89. La mente detrás de un engaño

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Nunca pudo negarlo, quizás nunca antes había sentido un arrepentimiento tan grande, porque el corazón de Émile había cambiado, se había podrido completamente, cuando el Festival se incendiaba frente a sus ojos, y comprendió que las cosas que estaba viviendo aquel pueblo no eran justas.

En las esquinas estuvo observando como el Festival ardió en llamas. Sin embargo, no hizo nada para impedirlo y también huyó del después del incendio. Junto a Gregorie tuvo que esconderse en una de las tabernas. Conociendo la magnitud de las cosas que pasaron cuando el Festival ardió en llamas, estuvo a las órdenes del ministro .

Émile sabía del atentado a la princesa Cristina María, había escuchado de Catalina  y del ministro la falta de honor, la oscura mente y unas alma apoderadas del propio poder.

La había conocido el mismo día en qué llegaron del extranjero. Émile observó la batalla de los suyos contra los de los guardias. En ese momento cayó por la valentía de Charlotte. No obstante, su avaricia era mucho más grande que su  enamoramiento. Adoraba el dinero, el oro y los aros de plata. Aunque no aparentase ser descuidado en esos instantes, si lo era cuando se trataba de dinero.

Era uno de los contrabandistas de Germain Du Plessis. La facha en el circo había sido necesaria para que no cortasen su cabeza en las fronteras de Francia con Bélgica, porque habían robado junto a otros integrantes de familias nómadas a los hacendados sus joyas y caballos.

Justo se había encontrado con la carroza del Circo de los pobres en una bajada de lluvia.

⎯¡Soy yo! Del Festival que encuentras cerca de París.

Desde atrás de Pontmercy señalandolo con el látigo aparecieron los ojos de Charlotte.

⎯¿De los Laureles?

⎯De ese mismo ⎯respondió Émile.

Giselle había dudado al igual que Pontmercy, pero Charlotte se había agachado, inclinando la cabeza, y sonrió.

⎯Hermano. También soy de allá ⎯le dijo Charlotte.

Dejando atrás algunos muertos y la vida de ladrones, Émile debía mantener una fachada sobria y bajo las circunstancias de las que había salido vivo. Ante los murmullos y las historias este mismo circo conduciría hacia París dentro de poco. Había conocido de sus atractivos cuentos y viajes y la vida nómada que caracterizaba a los suyos. Estuvieron cerca de un año fuera del Festival después de lo ocurrido.

Una vez en París, los ojos de Germain observaban con sangre los mismos de Émile cuando había llegado al Festival. Hace mucho que no había tocado esas tierras. Y cuando debía hacerlo, debía colocar en sus manos el dinero y las monedas de oro que recolectaban gracias al contrabando de la forja a los mercaderistas en las costas incluyendo hasta esclavos y mujeres jóvenes.

Sin haber llegado con el pago fijo por su vida en riesgo, Germain lo señaló con el dedo.

⎯Tu trasero nunca tocó este lugar porque así lo acordaste, a menos que hubieses estado al tanto de esos pagos y esos productos. ¡Pero lo perdiste todo, animal!

Émile rodaba los ojos, con las manos en los bolsillos.

⎯Tu paga la recibiste. Mujeres, joyas, y hasta poder en este lugar. Nadie sabe de lo que haces. ¿Te es suficiente?

Germain golpeó la mesa y con sus dedos llenos de anillos de plata lo señaló.

⎯Una docena de mercadería se perdió en manos tuyas. ¿O es que te robaste todo y mataste a los tuyos? ¿Ladrón no mata ladrón? Cabrón, en la costa, de aquí a París es más de una semana. Vas a llevar el mensaje de los comerciantes. Si veo que no le llegó nada, y que esa paga se perdió, cuidarás de tus propias bolas antes de que las eche a los perros.

Por palabras de Germain no entraría al Festival, al menos, no cuando estuviese él. Pero importó menos. Uno de sus deseos era recoger cualquier cosa que se le atravesara a Charlotte por en medio, mirar esa sonrisa, observarla de lejos.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora