90. Una vida por otra vida

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No dejó de ver al ente bajo sus pies.

Se alzó la muchedumbre de afuera exigiendo gritos en la tempestad de aquella mañana.

Por lo tanto, no tenía tiempo ya. El mismo Colbert estaría siendo juzgado, o fue lo que había dicho Grégorie en la mañana del día anterior.

Pero, tampoco habría tiempo. Buscarían al procurador cerca de las doce.

Tomó de su casaca un par de sobres, tales funcionarían para traspasar o la frontera de España si seguía de buen humor, o la de Portugal,  si comenzaba a sentir que la seguían.

Agachada, miró el cuerpo inerte, ya sin vida de su difunto esposo.

⎯Parece que te han comido los muertos ⎯murmuró para ella misma. Alzó la cabeza, cerró sus ojos y tomó aire⎯. Mantendré a salvo a nuestro hijo si eso era lo que temías. Incluso cuando creí que no te amaba, o no te quería, me siento mal porque acabaste así. Querido, hubiéramos terminado felices. Pero tu hija está en libertad y no voy a dejar que atormenten a mi pequeño. Dios guarde tu alma.

Se levantó cuando oyó los golpeteos en la puerta.

Con calma dejó el arma en el suelo y tomó sus guantes y su sombrero. Antes de cerrar la puerta, dio un vistazo al cadáver y su mirada se oscureció.

⎯Más te vale que no hayas avisado a nadie. Porque también iré tras esa maldita zorra hipócrita que tienes por hija.

Alisó los pliegues de su vestido, alzó el rostro y relajó el rostro en un espectacular gesto humilde cuando abrió la puerta.

Catalina permaneció serena una vez encontraba los ojos predispuestos de ese sereno mohín, pero que no tenía ni el más mínimo arrepentimiento. Movió las manos en el umbral y se colocó el sombrero.

⎯La conciencia no te deja dormir, ¿Verdad? ⎯con los ojos entrecerrados vislumbró la ojeada oscura de Germain Du Plessis⎯. Tienes algo que todavía me perteneces.

⎯No vine aquí a escuchar tus mierdas ⎯Germain siguió masticando su pajar⎯. ¿Dónde está lo que me prometiste?

Tensó los mohines y entrecerró los ojos, pero sin dejar de sonreír pese a todo.

⎯Muerta.

Germain ensombreció sus ojos.

⎯Ella está muerta y consigo se llevo eso que querías. ¿O aceptarás el pago por tu silencio? Deberás huir también porque cualquier de los tuyos que te vean querrán degollarte. Querido, querido, ¿No es ahora el momento para que finalmente estés feliz por vengarte de ella? ¿Piensas que no lo sé?

Catalina lo miró de arriba hacia abajo. El silencio emanó entre ambas desalmadas almas.

⎯Fuiste tú quién acusaste al Festival para que Jean-Colbert diera la orden mucho antes de que lo arrestaran. Mandaste a matar a toda esa basura, y con eso la sentenciaste a ella. Te salvaste de la horca para recibir el perdón.

⎯Prometiste que me la darías, que estaría conmigo y no la involucrarías.

Catalina se encogió de hombros.

⎯No quiero tus lamentos ⎯y exhaló mientras se tomaba las manos con delicadeza⎯. Cumplimos. Te di lo que querías: dinero y poder. Me diste lo que quería.

⎯La querías muerta.

Catalina apenas volteó el rostro con suavidad. El arma letal de su belleza inundaba la serenidad, como si escucharlo le diera esa misma paz que provocaba el camino de la gloria para ella, el significado que volvía a su vida una vez la penuria que la había atormentado se esfumaba.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Where stories live. Discover now