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24 de diciembre.
Es mediodía y está lloviendo. Contra los cristales de las ventanas, la lluvia cae con un ritmo suave, añadiendo a la suave voz de Fito Páez una calidez que la arrulla en un suave balanceo. A su alrededor, dispersos por la alfombra, hay un juego de regalos, papel de regalo, algo de cinta adhesiva y brillantina. Lucía estaba envolviendo regalos, listos para ser entregados la mañana de navidad a sus familiares y amigos. Es una pila bastante alta, si se ponía a mirar todo el trabajo que le quedaba. Está a mitad del camino, así que reúne coraje con un suspiro y vuelve a su trabajo. La pelinegra agarra una de las tantas cajas y algo de papel y hace lo mejor que puede para convertir todo en lo que vagamente se parece a un regalo. A su izquierda tiene los regalos que ya están envueltos en papel rojo y dorado. Tres de ellos son para Esteban y Lucía está muy orgullosa de lo que encontró para regalarle a él este año. Su mirada se detiene en los objetos, el fantasma de una sonrisa persiste en sus labios mientras piensa en él, pero rápidamente termina mirando hacia otro lado.
Este año el mayor no iba a estar en casa para dichas festividades. Su agenda de rodaje no se lo permitía. Si tenía en cuenta que en ese momento se encontraba en Europa, actualmente estaría intentando dormir unas horas en una habitación de hotel. Lucía había pensado en acompañarlo a España durante unos días, pero quería ver a su familia en navidad. Además, la mirada que le lanzó su madre al mencionarle aquella idea fue suficiente para que la abandonara por completo. Parecía demasiado triste para que siguiera adelante. Tendría que conformarse con el sentimiento de extrañar a su novio este año.
Sin embargo, no estaba enojada ni amargada por eso. Era lo que conllevaba salir con un actor cuya carrera estaba en pleno crecimiento. Hay momentos en los que él no podía estar y eso estaba bien. Esteban lo compensaba cuando regresaba a casa, o cuando podía acompañarlo por unos días. Aún así, cuando la menor echa un vistazo a sus regalos, sabiendo que permanecerán sin abrir hasta mediados de enero, no puede evitar el tirón en su corazón que ese pensamiento le trae.
Ella agarra su teléfono con la intención de hacerle una broma. Al enfocar su cámara hacia las cajas, toma una foto de los tres regalos que le corresponden y se lo envía a Esteban.
¡Tus regalos están listos! Y como soy una novia de mierda, no vas a tener ni idea de qué son hasta que los abras en un mes.
Lucía agrega un sticker para burlarse del mayor un poco más y espera a que suene el teléfono mientras regresa al trabajo. Tiene brillantina en sus dedos y también hay un poco de ella esparcida por toda la alfombra beige. Aunque eso no le importa tanto. Su árbol de navidad brilla en el lado derecho de la habitación; encendió las luces para crear un ambiente festivo. Tiene un vaso de gaseosa en la pequeña mesa del living y un mantecol como refrigerio. Pero a pesar de la leve música que puso hace un rato, no puede evitar notar el silencio que reina en el pequeño departamento. Sin risas, sin tarareos, sin voz perdida en una conversación sobre el tema más aleatorio. Sin pasos lentos yendo y viniendo por la sala de estar, sin maldiciones después de golpear el ángulo de una mesa, sin desorden en la cocina para preparar algo tan simple como té. No hay nada más que la música puesta, la lluvia y el sonido agudo de sus tijeras cortando el papel de regalo, el rápido tirón de las cintas.
