CAPITULO II⭐

237 50 57
                                    


Con una lentitud agotadora, apenas ha pasado una hora desde el inesperado encuentro en mi habitación con el profesor David, haciéndome sentir que cada segundo que pasa no es más que un castigo silencioso que está preparando a la perfección

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con una lentitud agotadora, apenas ha pasado una hora desde el inesperado encuentro en mi habitación con el profesor David, haciéndome sentir que cada segundo que pasa no es más que un castigo silencioso que está preparando a la perfección. Su silencio es aún más molesto que el saber que su actitud reciente no fue más que un juego para él, uno en el que la humillada terminaría siendo yo.

Sentada en uno de los asientos de su oficina, lo quedo mirando fijo, intentando poder interpretar su seria y poco expresiva mirada, la que a pesar de ser cautivadora no deja de producirme un ligero odio hacia él. Acomodando mis pies sobre su escritorio, saco un dulce del interior de mi sostén, esperando a poder llamar su atención, pero este no quita los ojos de su computadora, ignorando por completo cada uno de mis movimientos.

«Con que ignorándome ¿Eh?». Pienso, levantando ligeramente mi falda con la intención de que se vea un poco más de mis pálidos y gruesos muslos, sin lograr que tenga ni una sola reacción.

Fastidiada ante su menosprecio, apoyo mi pierna derecha sobre la izquierda, dejando a la vista parte de mis bragas, las cuales son escaneadas con sigilo por el profesor, quien intenta simular no haberlas visto, mientras continúa escribiendo en su computadora. Sonriente, me quedo mirándolo directo a los ojos, esperando a poder cruzar miradas con él, pero este dispuesto a acabar con mi diversión, coge el mesón con ambas manos y lo tira hacia sí mismo, logrando que mis piernas caigan con brusquedad al piso. Es en este preciso momento, cuando una leve sonrisa se ve reflejada en su rostro, cambiando absolutamente todo el ambiente que había estado experimentando desde un principio.

—Qué fastidio —giro la cabeza, intentando disimular lo mucho que me ha gustado verlo sonreír —¿Cuánto más deberé verlo estar en su computadora?

—Para comenzar, deberías aprender a sentarte bien, he visto por completo tus bragas, incluyendo la costura rota que llevas en ellas ¿Es que tus padres no te dan dinero para comprar lencería nueva?

Sin poderlo comprobar, decido continuar ignorándolo el mayor tiempo posible, siendo el uso de mi celular la única forma de poderlo llevar a cabo. Entre mis cortas navegaciones en redes sociales, puedo sentir como se levanta de su asiento y se posa frente a mí intentando llamar mi atención, pero la verdad es que el nerviosismo ha comenzado a actuar y por algún motivo que desconozco mis mejillas se están ruborizando de una forma que no me permite siquiera poderlo mirar a los ojos.

Sus grandes y musculosas manos hacen su aparición una vez sobre mi celular, dispuestas a quitármelo de enfrente con tal de obligarme a mirarlo a los ojos, acción que he estado intentando evitar desde que he sentido como mis latidos han cambiado de velocidad. ¿Qué es esto que me está provocando?

—¿Y ahora qué? ¿Qué tanto mira? —interrogo con tono molesto, intentando disimular el nerviosismo que me produce el tener esos azulados ojos cerca de mi rostro, mirándome con seriedad de pies a cabeza como si estuviera examinando cada parte de mi cuerpo.

LA MIRADA DE UNA EMBUSTERA I [EN CORRECCION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora