Capítulo 27

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Capítulo 27:

El 19 de mayo fue el último show de Abel en el Luna, por lo que decidimos hacer una cena el día siguiente para dar la noticia a su familia. Susi se puso tan contenta al saber que yo iba a formar parte de su familia, Raúl comenzó a aplaudir a su hijo, y propuso un brindis.

-Este año tenías que casarte, hijo, era tu destino. –Dijo su padre, un poco serio pero feliz por Abel. Hacía alusión a Natasha, era un tema ya superado en sí, pero aún la extrañaban.

Pasé muchos días en Buenos Aires, al lado de mi amor, pero era hora de regresar a casa, y a mis obligaciones. Viajamos hacia Mendoza el 27 de mayo, apenas llegamos, lo primero que hicimos fue ir a visitar a mi madre, porque Abel quería ser quien le diese la gran noticia.

-¡Qué linda sorpresa verlos juntos! –Dijo mi madre al abrir la puerta y vernos tomados de la mano. Entramos y ella nos preparó el desayuno. –Hay algo de lo que me he perdido… ¿Cómo te sacaste de encima a Matías, hija? Hace tanto que no te veo, y te fuiste tan repentinamente a principio de mes. –Dijo mientras le pasaba el mate a Abel. -Lo sé, lo siento, necesitaba irme, perdona que no te haya dicho nada, mamá. Y, con lo de Matías, él sabe que lo nuestro ya no da para más, es hora de tomar caminos separados, es lo mejor para ambos, yo amo a Abel y… amor, ¿se lo dices? –Abel me miraba con ojos tímidos, sus mejillas habían enrojecido. Él le pasó el mate a mi madre y se quedó en silencio, mamá nos miraba sin entender absolutamente nada. -Laura, usted sabe que desde que conocí a su hija, mi vida cambió, ha pasado un poco más de dos meses desde que la conocí, usted podrá decir que es muy poco tiempo, pero yo estoy enamorado de ella. –Hizo una pausa para que su rostro enrojeciera más. -Nene, me estás poniendo nerviosa, si vas a decir lo que creo, dilo, no me pongas más nerviosa. –Mi madre se mordía las uñas, y yo comencé a reír. -Su hija y yo estamos comprometidos, Laura, ¡vamos a casarnos! –Mi madre saltó de la silla y me abrazó muy fuerte. -¡Qué feliz me ponen tus palabras, yernito! –Dijo mamá y lo abrazó para felicitarlo.

Luego de haberle dado la noticia a mi madre, fuimos a mi departamento para ver con qué cosas nuevas nos encontrábamos. Al abrir la puerta de casa, el humor de Abel cambió repentinamente. Matías estaba desayunando en la cocina, lo cual quería decir que no se había ido de mi casa.

-¿Qué haces aquí aún? –Preguntó Abel con furia en la voz. -Vivo aquí, ¿te olvidas? –Respondió Matías, burlándose. -Pero yo te dije que debías irte, ya no somos nada Matías. –Me había dado impotencia verlo ahí, usando mis cosas, viviendo en mi departamento todavía. Él no dijo nada, tomé mis cosas y me dirigí hacia el cuarto vacío que se encontraba en el piso de arriba. Había una cama grande y un baño privado en la habitación, decidí que ese sería mi cuarto hasta que Matías se marchara. -Yo voy a quedarme aquí por unos días, hermosa, para que a ese le entre en la cabeza que eres sólo mía. –Dijo mientras guardaba en un ropero su ropa. Fui hacia la lavandería en el patio para buscar una escoba y un lampazo para limpiar la habitación, saber que Abel iba a quedarse en mi casa me había dado ánimo. Comencé a limpiar mientras Abel ponía sábanas limpias en la cama. Me había olvidado de cerrar la puerta de la habitación y Matías no encontró un momento más oportuno para decir sus idioteces.

-Samantha, ¿por qué está él aquí? –Preguntó Matías, furioso. -Porque vamos a casarnos, y voy a vivir con ella. –Respondió Abel, tan seriamente. Yo no intercambié palabra alguna con Matías. Me acerqué hacia la puerta para cerrarla y comenzaron las amenazas. -¿Hace falta que te recuerde tu promesa? Eres mía, vas a casarte conmigo. –Dijo Matías mientras me tomó muy fuerte del brazo. -¿Hace falta que te recuerde lo que me hiciste? No voy a casarme contigo, seré la mujer de Pintos, ahora suéltame, por favor. –Le respondí pero él no hizo ni ademán de soltarme. Abel se acercó hacia donde estábamos nosotros y se colocó detrás de mí, muy pegado a mí, colocó su brazo alrededor de mi cintura, rodeándome, como marcando territorio. –Suéltala. –Dijo Abel y sacó la mano de Matías de mi brazo. –Le hiciste daño, Matías, ¿cómo pretendes que ella pueda sentir una pizca de amor por ti después de lo que cometiste? -Tú apareciste hace tres meses, no eres nadie en su vida, sobras, no sabes nada de ella. -Entonces, dime, ¿qué tengo que saber de ella? Te sorprendería si yo te dijera todo lo que ya se… Una última cosa, el que sobra aquí, eres tú. –Abel cerró de un gran golpe la puerta.

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now