Capítulo 48

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Capítulo 48:

<<ABEL>>

Ya había pasado tres horas y nadie salía de aquella sala para darme noticias, eso quería decir que nada malo sucedía por el momento. Laura me había dicho que los médicos de aquel hospital eran excelentes profesionales, lo noté al ver que le salvaron la vida a Samantha y a los bebés más de una vez. Pero esto de no haber podido hacer nada, de no haber estado cuando debí estar me ponía loco.

Si tan solo Paola no hubiese borrado todas las llamadas perdidas de Samantha en mi celular, y sus mensajes… yo habría estado con la mujer de mi vida y nada de esto habría sucedido…

-¡Doctor Fernández! ¿Qué sucede? –Se levantó de un salto Laura al ver al médico salir de la sala. -Estamos en trabajo de parto aún. Los bebés estarán bien. -¿Y Samantha? –Pregunté al ver que no la había mencionado. -Estamos haciendo todo lo posible, pero está muy complicada…

Laura calló en seco sobre el banco y yo me quedé parado en medio del pasillo, viendo cómo se alejaba el doctor. ¿Era acaso cierto lo que oía? ¿Podría perder realmente a Samantha? No estaba preparado para afrontar algo así. Tantos momentos se hicieron presentes en mi mente, no podía evitar recordar aquellos días de felicidad que vivimos ahora que me daban esta noticia, y esta incertidumbre de no saber si la voy a volver a tener entre mis brazos, si vamos a volver a ser los amantes tan apasionados que solíamos ser, me generaba un sentimiento tan horrible. Sin querer hacerlo, los recuerdos venían por sí solos a torturarme.

<Estábamos recostados en el pasto. - Llegaste a mi vida de una forma tan precipitada, y desde que estás aquí, puede sonar loco pero, siento algo por ti… -Le dije y ella me miró con esos hermosos ojos, deseosos al igual que los míos. La había encontrado, ella era quien me hacía olvidar del mundo. La besé tan intensamente, con todo el amor que puede existir en el universo, era el momento más apasionado de mi vida y anhelaba con todas mis ansias volverlo a repetir. >> Aquel había sido nuestro primer beso. ¡Dios, cómo dolía aquí en mi pecho! Las lágrimas comenzaban a caer por sí solas mientras más recuerdos me invadían.

<Era el recital que di en Mendoza cuando volvimos de Neuquén. Bajé corriendo del escenario en dirección a mi camarín. El dolor me estaba matando, sentía culpa por la muerte de Natasha. Me senté en el sillón para esperar a Samantha. -Mi alma, ey, amor, estoy aquí, mírame. Sé que es difícil, pero te hará bien. -No puedo, no puedo… No puedo revivir esa maldita noche todos los días de mi vida, no puedo descansar sin soñarla, no puedo mirar sin verla, no puedo respirar sin olerla, no puedo. -¿Y qué harás? Hay tantas personas allí afuera, esperándote, confundidas, tratando de atar cabos sobre lo que les has dicho, están preocupados por ti, mira la enorme familia que tienes allí, todos los que han venido y todos los que te siguen en el país entero. ¡Tú eres mi hombre, eres fuerte! -¡Eres maravillosa! -Siempre estaré a tu lado. ¡Te amo! –Me besó con tanto amor, con tanta calidez, ella me hacía sentir bien por más que la tormenta no quisiera abandonarme.>

Y es que hacía unos meses atrás éramos tan felices y ahora, no queda nada. Yo estaba muriéndome por dentro, extrañándola, necesitándola… Pero aún no sabía lo que ella pensaba, quizás, cuando despertase, no quiera saber nada de mí. Quizás esté muy ofendida conmigo por lo último que vivimos. Pero en este momento, lo único que deseaba era que ella se pusiera bien, porque nos queda tanto por vivir, tenemos dos hijos que disfrutar, y no puedo hacerlo solo. No me gustaría que mis hijos no conozcan a su mamá. ¿Por qué todos estos pensamientos aparecían justamente ahora? Necesitaba pensar en positivo y me cabeza no me ayudaba.

El tiempo pasaba lentamente, como una agonía. Perdí la cuenta de las horas que pasamos sin saber nada de Samantha o de los bebés. En un momento vimos salir al doctor de la sala, se dirigió hacia mí con una gran sonrisa, lo que hizo que todo mi cuerpo se relajara.

-¡Felicidades Señor Pintos, ya es padre de dos hermosos bebés! –Dijo el doctor mientras me extendía su mano, le devolví el saludo con la mayor de mis felicidades. -¡Muchas gracias doctor! ¿Cómo está Samantha? -Logramos mantenerla estable, pero no despierta… -Entiendo… ¿puedo ver a mis hijos? -Por ahora, sólo verlos. Los hemos internado en la unidad de cuidados intensivos neonatales debido a que el parto fue prematuro. Pero no se preocupe, no hemos encontrado alguna anomalía, están perfectamente bien.

Lo seguí hasta la sala donde estaban internados mis hijos, en aquel lugar había tantos bebés durmiendo, me transmitían tanta paz…

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now