Capítulo 83.

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Anneliese

Estamos a 29 de noviembre, el cumpleaños de mi hombre y el mío lo pasamos en nuestra casa con la familia, cada vez me cuesta más moverme, por eso no hicimos nada y pasamos el día juntos. Me llenaron de regalos y mimos. Mi bebé estaba como loca, creo que sentía la misma energía que yo y parecía que estaba bailando salsa en mi barriga.

Adha me hizo un reportaje de fotos en la laguna con las chicas, me compraron las batas que se usan y fuimos a hacernos las fotos. Mi hombre también estaba, no podía perderse ese día. La hicimos al atardecer y las fotos quedaron hermosas, están por toda la casa y en todos los tamaños.

Estoy de 38 semanas, en la recta final y Astrid me dijo que iba a sentir como la bebé se acomodaba para prepararme para el parto. Siento algún dolor que otro, pero nada grave. Zack está dormido pero no voy a despertarlo, el pobre lleva noches sin dormir al notar mi inquietud, se nota que está cansado, incluso tiene ojeras.

Tengo molestias en la pelvis, caminar me duele, pero la alegría que siento al saber que queda poco para conocer a mi bebé me hace olvidar todo. Tengo muchos nervios, no sé cómo será el parto ni cómo lo llevaré, estoy un poco asustada.

Me levanto para ir al baño a hacer mis necesidades, me lavo los dientes y bajo a la cocina para desayunar algo. Me preparo lo de siempre, dos sándwiches de jamón y queso con mi batido de chocolate frío.

La ropita de la bebé está toda lavada, planchada y ordenada en el vestidor. El bolso del hospital también está listo al igual que su carrito. Me volví loca cuando lo ví en el escaparate de la tienda, es negro y plateado. A mi hombre también le gustó mucho, también tenemos la sillita para el auto del mismo color. Estoy deseando tenerla conmigo y abrazarla.

Por supuesto, he ganado peso, mis pechos están más llenos que nunca por la leche, me han salido estrías a los lados, solo unas cuantas, pero están ahí. A mi no me importan, es el ciclo de la vida, a unas no le salen y a otras sí. A mi hombre tampoco le importan, solo se ha dedicado a cuidar mi piel todo el embarazo cuando se lo pedía. Me compra cremas con las que me hace masajes y...

—¿Qué haces despierta? — me sobresalto al escuchar su voz, ni siquiera me he dado cuenta de que estaba justo delante.

—Por la Diosa — me llevo la mano al pecho y lo miro mal — estoy desayunando.

Él suspira mirando al techo mientras yo sigo comiendo con mal humor por el susto que me dió. Está obsesionado con que yo descanse y mi cuerpo ya no puede estar quieto.

****

Estoy en el vestidor tratando de ponerme unas mallas para salir a dar un paseo, pero estas no suben y tengo ganas de llorar.

—No te quedan, cariño. Ponte las que compraste el otro día, aún no las has estrenado.

Niego con la cabeza sintiendo como las lágrimas caen. Estoy todo el día así, me río unos minutos y lloro al siguiente. Los cambios de humor son horribles y no me gustan nada.

—Quiero estas — le digo tratando de subirlas otra vez y noto como se rompen un poco por la cintura — ¿has visto? No entro en la ropa, estoy gorda y tú dices que no — suelto a llorar mientras lo señalo con mi dedo y se ríe — y encima te ríes de mí.

—No, cariño — sujeta mi cara y yo intento apartarlo — no me estoy riendo de ti, pero me hace gracia que quieras ponerte unas mallas que usabas cuando no estabas embarazada.

Lo miro con el ceño fruncido y vuelvo a mirar las mallas. Por los Dioses... creía que eran unas nuevas.

—No lo sabía — le respondo limpiando mis lágrimas.

SempiternoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ