—¡Exijo que te disculpes con las señoritas! ¡No puedes aparecer después de dos semanas, y sentirte la dueña del lugar!— cerré la puerta de golpe, logrando transmitir mi frustración. Miré Roberto y lo señalé con mi perfecta uña.

—¡Tu puta madre va a disculparse...! ¡Soy la dueña del lugar!—resoplé, ni siquiera sabía que pudiera tener celos de él— Yo puedo venir y hacer lo que se me dé la maldita gana, porque soy tu jodida esposa, y esta es mi jodida casa... ¡Y tú eres mi jodido esposo! ¡Mío!—

El muy idiota se estaba divirtiendo con mi escenita de celos, ¿y cómo no hacerlo? Pataleé como una niña pequeña y arremetí contra la puerta.

—¿Ustedes creen que yo debería de estar casado con una mujer que no sabe ni mi nombre?— las mujeres negaron rotundamente— ¿Y que, aparte de eso, maldice y es más grosera que los choferes de transporte público?—

Cuando la pelirroja soltó una risita ante sus comentarios, me abalancé sobre ella, pero, justo antes de aterrizar, Roberto me detuvo tomándome por la cintura.

—Muy bien chicas, ya se pueden ir— sacando fuerza, de Dios sabe dónde, me cargo como a un bebé, pasando una mano por mis piernas y la otra por mi cintura— Díganle adiós a su patrona, y denle gracias por no asesinarlas—

Las chicas salieron riendo, limpiándose el agua con la ropa. Antes de poder preguntar algo, fui lanzada sobre la cama. Ya estaba empezando a sentirme una completa estúpida, haciendo semejante escena de celos.

—Me prometí a mí mismo, que si aceptabas mi proposición de tener sexo con esas dos mujeres...— se arrodillo entre mis piernas— te pediría el divorcio, sin importarme todo el dinero que te llevarías— grité cuando, los botones de mi vestido, salieron disparados, dejándome solo en ropa interior— Y que, si tu reacción era de una mujer celosa y enfurecida por lo que veías... Te follaria hasta que, mi nombre, fuera lo único que saliera de tu boca—

Como si su existencia dependiera e eso, aquel hombre comenzó a besarme, dejándome sin respiración.

Ambos estábamos enojados y llenos de pasión, lo que provoco, un asalto cargado de mordidas, tirones de cabello, uñas clavándose en la piel. Las uñas me dolían, no era lo mismo arañar con uñas postizas.

Sintiendo que el corazón se saldría por mi boca, bajé de sobre Roberto, ni siquiera supe en que momento había quedado arriba. Para mi sorpresa, eso no había acabado ahí. Su ansiosa boca bajo hasta mis senos, mientras que lamia cada centímetro de ellos, sus manos volaban por todo mi cuerpo.

No pude resistir mucho tiempo, había estado estas dos semanas sin sexo, y verlo a él, tan furioso y salvaje, lograba que mi cabeza diera vueltas, y que mi cuerpo, temblara.

Ni bien acababa de tener un orgasmo, él se movía para que alcanzara el siguiente, causando una tortura más que satisfactoria, en mi organismo. Cada vez que llegaba al éxtasis, Roberto me pedía que dijera su nombre, ¿y como no decirlo?, si estaba envuelta en su frenesí sexual.

—Basta, por favor... me va a dar...algo— traté de alejar su cabeza de mi palpitante entrepierna, pero él seguía con su invasión.

—De nuevo... Dilo de nuevo—

—Roberto... Roberto... Ya lo dije... no más, no puedo soportar... ¡Aaaah!— tras tantos orgasmos, las ganas de hacer pipí me mataban. Quise levantarme, pero él no me dejaba.

—Te tiene que quedar bien claro mi nombre, y aquí estaremos hasta que eso suceda— inicio su ataque de nuevo, ignorando mis suplicas.

Estaba segura de que me orinaría en cualquier instante, al fin de cuentas, no era una actriz porno, de esas que pueden aguantar seis horas de sexo ininterrumpido.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora