cuarenta y seis.

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Cuarenta y seis: Dejenme morir.

No puedo describir con palabras el dolor que sentí durante las siguientes horas, ni siquiera estoy segura de cuánto tiempo estuve allí metida.

Solo sé que todo fue jodidamente doloroso.

La primera vez que lo hicieron mi cuerpo se sintió arder, casi como si me estuviese quemando viva. Me faltó el aire por un momento y luego sentí mi cuerpo vibrar de manera dolorosa.

La segunda, sé sintió como si me estuviesen electrocutado, literalmente, sentía cada fracción de mi cuerpo víbrar de manera tan dolorosa que todo lo que pude hacer fue gritar.

La tercera fue incluso peor, dijeron algo acerca de mojarme, luego sentí todo mi cuerpo enfriarse, y luego me sentí desfallecer.

Imágenes tras imágenes venían a mi cabeza, imágenes de cosas que no recordaba que habían pasado. En algunas estaba yo, pero era mucho más pequeña, vestía un vestido azul cielo y estaba tomada de la mano de un hombre vestido de traje, enseguida supe que era mi padre.

En otras, solo estaba yo, escondida en algún rincón de la habitación espiandolo, escuchaba como caminaba de aquí para allá y farfullaba cosas en un teléfono celular.

En otras ya era un poco mayor, debía tener unos doce años, ya no usaba vestidos porque me gustaba corretear por el parque y tirarme del tobogan y eso hacia que los niños me vieran "mis calzones de niña", recuerdo que volvía del parque ese día para comer algo, recuerdo haberme detenido y ver a papá hablando con un hombre joven, él tenía todo el cuello tatuado y decía siempre "Si, señor" "Lo que ordene, señor". Recuerdo que me pregunte por qué le decía a papá señor, y recuerdo que me inquieto la mirada tan fría que este le dedico cuando papá se dió la vuelta.

Los recuerdos siguientes son borrosos, ya ni siquiera me escucho a mi misma hablando de ello a estos hombres, porque sé que lo estoy haciendo de manera inconsciente.

Mi cuerpo da una sacudida y mi cerebro se siente como si lo estuvieran apretando con fuerza. Grito cuando el hombre de traje le ordena al de la bata que me dé una descarga más, él le dice que ya he tenido suficiente, que mi cuerpo está débil y que eso solo haría que tuviera secuelas, pero al hombre del traje no le importa y él se ve obligado a darme otra descarga.

Me sale sangre de los oídos, de la nariz, de la boca, de todos lados, lo sé porque siento el líquido caliente caer sobre mi rostro. Lo sé porque siento el sabor metálico de la sangre en mi boca, casí ahogandome. Escupo y suplico que me suelten, que ya he tenido suficiente.

Pero a ellos no le resulta suficiente, siguen preguntándome cosas que a duras penas respondo, ni siquiera sé qué estoy diciendo. Mi cuerpo se sigue sintiendo como si me estuvieran quemando viva, pero está vez es incluso peor. No solo me están quemando viva, me están acuchillando, me están golpeando, me están apretando la cabeza contra el suelo, se siente todo eso y más.

Y yo no puedo dejar de gritar, de sangrar, y de murmurar recuerdos que me pasan de manera fugaz por la cabeza.

___ Creo que ya es suficiente, señor. Si la chica sigue perdiendo sangre solo morirá. - Sé que es el de bata el que está hablando, se lo escucha nervioso e impaciente.

___ Está mocosa no me ha dicho nada útil aún. - La voz del hombre es más firme. Incluso amenazante.

___ Pero...

___ Cierra la maldita boca y dale otra descarga. - Ordena.

Y si dije algo después de esa descarga no lo recuerdo, solo puedo recordar el momento fugas que me atravesó el cerebro, el que cambio todo. Y el dolor que sintió mi cuerpo ante esa última descarga.

Y luego me desmaye, no sé si por la perdida de sangre o por el dolor tan fuerte que sentí en ese momento, o por ambas, tal vez, sólo sé que luego de eso todo se volvió oscuro.

(...)

Ya no quiero estar aquí. No sé cuántos días he pasado en este infierno, pero sé que a esta altura preferiría cualquier otra cosa, incluso morir.

Me han alimentando, hidratado y cambiado, pero es una tortura tras otra. No hacen más que ponerme esos cables en la cabeza y hacerme mil preguntas, mi cuerpo no ha dejado de tiritar, como si no olvidará los electrochoques que me han dado todo este tiempo.

Tengo la boca seca y las manos frías, quiero dormir pero no puedo hacerlo, no aquí. Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que dormí aunque sea una hora. Solo duermo cuando mi cuerpo no da más del agotamiento o cuando me desmayo.

No sé qué más quieren de mi aquí, he dicho todo lo que he podido y no les ha sido útil. Siguen torturandome, siguen probando conmigo cosas horribles. Quiero irme a casa.

Quiero morir.


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