LA MIRADA DE UNA EMBUSTERA I [EN CORRECCION]

EPÍLOGO

Un año después.

La mañana ha sido muy agitada, luego de meses en práctica, al fin he logrado terminarla, siendo este mi último día, como cocinera en el restaurante. Joan, a pesar de haberlo pedido reiteradas veces, continúa intentándome convencer de quedarme, ofreciéndome, incontables beneficios, los cuales no le daría a cualquiera, pero la verdad es que, tengo mejores planes pensados para mi futuro.

—¿En verdad te irás? —dice Joan, montando los detalles finales de las entradas, para los comensales.

—Ya has hecho mucho por mí, permitiéndome trabajar y realizar mi práctica profesional aquí —respondo sonriente —pero ya tengo otros objetivos en mente.

—¿Tales como qué? —me mira molesta —esto te gusta, la cocina es lo que escogiste ¿Qué otra cosa, sería mejor que, trabajar de esto?

—La salud —doy una leve carcajada —volveré a estudiar y al igual que tú, que has logrado montar este restaurante en tan solo unos meses, seré la mejor en algo que realmente me apasione —toco su hombro, intentando así calmar su enfurecimiento —eso no significa que dejaremos de ser amigas, vendré a verte siempre que pueda.

—Bien, pero me traerás más historias sobre el idiota de tu ex y como es que dejó embarazada a la tonta de Vanessa —me sonríe, esperando a saber algo más sobre esa historia.

—También fue detenido por pensión alimenticia —continúo hablando, mientras me quito el mandil negro de la cintura —o de Axel, que terminó siendo expulsado de la escuela, por mal rendimiento y ahora es stripper.

—Juro que iremos un día a verlo, es un imbécil, pero está bueno.

—Hablaremos de esos chismes y como detuvieron a David por andar con sus alumnas —me quito el gorro de cocina, dejándolo sobre el mesón —ya es hora, en dos minutos termino.

Al oír, como es que una de mis compañeras me llama, me acerco a ella con velocidad, así mismo, enterándome, de que alguien se encuentra esperándome afuera. Curiosa, me despido de todos, para luego salir en su búsqueda, encontrándome con comentarios de chicas, sobre un atractivo uniformado en la entrada, al cual desearían poderle pedir su número de contacto.

—Pero ¿Quién podría ser? —interrogo, caminando cada vez más rápido, ignorando por completo, el hecho de que, aún, me encuentro con el uniforme.

En medio de la tierra y el pasto, corro sin poder pensar, logrando quedar frente a Daniel, quien, con su vestimenta militar y una brillante sonrisa, corre a besarme, ignorando, por completo, el hecho de que, aún faltaba un mes para su regreso.

—No podía soportar más —dice, acariciando mis mejillas, mientras me da pequeños besos entre medio —el estar allá fue una eternidad, pero volver a ver tu rostro, me hace sentir, igual que como cuando nos despedimos.

En silencio, acaricio suavemente sus labios, mirándolo a los ojos, sin siquiera saber qué decir. Como es de costumbre, mis padres me han venido a buscar, por lo que, no debería pasar mucho, para que aparezcan.

—Pronto mis padres llegarán, no creo que, quieras que te vean besándome así —me burlo, apegando mi pecho en contra del suyo, al ser tomada por la cintura.

—Créeme, en este momento, lo que menos me importa, es lo que piensen tus padres —me besa, para luego mirarme nuevamente a los ojos —te amo y te extrañé.

—También te amo Daniel y te extrañé.

Y es así, como con tan solo un beso final, he logrado comprender que, no importa cuan mal hagamos, la felicidad siempre llegará a todo aquel que se redima y créanme, yo ya me he redimido, de mis más grandes pecados.

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