Capítulo 44.

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Zack

Estoy en el entrenamiento con los demás. Anne seguía dormida cuando me levanté y le di un beso en la frente antes de irme. No la desperté porque ayer tuvo un día lleno de emociones y quiero que descanse.

—Quiere tener nuestros cachorros — murmura Sirius.

—Sí, los quiere tener, pero no te hagas ilusiones, te lo vuelvo a decir — le hago saber porque este lobo no entiende — no va a quedarse embarazada de un día para otro.

Me gruñe y corta el link. No quiere escuchar verdades.

Vi la ilusión y el brillo en su mirada cuando habla de cachorro...

—Joder — me llevo la mano a la cara al recibir el puñetazo de Ethan.

—No estás concentrado — me lanza otro puño que esquivo y le doy uno en el abdomen, haciendo que se doble — mal nacido.

—Estaba pensando en mis cosas.

Asiente y seguimos luchando cuerpo a cuerpo hasta que llega la hora del almuerzo y me despido de los demás. Necesito verla.

Al llegar a casa no la veo, pero su aroma está en todas partes y me voy a la habitación para darme una ducha.

—¿Dónde estás? — le pregunto a través del link y no recibo respuesta.

Quizás está entretenida. Dijo que le iba a comprar algo al cachorro.

Pasan las horas y sigue sin responder. La llamo por teléfono y no hay respuestas. El pecho se me oprime al pensar en cosas que no debo, es imposible que le haya pasado algo.

Tomo mi camisa para salir a buscarla y cuando estoy bajando las escaleras, escucho la puerta.

—Amor — me saluda con una sonrisa y entra cargada de bolsas.

—Anneliese — respiro un par de veces antes de volver a hablar — pensé que te había pasado algo. Mierda, ven aquí.

Deja las bolsas en el suelo y viene a abrazarme mientras paso mis manos por su cuerpo, dejando más de mi aroma en el suyo.

—Lo siento, tenía el teléfono apagado y estaba comprando cosas. Mira todo lo que le compré a Valentino — responde y me lleva al sofá.

La tomo de la cintura para sentarla en mi regazo y me da una sonrisa.

—Parece que alguien me ha echado de menos — susurra en mis labios antes de dejar un beso corto.

Saca la ropa del cachorro y veo que ha comprado de todo un poco. Pantalones, camisas, gorritos.

—Se lo llevaré mañana o pasado. Ahora estará liada.

—¿Has almorzado? — pregunto y niega con la cabeza.

La levanto para ir a la cocina, donde hacemos una comida ligera.

—Ya he sacado cita con la ginecóloga — me informa sin mirarme — me ha dado para el viernes por la mañana. ¿Vendrás?

—Por supuesto — entrelazo nuestras manos y la miro — lo haremos juntos.

—Sé que piensas que estoy demente por querer un bebé tan joven — comienza a hablar nerviosa y la escucho — pero es que no me importa, yo lo quiero. ¿Tú también?

—Cariño, tendría una docena de cachorros corriendo por aquí y por la manada — respondo y ella abre los ojos como platos — también lo quiero, pero no quiero que esto pueda intervenir en tus sueños.

SempiternoWhere stories live. Discover now