Lobo en piel de oveja I

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Tres días atrás, la verdad salió a la luz en las paredes de los confines de Bianco. Los gusanos que llevaban casi dos años carcomiendo el piso de ese edificio cedieron a sus propias preguntas, arrojándole a sus interiores llenos de vidrios rotos. La destrucción era el único resultado de su encuentro, el resto de sus vidas a punto de volcarse en un punto incapaz de ser detenido. El vidente se preparó para la cascada de las visiones, no así el detrimento a su propio cuerpo a medida que las horas pasaban entre una y otra.

Las imágenes en su cerebro eran tan vívidas como lo eran sanguinarias. Desde fallecimientos naturales a las imaginaciones más enfermizas de personajes enfermos, el color de la sangre era el principal de la paleta de colores. Todo aquel que cruzó sus pasos, en la calle de Tai Poh o en el barrio de su infancia, conoció su final en los fotogramas de sus sueños.

En la mañana, la boca seca y el dolor de los músculos de su rostro eran todo lo que quedaba de sus horas y horas conversando con la muerte. Jano no se contuvo por piedad o por la salud de su receptáculo, ocupándose de que sus horas de descanso solo fueran funciones de cines.

Los momentos de baño, de alimentación, estaban manchadas por el aroma de los wontones y la humedad de las paredes de ese departamento en los alrededores del centro. Incienso, perfume, velones, nada alcanzaba a eliminar la fragancia de la muerte. Sin importar cuanto restregara las superficies con cloro, la fritanga se pegaba hasta sus cabellos. Jano se encontraba tan cerca que, en la oscuridad de sus cuartos, su mirada lo seguía en su constante andar y acariciaba su cuerpo al echarse en el sofá.

Cada día, aún así, Sung se sentaba en la mesa del comedor tras arreglarse y pintarse como si esperara a un invitado de honor. En dirección a la puerta, los signos de desmejora ocultos tras un cuidadoso maquillaje. Sus labios rojos, su pelo en un moño decorado en un tocado, su kimono una de las últimas compras de Dalmacio. Quieto, su apariencia era igual a la de una hermosa pintura de las. Las noches sin dormir comían su cerebro, tazas de té única gasolina de sus neuronas.

A la espera ese tercer día, Sung dormitaba con las manos cruzadas frente a una taza de té. Los vendajes estaban ocultos tras las mangas. En cuanto se pillaba a punto de dormir, se erguía en el asiento y fijaba su atención en alguna de las muchas manchas de humedad en las paredes. Daba un sorbo a su té, amargo y frío tras varias horas en esa dinámica.

En los días anteriores, solo se levantaba cuando el sol se ocultaba tras la montaña de edificios y la oscuridad se posaba entre los rincones de su morada. Se levaba la cara, doblaba sus prendas y se quitaba los accesorios del tocado con cuidada lentitud. Luego veía repeticiones de películas hasta que su cuerpo no podía más y caía dormido a la función de esa noche.

Mientras cabeceaba de nuevo, ya a punto de dormirse, el rumor del seguro de la puerta lo sacó de sus ensoñaciones. En cuanto la puerta chilló en sus goznes, el aire se llenó del aroma al aceite reciclado en la cocina varias veces. Sung cerró los puños, aspirando y suspirando en largos alientos. Temblaba, pero se mantuvo firme en su falsa tranquilidad.

Michel sonreía en el rellano, mano derecha todavía en el picaporte. Su cabello estaba perfectamente peinado. Traje, camisa y zapatos pulcros, casi nuevos. Llevaba un abrigo en los hombros, tan negro como el aceite de sus ojos. En la mano izquierda llevaba un ramo de dalias rojas recién cortadas, gotas de agua como diminutos diamantes en los pétalos.

Del departamento de Bianco llegaba el rumor de una opera. El vidente frunció el ceño, ¿qué tan alto estaba la música?

—Buenas tardes, querido Sung.

—Buenas tardes, Michel.

El mafioso colgó su chaqueta, cerró muy lento a su espalda y dejó el ramo en la mesa. Se sentó para buscar los anillos en sus bolsillos. El oro brilló al colocarlos uno a uno en casi todos los dedos, menos en el pulgar de cada mano. Frente a Sung, probó cerrar y abrir los puños.

La perfidia de la sarraceniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora