CAPITULO XXVI

54 14 10
                                    

Ruborizada, me quedo mirando fijamente con Daniel, quien, al momento de tomar conciencia de nuestra cercanía, decide dar un paso hacia atrás, estirando su brazo, dispuesto a hacer parar a un taxi por mí

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Ruborizada, me quedo mirando fijamente con Daniel, quien, al momento de tomar conciencia de nuestra cercanía, decide dar un paso hacia atrás, estirando su brazo, dispuesto a hacer parar a un taxi por mí. Sin querer continuar mirándonos, abre la puerta trasera del coche, permitiéndome ingresar en él. Creyente de que nos iremos juntos, me corro a un lado, percatándome de que cierra la puerta antes de que, le pregunte siquiera si es que, se irá conmigo.

—Vamos al mismo lado, ¿Por qué no subes? —interrogo, arrepintiendo casi de inmediato, al sentirme como una idiota por hacerlo.

—Esperaré a mis amigos —dice, alejándose de la puerta —cuídate de vuelta.

Nerviosa, asiento con la cabeza. ¿Cómo puede ser posible que, sea la primera vez que un chico, me pide cuidarme de regreso a un lugar? Son gracias a palabras, tan sencillas como esa que, me doy cuenta con la clase de imbéciles, con los que me había estado relacionando. Luego de subir el vidrio, le doy la dirección al chofer, quien emprende rumbo hacia la escuela, casi de inmediato.

—¿Él es su novio? —pregunta el hombre al volante, quien, con una sonrisa, me mira a través del espejo retrovisor.

«¿Y a ti qué te importa? Viejo metiche» Pienso molesta, pues a pesar de que, tal vez en el fondo me gustaría, ni siquiera lo conozco.

—¿Por qué la pregunta? —contesto, mirando hacia atrás, con intenciones de ver a Daniel en la lejanía, pero es imposible, ante la exasperante cantidad de autos, por detrás.

—Porque se le veía preocupado de su bien estar y, además, pude verle hacerme señas por el espejo, con las que me dejó en claro, que me asesinará, si no llega a salvo hasta su destino —da una leve carcajada —tal vez no sea su novio, pero debe gustar mucho de usted para hacer eso.

Satisfecha con sus palabras, doy una leve sonrisa, mientras veo la lluvia caer a través del espejo, haciéndome sentir, como en una historia romántica. Una vez en la escuela, le pago al hombre y emprendo camino hasta el interior de la escuela, logrando mojarme bastante poco, gracias al paraguas que mi salvador me proporcionó. En silencio, me quedo mirando el objeto por unos segundos, logrando rememorar su palabra "Amigos", como una confesión a que no tiene novia.

—Menos mal —susurro, cerrándolo por completo, mientras camino por los pasillos del lugar.

Cercano al gimnasio, puedo oír la voz de la directora quien, parece estar dando un informativo el cual, me quedo escuchando con atención. Su rostro se ve sonriente, aun cuando está hablando sobre su jubilación y lo mucho que extrañará la escuela. Todos se ven sorprendidos, pero la verdad es que, ya debería haberlo hecho hace años, no sé la verdad porque se alteran de esa forma.

Cruzada de brazos, me quedo esperando a que, termine sus incontables horas de despedida, las cuales parecen ser eternas. Listos para terminar, puedo ver a la presidente del centro de alumnos pararse junto a ella, pidiéndole hacer unas declaraciones, en las que, para mi sorpresa, informa sobre su retiro y la elección de una nueva persona al mando, nombrándome a mí como su sucesora.

LA MIRADA DE UNA EMBUSTERA I [EN CORRECCION]Where stories live. Discover now