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"¿Esta es tu idea de diversión?" Milagros habla por encima de la música.
"¿Qué?" El castaño le pregunta, gritándole.
Ella sabía que su amigo la había escuchado, pero todo lo que hizo fue poner los ojos en blanco y recostarse sobre su asiento. No estaba segura de lo que esperaba cuando Felipe le propuso salir ese fin de semana, pero definitivamente sus pensamientos no implicaban una fiesta en una casa al azar.
Ella sacude la cabeza, aclarando sus pensamientos. Pensar en lo que pasó hace dos fines de semana sería una forma segura de volverse loca. Felipe no había mencionado nada del código de mejores amigos o de lo que había sucedido esa tarde, y ella tampoco tenía intenciones de hacerlo. Por eso fue una mala idea, piensa con tristeza. Ahora estaba haciendo las cosas más raras entre ambos. Bueno, aparentemente era raro solamente de su parte, porque su amigo había estado actuando exactamente igual que siempre. Al no haberlo visto desde entonces, su oferta de pasar el rato le dio una sensación de alivio y un poco de esperanza. Quería verlo de nuevo, y quería verlo como lo había hecho antes: sin aliento, tocándose y hablándole sucio.
Sus mejillas se sonrojan en la penumbra. Sin embargo, Felipe parece estar divirtiéndose, tomando Fernet y moviendo su cabeza al ritmo de la música. Con una simple remera color negro y unos jeans grandes con varios agujeros, él se ve bien sin esfuerzo, y Milagros se odia por intentar no mirarlo fijamente. Ella toma otro trago de su bebida y luego se pregunta dónde puede conseguir más.
De un momento a otro, el castaño se levanta de su asiento con una determinación tan silenciosa que la desconcierta. Él se aleja de su lado y comienza a caminar por la sala de estar. Los ojos de la pelirrubia siguen cada uno de sus pasos. A medida que Felipe se acerca a una chica en una esquina no muy lejana a donde estaban ellos, Milagros nota cómo su corazón comienza a latir con fuerza. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué se alejaba de ella de esa manera?
Estaba bien. Realmente estaba bien.
No estaban juntos. No eran más que amigos que ocasionalmente habían encontrado su camino hacia su cama. Realmente había sido el arreglo perfecto. Amigos ayudándose unos a otros, rascándose la picazón. Sencillo, divertido y sin ataduras. Un amigo con el que podían desestresarse y luego ir a comer algo juntos sin que sea gran cosa. Y, después de todo, había sido cosa de una sola vez. Así que no había absolutamente ninguna razón para que ella sienta ese calor abrasador en su vientre, carcomiendo el revestimiento de su estómago y causando que sus entrañas se revuelvan.
