CAPITULO XXIX

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Puedo sentir, como es que, mi corazón late con fuerza, mis mejillas se encuentran ruborizadas y las manos me sudan considerablemente

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Puedo sentir, como es que, mi corazón late con fuerza, mis mejillas se encuentran ruborizadas y las manos me sudan considerablemente. Lentamente, lo miro a los ojos, entregándole una de las sonrisas más reales, que me he atrevido a enseñarle a alguien. Inquieto, Daniel me queda mirando, alejándose con brusquedad de mí, mientras que, sus ojos se abren exageradamente, como si hubiese visto a un fantasma. Sin decir ni una sola palabra, espera la llegada del director, viendo la oportunidad precisa, como para poderse retirar, negándome siquiera poder reaccionar. No puedo creer su reacción, la verdad es que, creí ciegamente que, este sería el momento de nuestra romántica declaración.

«Es que, ¿En realidad, confundí sus sentimientos?» Pienso con preocupación.

—¿Cómo te sientes? —interroga Hugo, el nuevo director, mientras acaricia mi hombro. Si no estuviese desinteresada en él, pensaría que está coqueteando conmigo —ya tienes color, antes estabas pálida, ¿Puedes ponerte en pie?

—Sí — respondo, intentando levantarme de la cama, pero perdiendo el equilibrio, casi de inmediato —estoy un poco mareada— digo, dejando que me ayude a sentar.

—¿Me dirás lo que sucedió? —me queda mirando, con seriedad —es que ¿Usas drogas?

Su pregunta me hace sentir enojada, no puedo creer que, alguien me esté preguntando esto, aún más cuando me encuentro en esta condición. Es que ¿No es suficiente verme así? Sería, me quedo mirándolo por unos cuantos segundos, pensando, si mencionar el nombre de la responsable o simplemente fingir ignorancia. No puedo evitarlo, los deseos de venganza, invaden cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome sentir extasiada al mentalizar, cada una de las distintas formas en las que, podría hacerle daño, hasta qué logro recordar, una conversación no muy lejana, que tuve con Daniel.

Puedo recordarlo, como si hubiese sido ayer. Ese día, llevábamos horas jugando, él me explicaba cosas sobre este, los cuales, a pesar de mi innegable inteligencia, no lograba comprender en lo absoluto, mientras que, me encontraba mirando por la ventana, esperando a encontrar, algo más interesante en las afueras del lugar. Fue en el momento en el que, vi a unos chicos hablar que, decidí prestar atención a su conversación, logrando oír el nombre de Daniel, haciéndome sentir curioseada, a tal extremo que, me quedé atenta a sus palabras, al igual que una señora chismosa.

—¿Tú qué piensas sobre él? —Oigo preguntar a uno, quien se encuentra mirando a su alrededor, como si le preocupara que alguien más lo escuche.

—¿No es obvio? —responde su acompañante —no es más que un imbécil, lo único que sabe es jugar —empuña su mano con molestia —de verdad que, no sé qué es lo que, las chicas le ven.

—Ni yo —responde el chico del comienzo —tampoco es tan atractivo.

«Pero ¿De qué mierda hablan ese par de imbéciles? Si me vuelve loca de lo bueno que está» Los quedé mirando con molestia, para luego desviar mis ojos hacia Daniel.

LA MIRADA DE UNA EMBUSTERA I [EN CORRECCION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora