55. Una sombra y un destello de luz a lo lejos

7 4 2
                                    

La travesía hacia el palacio del duque de Orleans la mantuvo perdida en sus pensamientos. Así que cuando le tocó bajar del coche y tomar la mano de José Fernando, Cristina María sonrió como respuesta.

 No estaba el duque presente pero sí su esposa, la duquesa de Orleans Carlota, quien recibió muy bien a los príncipes y los acompañó un rato largo en su pronta travesía. 

Buscó Cristina María las palabras adecuadas para mantenerse plenamente feliz de ver a quien la volvía a mirar con esos ojos brillantes. Eso significaba una sola cosa y la princesa sabía muy bien que tanto ella como José Fernando estaban empezando a llevar bien el destino que los unía más. 

Cuando su tía se había marchado ya a dormir, el príncipe quiso caminar junto a su esposa por los grandes jardines del palacio, mientras aquel atardecer caía sobre sus espaldas. No pasó tanto tiempo para que José Fernando le dijera algunas palabras que hicieron sonreír a la princesa un poco, pero antes le entregaba el ramo de flores que había adquirido al comenzar el paseo

⎯Volveremos en dos días, Cristina María.

La princesa olió sus florales, sonrió un poco.

⎯Está bien...⎯mencionó ella y asintió. 

⎯¿Qué ha pasado...con todo lo que me has contado? ⎯preguntó el príncipe. 

⎯Mientras no tenga alguna seguridad sobre este asunto, saber quién es el verdadero culpable, no estaré tranquila. 

Los ojos azules del príncipe la elevaron a sostener la calma. Como era tan apreciada su calma, Cristina María adquirió entre sus manos la que pertenecía a José Fernando. Y así dijo de pronto:

⎯Gracias por haber venido a Francia, estoy muy agradecida. Realmente debes entender que es importante todo esto. Además...me iré sin despedirme del rey y ya puede ser nuestra última visita por un largo tiempo. Al menos por estos meses ya que no es mi intención volver a dejarte.

⎯No hables sobre ello ⎯respondió José Fernando⎯. Estaremos igual de pendiente tanto aquí como allá en España. Pero quiero que estés a mi lado, así estaré más seguro de que estás a salvo. Siento que París no es...seguro para ti. No ahora.

A Cristiana María le pareció gratificante oír sus palabras y al sentarse junto a él, con sus dedos suaves llevó el pulgar hacia su mejilla. 

⎯Sigues siendo tan bueno conmigo, príncipe ⎯murmuró la princesa. Al no obtener más que una respuesta continuó⎯: Estoy plenamente feliz de que lo hayas entendido. 

⎯Las cientos de cosas que deseo aprender junto a ti, y hacerte sentir segura las volvería hacer mil veces más; quiero que lo comprendas. Me has pedido que no saque a la luz el atentado de muerte contra tu vida y estoy haciéndolo más no estoy de acuerdo, pero me has dejado ayudarte. Y haré lo que me pidas.

La princesa suspiró.

⎯No soy la mujer que debes tener, pero sé que puedo estar a tu lado ahora que dentro de poco tu vida cambiará.

⎯Vivimos las mismas vidas. No he conocido a otra mujer que me entienda mejor que tú. Sabes que no te he obligado...

⎯Lo sé, José. Lo se muy bien y no entiendo porqué eres tan bueno...no te merezco ⎯murmuró la princesa.

⎯¿Hasta cuándo vas a decir esas palabras? ⎯se sonrió el príncipe⎯. Te merezco y tú a mí. No hay nadie que diga lo contrario. Aunque no solo sea tu razón de venir a Francia por ver a tu familia...

Al saber esto Cristina María le tomó de la mano.

⎯Pero nunca podrá ser. Mientras viva mi padre, mientras viva bajo este apellido. Pero yo no me siento triste cuando estoy a tu lado, José Fernando. Nunca he sentido eso, y estoy aprendiendo a conocer a tal hombre extraordinario.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Where stories live. Discover now