pasado casi dos horas cuando Juliana llegó a casa, cerrando silenciosamente la puerta del departamento detrás de ella. La pelirrubia miró el rastro de objetos que conducían hasta su cuerpo inerte completamente dormido sobre el sillón y suspiró con tristeza. Sabía que últimamente su pareja estaba trabajando demasiado y sobre exigiéndose cuando no debería. Igualmente, ella se abstuvo de discutir con él sobre eso, sabiendo perfectamente que cuando Matías necesitaba dar un paso atrás con todo acudía a ella.
Juliana siempre había admirado lo inteligente y dedicado que era; organizado y de buen corazón. Pero al ver sus pertenencias, las cuales él cuidaba excelentemente, esparcidas al azar por la habitación, supo que hoy era el día en el que el estrés lo había vencido y eso le rompía el corazón. Después de años de salir, ella a menudo lo conocía mejor que él mismo. Ahora podría simplemente despertarlo de su incómoda posición (porque su cuello no tendría que estar doblándose de esa manera), pero era aún más consciente de que en el momento en el que lo despertara, su primera acción sería ordenar todo ese desastre.
