Capítulo 42

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Capítulo 42:

-No, para tu desgracia. –Respondí demasiado enojada. –Soy Samantha, quiero hablar con Abel. -¿Samantha cuánto? ¡No puedo creerlo, ahora todas las fans saben el número de mi pelado! -¿su pelado? Tenía infinitas ganas de matarla. -No te hagas la desentendida, sabes quién soy, Paola. Quiero hablar con él. –No está en este momento, pero si me acuerdo, más tarde le diré que lo llamaron.

Cortó. Me quedé mirando con impotencia la pantalla del teléfono. ¿Cómo tenía la osadía de cortarme? Estaban todos en silencio en aquella sala, mirándome boquiabiertos, estaban tan furiosos como yo.

-Esto no se queda así. –Dijo Raúl, llamando nuevamente. –Paola, ¿qué modales son esos? ¿Cómo tratas así a la madre de mis nietos?... Sí, lo que escuchaste, sus hijos son de Abel… Este es el número de Abel, no entiendo por qué atiendes tú… Lo que digas, cuando regrese, quiero que se comunique conmigo, ¿entiendes?... Adiós.

El día había estado lleno de emociones, por la tarde, mientras esperábamos el llamado de Abel, Ariel decidió tomar unas fotos para guardar aquel momento. Me tomó una fotografía con sus hijas abrazándome, eran tan dulces sus niñas. Luego una con los futuros abuelos y otra con él y con Solange.

A las 20 horas, me llegó un mensaje de texto. Miré la pantalla de mi teléfono, decía Abel. No dije nada por un momento, me quedé dura, hacía cinco meses que no hablábamos, que no me llegaba un mensaje suyo, que no escuchaba su voz. Lo abrí para leerlo.

…-Te espero en mi departamento, hablemos aquí, será más privado…

Le mostré el mensaje a Ariel y Solange y decidí ir sola a su departamento. Todos insistieron en acompañarme, pero debía ser así, teníamos que hablar solos y él quería que fuese privado. Llamé un taxi y me dirigí hacia su encuentro. Al llegar al departamento, me quedé en la puerta unos segundo, sin hacer nada. Estaba temblando de los nervios. ¿Cómo lo miraría a la cara? ¿Cómo me recibiría? ¿Verdaderamente todo habría cambiado para nosotros? ¿Cómo le diría que en unos meses iban a nacer sus hijos? ¿Cómo le decía todo esto a último momento cuando tuvimos tantas oportunidades? Respiré hondo y levanté mi mano para golpear la puerta, pero noté que esta se abrió sola. Entré…

Podría haber jurado que no había nadie de no haber sido por los horribles gritos que escuchaba desde su habitación. Vi todo, y es que, realmente, mi vida parecía una obra de Shakespeare, de las trágicas que ya no se escriben. Una lágrima de bronca recorrió mi mejilla, comencé a aplaudir irónicamente.

-¡Bravo, perfecto! La verdad, me sorprendiste. ¡Genial! –Se taparon con las sábanas, haciéndose los sorprendidos por mi presencia allí. -¿Abel, qué hace ella aquí? –Se quejó Paola, mientras que él sólo me miraba. Dios, hacía tanto que no lo veía y ahora distinguía el dolor en sus ojos, lo peor… yo me sentía igual ahora al encontrarlo en la cama con esa zorra. -Sam… -Exclamó casi en un susurro Abel. -Vine porque me llegó un mensaje, de Abel, diciéndome que me estaba esperando para hablar. Pero, después de esto, no tengo nada para decir. -Sammy, perdí mi teléfono antes de ayer, no pude haberte enviado nada… -Seguía hablando de aquella forma, me mentía y me hacía sentir mal. -Cállate, no me mientas, ella atendió el teléfono esta mañana, es obvio que mientes, ya lograste ponerme en ridículo con esta escena, Abel, ¿por qué lo haces? -No… no entiendo… Sammy… -Parecía no entender nada él. Continuar viéndolos ahí en la cama me provocó náuseas, corrí al baño a vomitar. Me dolía tanto mi vientre, mi panza estaba completamente endurecida, el corazón me latía demasiado rápido, decidí irme de allí antes de que mi embarazo se viese afectado. Salí corriendo del baño hacia la puerta principal.

-¿Estás bien? –Preguntó Abel, ya se encontraba vestido, me tomó muy fuerte del brazo al ver mi estado. -No, no lo estoy. ¡Suéltame! Debo irme. -¿A dónde? Dime, te llevo. -Voy a regresar a Mendoza, esto no tiene que seguir así, Abel. –Comencé a llorar, sentía tanto dolor. –Jamás debí buscarte luego de que te fueras si tú ya hacías como que nada de esto era real. ¡Mírate, ya tienes otra! –Forcejeé para librarme de sus brazos pero no hubo caso. Trataba de no llorar más pero su rostro también se encontraba empapado de lágrimas. Era la primera vez en tanto tiempo que nos veíamos, que nos mirábamos a los ojos y nos sentíamos tan distintos. -¡Mi amor, calla, por favor! –Me calló con un apasionado y deseado beso. ¿Por qué lo hacía? No sólo mi alma se sentía destrozada, me dolía tanto el vientre, el médico había dicho que evitara estos momentos por mi salud y la de mis hijos y yo estaba aquí, poniéndonos a todos en riesgo. Era hora de acabar con todo. -¡Basta, Abel! Ya no soporto vivir así, no quiero esto para mi vida. Es tarde para lo nuestro. –Corrí hacia la calle, hice seña a un taxi y me fui de allí. Saqué mi teléfono del bolso, Abel me estaba llamando, pero no lo atendí.

Regresé a casa de Ariel, todos estaban contentos, pensando que lo mío con Abel se había solucionado, pero no fue así. Entré llorando y no pude decir una sola palabra, me dirigí hacia la habitación que me habían dado para guardar mis cosas en mi maleta. Solange y Ariel corrieron detrás de mí.

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now