52. De regreso a casa

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Charlotte entró a la catedral de Nuestra Señora.

Apenas observó a la poca afluencia permanecer bajo el silencio de un santuario, sus pies se movieron justo frente al primer reclinatorio.

Se arrodilló, juntó sus manos, las apretó, cerró los ojos y debajo de la mirada perdida no obtuvo sino fuerzas para contrarrestar aquel dolor.

El temor de seguir perdiendo las esperanzas la mantuvo fuera de sí, del mundo que la rodeaba, de la tierra a la que tanto daño le había hecho, pero con el aguardo de sentir la mano sobre su cabeza de quien la observaba arriba.

Charlotte sollozó lentamente.

Ya no podía pensar con claridad. Muchos pensares sobre su mente y ante la desdicha de buscar y perpetrar una desolación que no cesaba en...su...corazón.

Las manos cayeron con agonía delante de ella.

Y perdió ante quien volvía para arrodillarse y sujetarle el brazo, inaudito.

⎯Hija mía.

Y volvió Charlotte en sí.

No esperó ni un segundo para ponerse de pie y estrellarlo en sus brazos y no contuvo el jadeo conmocionado al notar de quién se trataba.

⎯Papá⎯sollozó⎯. Papá...

⎯Charlotte, Dios Bendito ⎯y exclamó el padre Benjamín una vez que se arrodilló junto a ella. Sin comprender aquel milagro, más alusivo a compadecerse Dios de sus plegarias volvió a medir sus exclamaciones ante ella⎯. Hija mía, hija mía. ¡Dios se apiade de mí!

⎯Papá ⎯y Charlotte terminó sobre sus brazos. De las personas gratas en conocer su propia alma, más de su corazón lleno de certidumbre y los secretos que nunca ha podido guardar porque ya las conocía, el abrazo nunca fue más anhelado que ésta vez y pudo reunir todas las fuerzas para entender que se encontraba delante del hombre que conocía todo sobre ella. Su propio padre.

⎯Hija mía, ¿pero qué ha sucedido? ¿Cómo es que estás aquí ahora y delante de mí, Charlotte? Sólo mírate, hija. Sólo ⎯pronunciaba el padre Benjamín al volver a tenerla sobre su ojeada. Desalmada y despojada de la iluminación que caracterizaba al ser que aprendió a cantar antes de hablar⎯. Charlotte, habla hija mía. ¿Qué sucede? ¿En dónde estuviste todo este tiempo?

Y sollozó sin poder mantener otra palabra ante su apreciado padre. Las manos siguieron temblando y se tocó el pecho. Exhaló un suspiro ante la desesperación por estar perdiendo el rumbo de la vida.

El padre Benjamín cambió el rostro ante sus actitudes. Con la mirada preocupada, no dudó en hacerla volver a sus brazos. Arroparla con el silencio que sólo podía cavar más profundo la desgracia

⎯Oh, hija mía...¿Cómo puedes creer que estaré bien al verte sufrir y llorar de esta manera? también sufro, al no saber que eso que te atormenta. Dímelo, hija. Dímelo. Dime tu tortura, quiero cubrirte y alejarte de todo ese mal que veo en tus ojos.

⎯Yo ⎯comenzó Charlotte entonces, bajo el remedio que contraía los abrazos del hombre⎯ he traicionado al Festival...

El padre Benjamín se alejó para mirarla frente a esos ojos cristalinos que perdían más fuerza.

⎯¿Qué es lo que dices?

No apartó Charlotte la mirada sobre él porque el inacabable suceso de los acontecimientos tan sólo tenía algunos momentos de saberse. Expresó ya sin fuerzas.

⎯¿Qué has sabido sobre los cargueros?

La expresión del Padre Benjamín fue irremediablemente melancólica. Sobre sus manos se ciñeron las propias de Charlotte y al saber de su expresión mantuvo sus ojos siempre llenos de pena.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Where stories live. Discover now