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Asher amaba los pastelitos de fresa.

Siempre que no estuvieran custodiados por serpientes gigantes, claro.

Mientras avanzaban penosamente por la colina, deseó poder desmayarse
como Hazel, entrar en trance y revivir horas después cuando todo el peligro hubiera desaparecido.

Su espada le chocaba contra la espalda.

En momentos como ese agradecía que su madre fuera la diosa del amor y la belleza en lugar del dios de la Guerra. Frank se veía agotado y molesto por la enorme lanza que cargaba en su espalda.

—Frank, ¿Te sientes bien? —El rostro afligido del hijo de Marte había preocupado a Asher.

—Si, solo estaba recordando algunas cosas —llevó su vista hacia el supermercado—. Vamos, no tenemos mucho tiempo.

A medida que se acercaban, Asher temió que el supermercado se iluminara de golpe con el arcoíris y los volatilizara, pero el edificio siguió a oscuras. Las serpientes que Polibotes había soltado parecían haber desaparecido. 

Estaban a unos veinte metros del porche cuando algo susurró en la hierba detrás de ellos.

—¡Vamos! —gritó Frank.

Percy tropezó. Mientras Asher le ayudaba a levantarse, Frank se volvió y colocó una flecha en su arco.

Disparó a ciegas. Creía haber cogido una flecha explosiva, pero solo era una bengala de señales. El proyectil se deslizó a través de la hierba, estalló en una llama naranja y emitió un silbido. 

Por lo menos iluminó al monstruo.

Posada en una parcela de hierba amarilla marchita se hallaba una serpiente de color lima de la longitud y el grosor del brazo de Asher. 

Su cabeza estaba rodeada de una melena de puntiagudas aletas
blancas. La criatura contempló la flecha que pasó silbando como preguntándose, "¿Qué demonios fue eso?"

Entonces fijó sus grandes ojos amarillos en Frank. Avanzó como una lombriz,
encorvándose por la mitad. Allí donde tocaba, la hierba se marchitaba y moría.

Asher y Hazel ayudaron a Percy a correr hacia la tienda. Frank se quedó mirando a la serpiente inmóvil.

—Bonito reptil asqueroso —dijo Frank—. Bonito reptil venenoso escupefuego.

—¡Frank! —gritó Hazel detrás de él—. ¡Vamos!

La serpiente se abalanzó sobre él. Surcó el aire tan rápido que a Frank no le
dio tiempo a colocar una flecha en el arco. Blandió el arco y golpeó al monstruo colina abajo. La serpiente desapareció dando vueltas y gimiendo.

Asher observó con terror el arco de Frank que estaba echando humo en la zona que había tocado la serpiente.

Observó con incredulidad como la madera se convertía en polvo.

Oyó un siseo de ultraje, al que respondieron otros dos diseños más abajo en la colina. Frank soltó su arco mientras se desintegraba y corrió hacia el porche.

Asher y Hazel le ayudaron a subir los escalones. Cuando Frank se volvió, vio que los tres monstruos daban vueltas en la hierba, escupiendo fuego y tiñendo la ladera de marrón con su contacto venenoso.

No parecían capaces o dispuestas a acercarse al establecimiento, pero a Asher eso no le consolaba.

—Nunca saldremos de aquí —dijo Frank con desconsuelo.

—Entonces será mejor que entremos.

Hazel señaló el letrero pintado a mano que había sobre la puerta:
ALIMENTACIÓN Y VIDA SANA ARCOÍRIS.

Asher no tenía ni idea de lo que significaba, pero pintaba mejor que unas serpientes venenosas y llameantes. Siguió a sus amigos hasta el interior.

MORTE // PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora