Capítulo 17

93 4 0
                                    

Capítulo 17:

Hacía una semana que no veía a Abel. Él había continuado con su gira y yo con mi trabajo, era hora de bajar de aquella nube.

Estaba fuera de mí, todo estaba tan cambiado, mi humor era otro, sonreía más. Al entrar Abel en mi vida, le dio un nuevo sentido, un motivo para soportar la tensión que había a mi alrededor. Porque Matías seguía haciendo de las suyas.

Hacía cinco meses atrás, todo era bueno en nuestra relación, éramos una pareja normal. Él iba a la facultad por la mañana, yo me hacía un tiempo para almorzar con él, luego cada uno continuaba con su trabajo, y en la noche regresábamos a casa, agotados. Pero vivíamos bien, nos amábamos, o eso creí.

En octubre del año pasado, comenzó a salir con sus viejos amigos, personas que no veía hacía más de tres años. Ese fue el detonante de una bomba que no tardaría en explotar. De un día para el otro, ya no almorzábamos juntos, porque se juntaba en un bar a ver partidos con sus amigos. Así como también, yo cenaba sola en casa y me acostaba a dormir muy tarde, cansada de esperarlo, pero siempre me dormía antes de que él llegara. A veces regresaba sobrio, pero hubo muchas otras veces que el olor a alcohol que traía consigo mismo era insoportable

Sólo tardé unos cuantos días para descubrir lo que sucedía, pedí la tarde libre aquel día en la agencia y decidí seguir a Matías. Al salir de su trabajo, se encontró con uno de sus amigos, eran las 9 de la noche y se dirigieron al bar para cenar. Me aburrí como un hongo sentada en mi auto, esperando que salieran del bar luego de una hora y media. Subieron al auto de Matías y se fueron, yo iba en mi auto, detrás de ellos, siguiéndolos.

Pararon el auto en la puerta de un lugar desconocido para mí, había luces rojas pero ningún cartel que me advirtiese de qué se trataba. Media hora después, salió abrazado de una chica, subieron al auto, su amigo se había quedado adentro.

Enfurecí, era una rubia, alta, con una gran figura. Mi novio me engañaba, no podía creerlo. Los seguí, para sorpresa mía, la llevó al departamento donde él vivía antes de irse a vivir conmigo. Me quedé en mi auto tratando de asimilar lo que sucedía, me ponía los cuernos, no podía creer que había caído tan bajo.

¿Qué iba a hacer? Iba a entrar allí y sacar a la mina de los pelos… No… Iba a entrar y, directamente, lo iba a cachetear… No, tampoco… Salí del auto decidida a hacer lo que me surgiera en el momento. La puerta había quedado sin llave, por lo que pude entrar. Vi ropa tirada por todos lados, haciendo un camino para guiarme a dónde seguramente mi novio me estaba siendo infiel. Caminé por un pasillo, gritaban alocadamente los dos, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. En aquel momento yo me sentía muy mal, porque pensé que lo nuestro era algo especial.

La puerta de la habitación estaba entreabierta, entré silenciosamente, sin que me notaran, miré hacia la cómoda donde guardaba su ropa interior, sobre ella había un cuadro con una foto mía. ¡Descarado!

-¿Cómo pudiste hacerme esto, imbécil? –Grité llorando mientras le arrojaba el cuadro, con mi mala puntería no le atiné a ninguno. Asustados, se apartaron uno del otro y se taparon con las sábanas. -¿Qué haces aquí, mi amor? –Preguntó Matías, mientras esquivaba las cosas que yo le tiraba. -¿Y aún te atreves a llamarme así? –Yo seguía llorando, pero ya no de tristeza sino de furia. -¡Caradura! No quiero verte nunca más en mi vida. -Pero mi amor, puedo explicarlo. -¿Qué me vas a explicar? ¿Me vas a contar con lujo de detalles lo que han hecho? ¿Me vas a explicar que todas las noches me mentías diciendo que estabas con tus amigos, pero que en realidad, estabas con esto? ¿Te da la cara Matías? –Yo gritaba desaforadamente, no podía ni mirarlo a los ojos. -Mi amor, tranquilízate. –Dijo y me abrazó, pero yo me salí rápidamente de sus brazos y lo cacheteé con todas mis fuerzas, él colocó su mano en su mejilla enrojecida por el golpe, y se quedó callado, mirándome. -Nunca más te atrevas a tocarme, ni un solo pelo. ¡Me das asco! –Salí corriendo del departamento y me subí a mi auto. Paré en una estación de servicio y llené el tanque de combustible. No iba a ir a casa, porque sabía que Matías iría rápidamente para allá. Decidí colocar mi pendrive en el estéreo y viajar por la ruta, sola, hasta que todo se me pasara. Puse música de Abel y me sumergí en el camino oscuro.

Pensaba y pensaba, cómo seguiría todo a partir de ahora. Recordaba cómo era mi vida antes de Matías y, en realidad, no recordaba nada donde él no estuviese, nos habíamos puesto de novios a los dieciséis años, prácticamente crecimos juntos, llevábamos tantos años, era demasiado como para echar todo a perder como él lo hacía.

Si él hacía lo que quería, ¿por qué yo no? ¿Cuánto hacía que yo no iba a un recital del flaco porque a él le molestaba que a mis veinticinco años yo anduviese gritando y saltando por un cantante?

Eran las cinco de la mañana, había estado en la ruta cuatro horas. Decidí parar en otra estación de servicio para cargar más combustible y regresar. Me metí al drugstore de la estación para tomar un café. Me senté y comencé a revisar mi agenda. Tenía todos los días ocupados con tours, todo lo que quedaba del año, y enero y febrero del año entrante. Vi que marzo no tenía ningún día aún, por lo que decidí que en ese mes iría a cualquier lado del país, para ver a Abel donde estuviese tocando. Encendí mi teléfono, tenía cincuenta llamadas perdidas, todas de Matías, la última había sido hacía diez minutos. Salí del negocio y me subí al auto. El teléfono comenzó a sonar. Dudé antes de atenderlo pero lo hice.

-Hola… -Dije más tranquila pero enojada aún. -Mi amor, ¿dónde estás? –Preguntó Matías. -Dime así una vez más y voy a apagar el teléfono otra vez. -Lo siento, ¿dónde estás? ¿Estás bien? -Sí, estoy yendo a mi casa. -Nuestra casa… -Insistía. -El departamento es mío, lo compré yo. -Sammy… -Adiós.

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now