Capítulo 36.

1.8K 135 14
                                    

Anneliese

Estamos a viernes, han pasado ya cuatro días desde el encuentro que tuve con Farah y no ha vuelto a dar problemas. Papá la ha estado vigilando y no ha hecho nada sospechoso. Según él, tiene que vigilar lo que hace porque no sabe si se va a poder aliar con el enemigo. En cuanto a Ibrahim, no se ha vuelto a saber nada de él, pero las palabras que me dijo Malek siguen resonando en mi cabeza. Prepárate para la guerra. Es lo último que me pudo decir.

Mis padres me han contado la pelea que tuvieron hace algunos años cuando Alfa Ulrich vino a querer llevarse a mi madre. Mi manada perdió más de veinte hombres y mujeres.

—Deja de pensar en eso y concéntrate en lo importante — me regaña Freya y vuelvo mi atención a mi alrededor.

Zack ha estado enseñándome a conducir todas estas tardes, he mejorado muchísimo, pero aún me cuesta un poco. Por ejemplo, cambiar las marchas no se me da muy bien, pero me las apaño, con unas cuantas clases más, estoy lista para conducir por mi cuenta.

Ahora mismo nos encontramos en una tienda de muebles. Estamos decorando su casa nueva. Hemos venido a la ciudad, ya que he visto algunas páginas que me han gustado.

—Nuestra casa — gruñe Sirius en mi cabeza y me río.

—Lo que digas mi lobito lindo — él ronronea y corto el link.

—¿Qué pasa? — pregunta mi hombre confundido.

—Nada, Sirius es muy gruñón, se parece a ti.

Él niega con una sonrisa mientras vamos a la zona donde hay miles de cortinas. Diosa, de verdad hay miles. Diferentes tamaños, estilos y de todos los colores posibles.

—Podríamos poner unas grises — señalo — ya que el salón va a tener los muebles blancos junto al sofá gris.

Él asiente de acuerdo mirando alrededor. Está cansado y se le nota en la cara, llevamos toda la tarde aquí.

Toda la casa está lista. Solo falta el salón y nuestra habitación. Vamos a poner una cama King size, según Zack para que no le de tantas patadas cuando duerma. Desde luego él no se escucha cuando ronca, parece que me va a tragar.

—Esas me gustan — mi hombre señala unas con diseños intercalados.

Le pido las medidas a la mujer y ella me las entrega para ponerla en el carrito.

—Espero que disfrutéis de vuestra nueva etapa.

—Muchas gracias — le respondo con una sonrisa genuina. Nos ha estado ayudando toda la tarde, la pobre ha estado dando vueltas con nosotros.

Llevamos todo lo que nos hace falta, menos los muebles de nuestra habitación. Hemos elegido un sofá rinconero Miami, es el más grande que tenían aquí y me ha encantado. Es gris con una suave tela y Zack se ha sentado para probarlo.

—Ni se te ocurra sacar tu tarjeta o te juro que te azotaré las nalgas — me avisa Zack a través del link y lo miro.

Me muerdo el labio para ocultar la sonrisa. No sé cuántas veces me ha amenazado con eso.

—Solo tiene que darnos sus datos y dirección — pide la señora y él saca lo que necesita — muy bien. Mañana sobre las nueve lo tendrán en su puerta.

—Muchas gracias. Estaremos atentos — le digo ansiosa.

Solo falta nuestra cama, así que nos dirigimos a la siguiente tienda.

—Espero que aquí la encontremos o me volveré loco — dice suspirando metiendo su mano en mi bolsillo trasero de mi vaquero.

Damos unas cuantas vueltas hasta que por fin llegamos a la sección donde se encuentran las camas. Ahí está lo que tanto buscábamos.

—Esa — decimos los dos a la vez y nos miramos para soltar una risa.

Miramos la cama de nuevo. Es enorme, gris oscuro y acolchada. Voy a poder poner todos los cojines que quiera y aún así, poder tumbarme sobre ellos.

—¿Os puedo ayudar en algo? — llega un hombre con una sonrisa y asentimos.

—Esa cama, la queremos llevar — respondo y él asiente.

Nos explica el cuidado que debe llevar, el colchón recomendado y demás. Zack vuelve a dar sus datos junto a la dirección y nos informan que mañana la tendremos a primera hora.

Por fin vamos a tener la casa lista. Justo ayer terminaron de pintar todas las paredes y empezamos a mirar muebles. Ya no nos queda nada por hacer, solo algunos electrodomésticos para la cocina y el salón.

—También falta la televisión para nuestra habitación — le recuerdo a Zack y asiente — podemos ir mañana, también estoy cansada y quiero volver.

Hemos estado toda la tarde buscando y comprando todo, por fin nos vamos de aquí. También hemos elegido las mesitas de noche junto a las lámparas que son preciosas.

—¿Te gusta?

—Claro que sí, amor. Va a quedar hermoso — respondo abrazándolo.

****

—Estoy cansado.

Zack se tira a la cama. Hemos llegado a casa y mamá estaba dormida en el sofá.

—Yo también — respondo quitándome los zapatos y me tumbo encima suya sobre su ancha espalda.

Estamos así durante unos minutos hasta que siento un poco de humedad en mis partes.

—Mierda — me levanto para ir al baño y cuando me bajo el pantalón veo mis bragas un poco manchadas de sangre.

—¿Estás bien? — pregunta Zack desde la puerta que está cerrada.

—Sí, tranquilo. Sólo me ha llegado mi menstruación.

Me doy una ducha rápida y me pongo el pijama, ya que no vamos a salir a ningún lado. Al salir del baño veo a Zack tumbado y me pongo a su lado pasando mis piernas por las suyas.

—¿Te duele?

—No. Ahora mismo, no.

—Oh, yo que pensaba calmarte con unos besos.

Hago una mueca como si me doliera demasiado y lo miro haciéndole ojitos.

—Me duele.

Suelta a reír y nos besamos. No se cuanto tiempo pasa, pero mi padre entra abriendo la puerta sin llamar, con cara de pocos amigos y señala a Zack.

—Cuidado.

—Papá — me quejo soltando una risa cuando se da la vuelta dejando la puerta abierta.

—Vamos a cenar — le doy una palmadita en el pecho y nos levantamos.

Al bajar veo a todos en la mesa y nos sentamos.

—¿Qué has hecho hoy, cariño? — pregunta abuela Sinnia.

—Hemos estado en la ciudad, viendo muebles para la casa nueva de Zack. Ya tenemos todo, solo faltan algunos electrodomésticos y las televisiones para nuestra habitación y el salón — les informo.

Mi padre se ahoga con el vino y comienza a toser poniéndose rojo.

—¿Qué? — habla cuando se recupera — ¿Quién te ha dado permiso para irte de casa, muchacha?

Me río al igual que mamá y niego con la cabeza.

—Papá, no me voy a mudar — lo calmo y agarro el vaso para beber — no por ahora.

—Diosa — susurra cerrando los puños — No te puedes ir aún.

Sé que no quiere que me vaya, pero algún día tenía que ocurrir, además solo estamos a quince minutos de distancia, pero no quiero que la comida le sepa mal y tampoco lo hemos decidio aún. Aquí estamos bien.

—Tranquilo.

Terminamos de cenar y volvemos a mi habitación.

Adha está teniendo una cita con Luca, estaba súper nerviosa y no sabía que ponerse. Esta mañana en clases apenas ha podido concentrarse.

—Buenas noches, cariño — susurra envolviéndome en sus brazos y apago la televisión.

—Buenas noches mi amor.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora