• Capitulo 48 •

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48:

" ¡Deja de jugar conmigo de una vez, Ragnar! "

Importante: las frases escritas con éste tipo de caligrafía corresponden a los adelantos dados hace un par de capítulos

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Importante: las frases escritas con éste tipo de caligrafía corresponden a los adelantos dados hace un par de capítulos.

Las olas golpeaban con fuerza la madera de los barcos.

La vuelta a Kattegat había sido tranquila en comparación a los corazones de los que en ellos viajaban.

Los ojos celestes de Ragnar miraban sin entusiasmo como el muelle de su hogar ya se veía cerca y suspiró con desgano. Éste viaje le había traído más perdidas que ganancias a pesar de la alianza y el asentamiento que logró con el rey Ecbert.
Se giró sobre sí mismo y le sonrió a Athelstan, quien estaba mirando con atención hacia su "nuevo hogar".

— Háblame de París.  — le pidió al sacerdote.

Liz, quien se encontraba a un lado de su hermano lo miró con extrañeza dado a que el monje ya le había contado varias veces a cerca de ese lugar durante todo el viaje.

— ¿De nuevo?

— Por favor — pidió el vikingo mirando a su amada por el rabillo del ojo.

Mientras Athelstan le explicaba nuevamente ese lugar tan hermoso, Liz desvío sus ojos hacia el barco que navegaba a su par. Floki miraba desde lo lejos a su dirección pero no sentía esa pesadez sobre ella sino, más bien, sobre su hermano. La joven tragó saliva algo angustiada por la forma despectiva y nerviosa que él los observaba y una punzada en su estómago la atacó al crear malos pensamientos sobre su estadía allí.

Pero las miradas seguían.

El carpintero mordizqueaba sus uñas con rabia mientras sus ojos se fijaban en el nuevo invitado que traían a su tierra — ¿De que están hablando? — le cuestionó a Rollo, quien había estado a su lado desde que el inicio del viaje por pedido de Ragnar.

— ¿Quiénes?

— Ragnar y ese sacerdote. ¡Míralos! Tan cerca... ¡Me enferma! — escupió con asco.

— No te preocupes por eso — contestó en tono pacífico el pelilargo.

— Alguien tiene que hacerlo, Rollo. Incluso si soy solo yo.

El llanto de Seren alerta a su madre que se encontraba en la otra punta del barco, dado a que el sueño atacó a la niña y reposaba tranquila junto a otros dos pequeños y la mujer que aguardaba sus descansos. Una vez que Liz dejó solos a Ragnar y Athelstan, el rubio se sincera.

— Tienes suerte — le dice al cristiano.

— ¿Por qué?

— Porque tú nunca te casaste. — contesta molesto. — No volvería a éste lugar si no fuera por mis hijos.

Más allá del destino • [ Vikings] •Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu