72. Iluminada la vida por la verdad

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Alzó la mirada.

El capitán Claude le entregaba la cubeta y el pañuelo.

⎯Capitán...

⎯Sabrá usted lo que ha pasado para que mi esposa se comporte de esa manera. Pero puede disculparla, su demencia está al borde ⎯contestó el capitán Claude⎯. Esa mujer ya tiene su veredicto pero si quiere saber de misericordia aún no se comprueba de su adulterio con su amigo ⎯y escupió el capitán Claude⎯. Así que le puedo decir, señorita, que si su amigo coopera en decir que ha sido el amante de mi mujer, su condena será inferior a lo que se estaba planeando...

⎯La niña, cómo está ⎯preguntó Charlotte al levantarse. Su ojos estaban adoloridos y su expresión afligida.

El capitán Claude bufó.

⎯Es lo menos que puede importarle ⎯respondió. Se volvió a poner su sombrero⎯. Ya sabe el destino de esa mujer, y si tanto quiere que sea salvada, puede hacer que su amigo confiese. Porque sabe que ha cometido un gran adulterio. Y eso se paga ⎯cuando el fervor de la ira incrementó también lo hizo su odio⎯. Ha sido amable de ser la única que considera todavía a Miriam como una mujer cuerda, pero pierda cuidado, ya no tiene salvación.

⎯Claro que sí ⎯confesó Charlotte. Casi susurrando⎯. No estoy justificando su delito, pero su crimen no puede ser pagado con la muerte. Expulsela de la ciudad, pero no deje que su niña pierda a su madre. No lo haga, no sea cruel...no lo haga ⎯sus ojos se encontraron con vileza pero el capitán Claude se giró en su sitio.

Y no volvió Charlotte a hablarle porque había desaparecido arriba de su corcel.

Las manos temblaron cuando arreglaron su pañuelo y esnifó al levantarse del muro.

Tal cual motivo no podía desaparecer pero se sentía aliviada de que Miriam siguiera con vida. Seguía siendo una esperanza aún, de todas formas. Imaginarsela siendo torturada era horrible.

Esperanza retraída quizás estaba dentro de su corazón pero nada proponía a ser algo bueno, o certero. Enmendar las cosas. La culpabilidad de que ella era la culpable de que Miriam se encontrara en aquel lugar retraía sus entrañas y formaban amargura. Renunciaría a esa aflicción para sacarla de allí como diera lugar.

Sin embargo, se fue con su único pañuelo sobre sus manos directo a la plaza carrusel, donde caía ya el gran sol sobre sus alrededores y los murmullos de los parisienses continuaban con la inexactitud de su alrededor, cada quién sumergido en sus asuntos.

No se inmutó en recorrer otra vez la ciudad que conocía de pies a cabeza. Pero observó lo que había notado frente a sus ojos, en la esquina de aquella plaza, entrando a la realidad que por mucho tiempo había formado.

Charlotte asintió con un temblor, pero se recuperó cuando vio a Pabeu, aún dormido, en los brazos de Ángelo, que había observado cada movimiento incluso desde que entró. Ya no sabía si fue buena idea haberla dejado ir a ese lugar, pero al notar la desaparición del capitán, tuvo que mirar con ojos oscuros.

Ángelo caminaba desesperadamente hacia el lugar que habían acordado.

Al encontrarse junto a él, los ojos de Charlotte sólo reflejaban debilidad, e incluso tristeza. Ángelo tan sólo la jaloneo hacia él para estar fuera del ojo de la calle. Charlotte cerró los ojos, aguantando sus lágrimas de frustración y el dolor en su vientre.

Escuchó los pasos de Ángelo detrás de ella.

⎯Marchate con él. Yo buscaré a Sebas y a Jeanville en la comarca, ahí por Faoubourg.

Charlotte tomó a Pabeu entre sus brazos. Su expresión seguía siendo la misma.

⎯Prométeme que me esperarás. Júrame que no harás nada estúpido. Piensa en tu niña, en tu hermosa niña. Júramelo Ángelo. Ella está viva, sigue con vida. No en las mejores condiciones...pero está viva...

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt