IX

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Asher abrió los ojos.

Nuevamente, no tuvo pesadillas, lo cual era incluso aun más perturbador que tenerlas. Había pasado casi una semana atado a una columna del Partenón viendo como los monstruos frente a él celebraban y hacían estrategias para ganar la batalla aun más rápido.

Por una ligera discusión días atrás, supo que Polibotes había sido asesinado por sus amigos, mencionaron al hijo de Júpiter por lo que supuso que Jason había sido el encargado de darle fin.

Miró hacia el cielo. La oscuridad daba paso a tonos rosados provenientes del horizonte. Estaba amaneciendo, era la mañana del primero de Agosto, el día en que Gea despertaría y probablemente la última vez que Asher viera un amanecer. Por un momento dejó de lado los pensamientos catastróficos y se dedicó a disfrutar la salida del sol.

Muy pocas veces lo había hecho y se lamentaba por eso, en ese momento le parecía un de los espectáculos mas increíbles.

Si todo había salido bien, la tripulación del Argo II llegaría ese mismo día a Atenas, Asher estaba impaciente, quería verlos, pero al mismo tiempo no quería que llegaran, eso significaría que los gigantes tendrían semidiosas para elegir. Aunque por las palabras de Porfirio, sabía perfectamente quienes eran los que despertarían a Gea con su sangre.

Asher y Annabeth habían sido los elegidos para el sacrificio.

Por días él estuvo tratando de comunicarse con su madre, o con algún otro dios, pero no lo conseguía. Ni siquiera Atenea se había aparecido, Asher pensó que lo haría considerando que ella había sido patrona del lugar en el que estaba.

Aunque por una parte suponía que sería imposible, estaba rodeado de gigantes y toda clase de monstruos, no sería lo más adecuado que un dios se apareciera, además de que probablemente en el Olimpo aun seguirían con sus problemas de doble personalidad.

Para ese momento, Nico, Reyna y el entrenador ya deberían haber llegado a Nueva York, la diferencia de horarios solo significaba que aun tenían tiempo, el amanecer del primero de Agosto en Estados Unidos aun tardaría un par de horas en llegar.

Asher trató de estirarse, aunque fuera un poco, su espalda lo estaba matando del dolor, definitivamente necesitaría un buen descanso si es que lograba salir de ese lugar.

Los gigantes habían sido listos, lo habían lastimado de mil maneras, pero sin derramar una sola gota de sangre. Incluso las ataduras en sus brazos estaban colocadas de tal forma que rasparan su piel, pero no lo suficiente como par cortarla.

Suspiró mientras observaba el collar de Percy. Fue una de las pocas cosas que no le quitaron junto con el anillo que le había dado Nico.

Asher de verdad estaba impaciente por ver a su novio, quería lanzarse a los brazos de Percy y no soltarlo nunca, pero una parte de él también esperaba que no se presentara. La Acrópolis estaba rodeada de onagros, catapultas demasiado efectivas que no fallarían al apuntar al Argo II si trataba de acercarse. El camino a la cima estaba repleto de monstruos y el Partenón lleno de gigantes.

Sería una misión suicida, pero Asher confiaba en que podrían abrirse paso, de algún modo lo lograrían.

La tierra retumbó cuando Porfirio se acercó a él. Asher lo observó con disgusto, el gigante sonrió.

—Deberías alegrarte, semidios. Me han informado que tus amigos están navegando a través de las islas Sarónicas, llegarán al puerto del Pireo en un par de horas, imagino que estás ansioso por ver a tu querido Percy Jackson.

Asher lo miró son el ceño fruncido.

—¿No dirás nada? ¡Ah! Que tonto, olvidé que estás amordazado. En fin, deberías prepararte, la ceremonia comenzará muy pronto y te prometo que cuando llegue el momento, yo mismo te regaré este suelo con tu sangre.

MORTE // PERCY JACKSON Where stories live. Discover now