Kirishima Eijiro

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Narrador: _______

Pedido de: tu-persona-fav

Eran las ocho de la tarde cuando Kirishima me llamó.

-¡Amor! ¿Cuándo llegas? Los niños te están esperando impacientes.- dije al coger el teléfono, ansiosa por verlo yo también.

-Hola cariño...- su tono sonaba triste.

-¿Qué pasa? Pareces tristón...- pregunté preocupada.

-Es que el tren se ha aberiado y tardarán unos tres días en repararlo, así que no iré a casa hoy...- respondió apenado.

-¿Qué? Pero ibas a llegar hoy...- dije entristecida, de verdad que lo echaba de menos.

Eijiro se había tenido que ir a una misión importante durante los últimos tres meses, y se suponía que hoy debía venir...

-Lo sé, lo siento... Pero oye, son tan solo tres días más, nos las apañaremos.- intentó animarme, como siempre.

-Sí, está bien...- respondí suspirando.

Fue entonces que Aiko, nuestra hija pequeña, empezó a llorar.

-Te dejo, Aiko está llorando.- informé.

-Vale, cuidaros mucho. Pronto nos vemos.- se despidió mi esposo.

-Te quiero.

-Yo más.- y con eso, colgó la llamada.

Justo después de colgar, fui a la habitación para atender a mi hija.

-Aiko cariño, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?- pregunté mientras me agachaba a su altura.

-Me he caído y me duele la rodilla.- me respondió entre sollozos.

-Ay pobrecita... Venga eso no es nada.- le dije con una sonrisa reconfortante.- Sana sanita curita de rana, si no se cura hoy se curará mañana.- empecé a cantar la canción de las heridas mientras frotaba su rodilla adolorida, haciendo "magia" para que no doliera.- ¿Mejor?

-¡Sí! Gracias mami.- me abrazó contenta, pues gracias a esa maravillosa canción se le pasaron todos los males.

-¿Dónde está tu hermano?- preugunté, pues no lo vi en la habitación.

-Ha ido un momento al lavabo.- informó ella para después seguir jugando con sus Hot Wheels.

Justo en ese momento Ren, nuestro hijo mayor, entra al cuarto.

-Mama, ¿cuándo llega el papa?- me pregunta impaciente, pues está deseando ver a su padre.

No quiero decírselo, se pondrá muy triste, pero... No le puedo mentir.

-Verás Ren, es que papá...- justo en ese momento el timbre sonó.- Esperad aquí, ahora vengo.

-¿Y si es el papa?- pregunta mi hija, inocente.

-No creo que sea él, pero si es ese el caso os avisaré.- dije para, seguidamente, dirigirme a la puerta principal.

Al abrir mi sorpresa fue notoria, pues quien estaba detrás de la puerta era nadie menos que mi querido esposo.

-¿Q-qué haces aquí? ¿Y el tren aberiado?- pegunté confusa.

-¡Sorpresa! Así te ha echo más ilusión, ¿a que si?- dijo con una sonrisa.

-¡Idiota! Estaba muy triste, pensaba que no te vería hata dentro de tres larguísimos días.- regañé, pero justo después me lanzé a abrazarlo.- Te he echado de menos.

-Y yo a ti.- susurró en mi cuello.- ¿Ya están dormidos los niños?

-No, de echo te están esperando impacientes. Tienen muchas ganas de verte, te han echado mucho de menos.- informé al pelirrojo.

-Y yo a ellos también.- suspiró.

-¡Niños! ¡A que no adivináis quién ha venido!- dije en tono alegre.

No tardamos en escuchar pasitos apresurados por el pasillo.

-¡Papá!- exclamaron los dos a la vez en cuanto vieron a su padre.

-¡Hola peques!- dijo Eijiro igual de feliz de verlos.

Ambos se lanzaron a los brazos de su padre, dandole un fuerte abrazo.

-¡Menos mal que ya has llegado! Te echaba de menos.- Ren abrazaba fuerte a su padre, pues tenía miedo de que si lo soltaba se volviera a ir.

-Yo a vosotros también, creeme.- respondió él sin dejar de abrazarlos.

-No te vuelvas a ir papa, te extrañé.- habló ahora Aiko, abrazándolo también con fuerza.

-No lo haré, ahora estoy aquí con los tres.

Después de un rato deshicieron el abrazo.

-Chicos, es hora de ir a la cama.- avisé, pues eran casi las nueve y al día siguiente tenían que ir al colegio.

-¡No! ¡Quiero estar con el papa!- se quejó la niña.

-¡Yo también!- siguió mi hijo.

-Venga, mañana podréis estar toda la tarde con él, pero ahora hay que dormir.- proseguí.

Si no se duermen ya mañana será imposible despertarlos.

-¿Nos cuentas un cuento?- me pidió la peque.

-Tengo una idea: ¿y si os lo cuenta el papa hoy?

-¡Sí!- exclamaron los dos a la vez, contentos con la idea.

-Está bien, vamos.- dijo Eijiro sin borrar su sonrisa.

Los cuatro fuimos a la habitación de los niños y, después de arroparlos, Kirishima se sentó en la silla del escritorio y empezó a leer el cuento de Los tres cerditos.

-Había una vez tres cerditos que decidieron construir sus casas en un campo...

Los pequeños escuchaban atentos a su padre, hasta que después de unos minutos les entró el sueño y empezaron a bostezar para, poco a poco, quedarse dormidos.

-Buenas noches, os quiero.- susurró Eijiro después de darles un beso en la frente a cada uno.

Lo miré sonriendo y, después de darles un beso a cada uno yo también, ambos salimos de la habitación silenciosamente.

-No sabes cuanto los he echado de menos.- dijo con los ojos aguados.

-Shhh, lo importante es que ya estás aquí con ellos, con nosotros.- intenté calmarlo para después darle un tierno beso.

-A ti también te he echado de menos.- me aseguró mi esposo.

-Lo sé.- dije sonriendo.- Venga, vamos a la cama, debes estar exhausto después del viaje.

Dicho esto, le agarré de la mano y lo conduje hasta nuestro dormitorio.

Nos pusimos nustros pijamas calentitos y nos arropamos en la cama, abrazándonos.

-Echaba de menos esto...- comentó somniliento.

-Yo también...- respondí con una enorme sonrisa.- Ahora duerme, lo necesitas.- dije dandole un pequeño beso en la mano.

-Mhm. Te quiero ______.

-Yo a ti también Eijiro, mucho.

One shots bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora