Capítulo 13

95 4 0
                                    

Capítulo 13:

Se hicieron las tres y media y me levanté de la siesta para despertar a mi madre y me metí al baño para darme una rápida ducha. En quince minutos ya estaba bañada, sequé mi cabello y comencé a plancharlo. Desde el baño escuché ruidos en la cocina, supuse que mi madre ya se había levantado.

-Mi amor. –Escuché la voz de Abel. -Yerno. –Escuché la voz de mamá. -Oh, Laura, disculpe, pensé que… ¡Ay, dios, qué vergüenza! –Decía nervioso Abel. -Lo sé, pensaste que era Sammy, descuida, no hay problema… Yerno. –Repetía mi madre.

Yo me moría de vergüenza dentro del baño. Terminé de planchar rápidamente mi cabello y salí. Abel estaba sentado en el comedor, más rojo que nunca. Me acerqué a él y le di un beso en la frente. Mi madre nos espiaba desde la cocina.

-¡No sabes lo que sucedió, Sammy! –Dijo Abel pero yo lo interrumpí. -Lo sé, escuché desde el baño, vida. –Respondí. Nos quedamos callados, enrojecidos los dos, sin movernos, la mirada de mi madre me quemaba el cuello. -¡Yerno! –Se escuchó desde la cocina. Abel comenzó a reír. -¡Mamá! –Grité nerviosa, a lo que Abel se tentó más. -No la retes, al fin y al cabo, algún día seré su yerno, ella me quiere a mí, no a Matías. –Sonrió, en complicidad con mi madre. –Ven, acompáñame a buscar mi maleta en el auto, así me preparo para enseguida.

Al entrar con la maleta a mi habitación, la abrió para buscar su ropa. Cayó al suelo un pequeño cuadrado de tela color verde agua.

-¿Qué es esto, Abel? -Ah, eso, es lo único sano que quedó de tu vestido. Quise guardarlo para recordar lo hermosa que estabas aquella noche. –Aquello era lo único que había quedado de mi vestido, recordé que luego nunca más lo vi, debió quedar destrozado. -¿Puedes darme el papel en el que escribiste el recital? -Sí, claro. –Quería mi papel, ¿acaso iba a realizarlo? Busqué en mi bolso, vacié la maleta, tiré la ropa sobre la cama, coloqué la caja de Natasha sobre la mesa de luz, dejé todo desparramado en la habitación pero no lo encontré. –Amor, no está, ¿no lo guardaste tú? -No, te lo devolví. –Un ruido nos asustó, la caja de Natasha se había caído al suelo, tirando por todas partes sus pertenencias. Abel levantó la caja y debajo de ella, estaba el papel. Estaba doblado por la mitad y dentro de él se encontraba un collar. -¿Cómo llegó a parar ahí? –Pregunté sorprendida. -No lo sé. ¡Mira! Este collar lo tenía puesto Nati cuando… el sábado. –Su garganta parecía apretar sus palabras para que no pudiese hablar. Respiró y continuó. –Pero no es esto lo que necesito. –Dejó el collar en la mesita y agarró el papel. –Es esto.

Mientras Abel se duchaba, me quedé pensando sentada en mi cama. ¿Por qué Abel había cambiado de parecer? Me ponía contenta que realizara mi intento de recital y que hablara de Natasha en público, pero quería saber qué era lo que había hecho que cambiara de opinión.

Salimos de casa y nos dirigimos al lugar donde se realizaría el recital. Nos encontramos con su familia y los músicos. Mi madre hizo muy buenas amistades con Susi, la madre Abel. La prueba de sonido comenzó a las seis de la tarde, él le mostró el papel a Ariel y juntos armaron algo nuevo. No era mi recital en sí. Seguridad dejó entrar a algunas fans y todas cantamos a los gritos con él. Al terminar, me llevó a su camarín.

-¡Al fin solos! –Me tomó de la cintura y me alzó, coloqué mis piernas en su cintura para sostenerme. Me besó tan intensamente que olvidé hasta mi nombre, ya no lo evitaba, era imposible hacerlo.

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora