Capítulo 32. Un hermoso problema.

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Pasé casi todo el domingo y lunes trabajando en la florería, pero el martes le pedí a mamá permiso para cerrar la florería y poder ir a casa de Ángelo. Y mamá sintiéndose mal por que fueran mis vacaciones, me permitió incluso cerrar la florería por el resto de la semana, para descansar antes de tener que regresar a los pesados horarios de Hawtz, y todo lo que tenía que estudiar para las finales de los concursos de matemáticas y física.

Yo no podía estar más contento por el tiempo libre. Comúnmente no hubiera aceptado cerrar la florería casi una semana entera, pero ahora, no podía evitar emocionarme pensando en todo el tiempo que podría pasar con Eloína en esta semana de vacaciones.

-Wow...-Dije al bajarme los lentes de sol estando parado bajo la escalinata de la casa de Eloína, quien me sonrió cerrando la puerta de su casa para irse acercando. -Te ves...eres más bonita que un ángel. -No encontré palabras. Ella rio acomodando su pequeña bolsa plateada sobre su hombro.

-Tú siempre te ves bien también. -Dijo bajando las escalinatas de su casa en esos pequeños tacones plateados suyos.

-Es...enserio que cada día que te veo estás más hermosa. -Dije aun incomprendido con eso ¿Cómo lo hacía?

Ella usaba una minifalda azul claro con una corta blusa del mismo color. Traía las arracadas plateadas de la misma noche en la que nos habíamos besado por primera vez, y la misma sonrisa y emoción también. Incluso corrió hacia mí, pero esos pequeños tacones plateados la hacían no poder correr tan rápido como de costumbre por lo que reí acercándome para recibirla en mis brazos.

Di un largo beso en su frente.

-¿Y si en lugar del cine vamos al registro civil? -Le propuse en voz baja haciéndola reír.

-Alec Rutz ¿Me estás proponiendo matrimonio? -Rio ella.

-Depende... ¿Quieres? -Pregunté, y aunque mi tono era bromista, no me molestaría llevar la broma acabo. Ella rio negando.

-Mi padre me mataría. -Dijo ella.

-Bueno, no puede evitarlo desde Washington ¿o sí? -Le dije, y ella negó.

-No, supongo que será su culpa por nunca estar aquí. -Dijo haciéndome reír. Me sonrió y se puso en puntas dando un beso en la comisura de mis labios.

-Gracias por venir tan temprano, Cindy y sus amigas me estaban volviendo loca. -Me susurró. Asentí de inmediato tomando su mano.

-Podemos entretenernos hasta las doce. -Le dije sin problema, pues ambos habíamos acordado para ir al cine a una función de mediodía, pero ella me había mandado mensaje desde las nueve diciendo que las amigas de su madrastra habían ido a desayunar a la casa y la habían despertado riendo y gritando a todo volumen.

-Gracias, enserio nunca había escuchado tantos gritos en mi vida. -Decía ella haciéndome reír.

-Y eso que Whitney y Niki son tus amigas. -Dije haciéndola reír.

-Bueno sí, ellas son super gritonas, pero...al menos gritan cosas graciosas. Estas mujeres sólo gritan para ser escuchadas una sobre la otra, es...no lo entiendo. -Decía ella fastidiada. Reí un poco y levanté su mano hasta arriba por lo que sonrió dando un giro.

-Preciosa. -La halagué haciéndola reír de ya mejor humor.

-Vamos, podemos dar una vuelta en el centro comercial. -Dije haciéndola asentir sin problema.

Y como si siempre hubiera sido un privilegiado alumno de Hawtz, subí a mi costoso Audi, con mi preciosa novia rica sentándose a mi lado, poniendo la música de moda en su caro celular, y hablando de cosas tan superficiales y divertidas como la fiesta que habría el viernes en la mansión y piscina de Laurence.

Mi AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora