RAGNAR Y SUS HIJOS.

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La sangre brotaba bruscamente de su cuerpo, dejándolo morir poco a poco. Uno de sus ojos no podía abrirse, su cuerpo dolía hasta el último rincón, sus pies ardían, su cerebro parecía querer estallar y sus vida poco a poco comenzaba a apagarse. Pero su corazón, el triste y solitario corazón del gran y legendario Ragnar Lothbrok seguía latiendo aunque con cada latido, un recuerdo nuevo se hacía presente ante él.

A su mente llegó el último beso que le dió a Gyda, como intentaba dominar el mal carácter de Bjorn de pequeño, la sonrisa cálida de Lagertha, las bromas de Floki, los abrazos calurosos de Rollo, el dolor en la mirada de Aslaug, la dulzura de los ojos de Elizabeth, la carcajada de Ubbe cuando era apenas un pequeño, la diminuta nariz de Hvitserk, el rubio cabello de Sigurd, la última carcajada contra su oído de Ivar en su último viaje a las tierras cristianas...

Ragnar poco a poco comenzaba a despedirse de la vida en sí, mientras la noche comenzaba a acobijarlo y las risas de fondo de los guerreros del resentido rey Aelle lo acompañaban a su muerte.

¿Realmente esa había sido la forma que había elegido para morir? ¿Logró desafiar su destino?

Con pocas fuerzas, el vikingo amagó a sonreír. Se había burlado de todos: tanto de los dioses nórdicos como del dios cristiano. Había desafiado su destino tantas veces, que elegir donde morir había sido su última gran jugada.

Interiormente se arrepentia de muchas cosas. Demasiadas. Pero estaba orgulloso de haber podido tomar sus propias decisiones. De haber elegido él mismo que camino tomar o que hacer.

Él había forjado su propio destino. Desde sus mujeres hasta su inminente muerte.

"Ya no creo en Dios." Le había confesado una vez Elizabeth. Y, aunque en su mente él le había contestado, jamás había tenido el valor de decirlo en voz alta.

"Ni yo creo en mis dioses, Elizabeth." Cerró sus ojos y tragó saliva al poder oír su voz en su mente una vez más. "Lo nuestro va más allá del destino".

Aunque le dolía mentirse. Fue cobarde. Fue absurdamente temeroso del que dirían o que pasaría si la elegia como mujer a ella y dejaba de lado a una princesa nórdica como lo era Aslaug.

¿Por qué? ¿Por qué no tuvo ese valor?

Quizás el pueblo de Kattegat la hubiese terminado aceptando como aceptó que su príncipe Bjorn se casara con ella. Quizás el ver las sonrisas y la forma amorosa con la que él la miraba hubiese bastado. Quizás, solo quizás, si la hubiesen conocido como él la conoció hubiesen entendido el porqué era tan fácil quererla.

La había aceptado Lagertha. La había aceptado Gyda. La había aceptado Torstein, Helga y hasta los mismísimos Floki y Rollo habían terminado por tener compasión por ella.

¿Cómo podía alguien odiar a un ser tan puro y real?

Lothbrok se removió entre los hierros de la jaula que lo tenían a metros del suelo, rendido ante la idea de haberla perdido.
Se había resignado a no saber que había sucedido con ella, quien le había arrebatado al mundo la serena presencia de su amada Liz.

Pero algo más le acribillaba la conciencia. ¿Ella realmente había creído su amor? ¿Ella supo que la amó hasta en sus últimos momentos de delirio? ¿Ella fue capaz de sentirse amada por él a pesar de su absurdo temor?

"Ya no creo en el destino, Elizabeth. No desde que me enamoré de ti." En su última conversación, él le había gritado su amor una vez más. ¿Acaso ella le había creído?

— ¿Lo creíste...mi amor? — preguntó al aire con las pocas fuerzas e hilo de voz que le quedaban.

Nadie podía oírlo. Nadie le contestó pero él lo sintió.

Más allá del destino • [ Vikings] •Where stories live. Discover now