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"Estoy aburrido. Sos consciente de que esto es aburrido, ¿no?"
Milagros levanta la vista de su computadora portátil y mira hacia donde Felipe está tirado en la silla de su habitación. Su propia computadora portátil se balancea precariamente sobre su rodilla, su teléfono agarrado en una de sus manos. Él la está mirando desde la pequeña distancia que los separa, vestido con una remera grande y pantalones deportivos. Una expresión de aburrimiento se había apoderado de sus rasgos. Con su mano libre, pasa sus dedos por sus mechones de pelo.
"Sí." Responde ella en tono firme. "Ya sé que es aburrido. Pero te dije desde el principio, cuando me dijiste que querías juntarte hoy, que tenía trabajo para terminar."
Él exhala, gira la cabeza hacia atrás mientras gime de una manera exagerada que le encanta hacer. Todo con Felipe es el fin del mundo o lo mejor del universo, y él reacciona en consecuencia. Milagros está sentada con las piernas cruzadas en su cama, escribiendo en su computadora, tratando de ignorar lo aburrido que su amigo está. Tampoco podía decirle que regrese a casa porque disfrutaba de su compañía, incluso cuando este se comportaba como un niño.
"No pensé que ibas a ser tan... responsable."
"¿Qué, pensaste que iba a dejar de trabajar y que íbamos a salir?" Pregunta.
"Eh, sí." El castaño cierra su computadora portátil, la deja en el suelo junto a la silla y se estira. Su remera se sube, revelando un toque de estómago tonificado que la toma por sorpresa y la obliga a mirar el dispositivo en su regazo. "No entiendo cómo esa cosa es más importante que yo."
"No es más importante que vos. Pero tengo que hacerlo." Felipe se levanta, reprimiendo un bostezo.
Milagros encontraba en él un fascinante enigma, un universo de sensaciones entrelazadas que la sumergían en un torbellino emocional cada vez que estaba cerca de suyo. Cada gesto, cada mirada, provocaba en ella una mezcla de emoción y nerviosismo que la dejaba sin aliento. Amar pasar su tiempo con él era un secreto a voces en su corazón, un anhelo que luchaba por mantener oculto bajo capas de racionalidad y deber.
La cercanía de Felipe la envolvía en un manto de ansiedad y anticipación, como si cada centímetro que los separaba fuera un desafío al control que tanto se esforzaba por mantener.
