• Capitulo 46 •

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46:

" Una vez perdí a una por estar lejos de ella y lleno de odio. No perderé más familia. "

— Mi devoción a Dios, nuestro señor, me da toda la clase de satisfacciones que alguien pueda dar

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— Mi devoción a Dios, nuestro señor, me da toda la clase de satisfacciones que alguien pueda dar. Conoces el amor, la fidelidad, la pureza de alma y corazón. Oyes a Dios...—

— ¿Lo oyes, Athelstan? — Liz negó con su cabeza — ¿Y cuando te escucha él a ti?

— En cada oración que le dedicas, Elizabeth. Él siempre te escucha.

— Pues a mi parece no querer oírme, hermano mío. — la cristiana comenzó a juguetear con el cabello oscuro de Seren, quien se encontraba tranquilamente dormida en sus brazos. — ¿Tienes idea de las veces que le rogué para que mi tormento terminara?

Su hermano apretó sus labios sin saber que contestar. Elevó sus ojos azules hacia ella, pero no cruzaron miradas ya que Elizabeth mantenía su cabeza gacha, con su atención puesta en su hija.

— Conocí otro tipo de amor allí, Athelstan. Conocí un cariño que jamás creí sentir.

Athelstan ocultó una sonrisa al oírla. — Has conocido el amor de Ragnar. Si, lo sé.

— Lo conocí. Pero te he contado todo, sabes que no fue fácil para mí darme cuenta de esos sentimientos. Juro que me encantaría verte enamorado — concluyó elevando su rostro y regalandole una sonrisa a quien se encontraba sentado justo frente a ella.

— ¿Tengo que repetirlo, Liz? Dios me da todo el amor que necesito. Mi corazón rebasa de amor.

— No hablo de ese tipo de sentimiento, Athelstan, tú lo sabes. Sientes atracción e intriga al principio. Te preguntas porqué es que piensas en una persona todo el tiempo o como es posible soñar con alguien...— Liz recordó sus primeros años en la granja de Ragnar. Como comenzaba a brotar en ella ese sentimiento tan desconocido y prohibido como su atracción por el vikingo. — Luego, al besar a ese alguien, sientes una especie de cosquilleo aquí, en tu estómago, que te aseguro, hermano, que no hay nada igual a esa sensación en éste mundo.

Athelstan la oía con atención disimulando un poco su intriga. Elizabeth poco a poco iba desmostrando cuanto había cambiado, cuanto había conocido y madurado en sus años en el norte.

Se fue una niña y volvió siendo mujer.

Se había convertido en una madre cuidadosa y cariñosa, pero también había aprendido a expresar tanto sus pensamientos verdaderos como sus demostraciones de amor. No era común en esos años que las mujeres abracen ni besen tanto y, por lo tanto, la miraban mal y murmuraba por lo bajo cuando veían a la muchacha abrazandolo sin pudor frente a todos.

¿Acaso ellos la habían vuelto tan desenvuelta? ¿Gracias a ellos podía expresar libremente sus sentimientos?

¡Cuánta valentía guardaba en su ser esa pequeña mujer!

Más allá del destino • [ Vikings] •Where stories live. Discover now