Capítulo 19

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Capítulo 19:

Faltaba dos semanas para el cumpleaños de Abel, yo tenía mi entrada en la fila tres, me había pasado el día entero en la computadora cuando salieron las entradas a la venta.

Hacía tanto que no nos veíamos, siete semanas no era mucho pero para nosotros era casi un siglo. Sí nos llamábamos todo el tiempo, o nos enviábamos mensajes, siempre estábamos en contacto, pero necesitaba estar en sus abrazos, sentir el olor de su piel y su perfume, tener su calor. Necesitaba estar a su lado.

Me encantaba escucharlo reír por alguna tontería que yo dijera, o escucharlo con aquella voz tan dulce y más gruesa cada vez que me decía te amo y tantas cosas lindas que me hacían sentir tan amada.

Matías comenzaba a sospechar algo, o ese era mi pensamiento. Lo notaba más extraño. Ya no se veía casi nada con sus amigos, estaba todo el tiempo detrás de mí. Era tan… caballero… que me iba a buscar siempre en su auto al trabajo, prácticamente no usaba el mío. Él cocinaba, limpiaba… A mí me daba qué pensar… No era de su instinto portarse así, quizás esperaba que yo lo compensara de alguna forma, pero si esperaba tener relaciones conmigo, estaba loco. En aquel momento accedí a casarme con él porque si no, yo habría muerto, pero ya no tenía ganas de casarme, aún no sabía cómo se lo diría, y mucho menos quería hacer algo en la cama con él que no fuese dormir.

-Estaba pensando en tomarme unos días en la clínica e irnos de viaje el fin de semana a alguna cabaña, en la montaña, los dos solos, ¿qué dices? –Preguntó Matías durante el desayuno, arrugué la nariz pero no dije nada, él solo se dio cuenta de que la idea no me agradaba. –Mira, faltan siete días, tienes demasiado tiempo para pensar. -Es el cumpleaños de Abel el fin de semana que viene, y yo ya tengo mi entrada para el recital, ¿te olvidas? -Oh, ya veo. Pero es que ya no pasas tiempo conmigo. –Dijo mientras se acercaba hacia mi, haciéndose el novio más tierno del mundo, pero a mi no me gustaba que se pusiera así. -Otro fin de semana será. –Sonreí y continué con mi desayuno.

No me apasionaba en lo más mínimo estar en un lugar así a solas con él. La pareja de turistas que tuve hoy me hicieron acordar mucho a aquellos días que pasé junto a Abel de un hotel en otro. Los turistas eran brasileños, una chica y un chico, escapando de sus respectivas parejas por unos días, para pasar hermosos momentos juntos. Se veían tan felices, él la seguía con la mirada a todos lados, protegiéndola hasta del aire. Dimos un paseo en Alta Montaña para luego almorzar en una prestigiosa bodega. El resto de la tarde hicimos cabalgatas por el río. También los tuve el día domingo, dimos un paseo por la ciudad, conociendo la historia de mi tierra.

-Tú te ves muy contenta, ¿habrá algún chico por ahí? –Preguntó el turista en su idioma. -A decir verdad, tengo una historia muy parecida a la de ustedes, y me recuerdan tanto aquellos días que pasé a solas con él. ¡Ay, cómo lo extraño! –Suspiré. -¿No se ven muy seguido? –Preguntó aquella hermosa mujer morena con curvas delicadas. -No, no podemos. Yo tengo tours casi todos los días, y él trabaja en distintas partes del país. Es… complicado. –Reí. -Entiendo. Es feo tener que convivir con un amor no correspondido, ocultando tu verdadero amor. –Comentó el chico mientras abrazaba a su mujer. Cómo extrañaba estar así con Abel, gracias al cielo, faltaban pocos días para poder estar entre sus brazos nuevamente.

En la noche llegué agotadísima a casa, saludé a Matías y pasé directamente a la habitación. Dormí hasta las 9 de la mañana del lunes. Me levanté rápidamente para ducharme y partir de nuevo, porque los turistas brasileños se iban hoy y debía ir con un chofer a buscarlos al hotel y llevarlos al aeropuerto.

Por la tarde, Matías me llamó para decirme que saldría con sus amigos en la noche. La verdad yo no entendía por qué me llamaba, como pidiéndome permiso. Antes, si por mí hubiese sido, no habría dejado que regresara a esas malas juntas, porque él era un hombre distinto, pero nunca me pidió permiso. Ahora, no me importaba en lo más mínimo lo que hiciera con su vida.

En la noche, Abel me llamó. ¡Sí! Escuchar aquella voz era lo mejor que me podía pasar.

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now