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Lucía parpadea, mirándolo. El sol se había ocultado tras el horizonte y los últimos rayos anaranjados comienzan a proyectarse en el cielo. En el tono de la noche que se acerca, la piel de Esteban luce luminiscente y hermosa. Y su distracción por su apariencia debe hacerla parecer vacilante, porque de repente, él parece nervioso mientras comienza a hablarle.
"Siempre te bajas del colectivo en la parada anterior a la mía, así que seguramente vivimos más o menos cerca. Puedo acompañarte a casa. Total, los dos sabemos que va a ser más rápido que esperar acá." La verdad es que ella desea desesperadamente aceptar de inmediato. Caminaría media ciudad entera si él se lo pidiera, así de mal la tenía. Es vergonzoso admitirlo, pero tampoco quería que él se aleje demasiado de su camino y haga que su noche sea aún más larga.
Sacando su teléfono, Lucía abre la aplicación del GPS. Ingrese su dirección para que podamos asegurarnos de que no se desvíe demasiado de su camino, aparece en esta.
"En serio, no me importa." Dice él, tomando su teléfono e ingresando su propia dirección. Y ella hace lo mismo con la suya después, cayendo en que Esteban estaba a sólo veinte minutos a pie de su casa.
Borrada su culpa, la pelinegra acepta caminar a casa con él en lugar de esperar a que un nuevo colectivo llegue. Su corazón late con fuerza, lo que le dificulta mantener la calma cerca del más alto. Sin el apoyo de aquel transporte o de otras personas, es la primera vez que ambos están completamente a solas. Esteban camina con facilidad, revisando ocasionalmente su teléfono para asegurarse de que ambos caminan en la dirección correcta. La temperatura está empezando a bajar a medida que la noche avanza. Al principio del día hacía bastante calor, por lo que ninguno de los dos tenía un abrigo. Ahora se arrepentían de su elección.
Pero si a él le molestaba el frío que se acercaba, no lo demuestra, a pesar de que su camisa parece bastante delgada. Con su visión, Lucía traza el contorno de la tela sobre su piel, la forma en que la cadena luce alrededor de su cuello...
"¿Pasa algo?" Pregunta, inclinando su rostro para mirarla.
"No, nada." Ella mira hacia otro lado, fingiendo estar fascinada con una gasolinera de aspecto destartalado por la que ahora ambos están caminando.
¿Por qué era tan difícil mantener una conversación con él? Capaz era porque no tenían nada en común y simplemente estaba cegada por su atracción física hacia el contrario. Se supone que las conversaciones deben realizarse sin esfuerzo, ¿No? Porque así es como se mide la atracción por alguien. Con todos los demás chicos de los que se había enamorado había logrado tener conversaciones fluidas con bastante facilidad. Pero con Esteban era distinto. Estaba tan atrapada en la intensidad de la atracción y la profundidad del anhelo que su cerebro parecía detenerse.
