Capítulo 12

105 4 0
                                    

Capítulo 12:

-Tú lo único que hiciste fue protegerla del mundo, los periodistas suelen ser muy duros. Todo tiene un por qué, es el destino, no puedes evitar al destino, mi niño. –Mi madre lo consolaba, era buena para eso.

-¿Qué le hiciste? –Le susurré a Matías mientras Abel escuchaba a mamá. -Nada, sólo conversamos de ti, de nuestra relación. ¡Él preguntó! Pero de esta chica no hablamos nada. –Dijo él, claro, se lavaba las manos, como siempre.

Al finalizar el postre, Matías se levantó de la mesa para retirarse con la excusa de que había quedado de juntarse con sus amigos a ver un partido de fútbol.

-Espera, antes de irte, les quería dar algo. –Dijo Abel, entregándonos un sobre. Me miró y sonrió. –Esta noche quiero que estés presente en mi recital. -Allí estaré, tengo mi entrada en la fila 5, descuida. –Respondí -No, quiero que estés delante de todo, en primera fila. Este recital va a ser muy especial y no podré hacerlo sin ti, sólo tú sabes todo lo que hemos vivido estos días, necesito tu presencia. –En el sobre habían tres entradas en primera fila. –Ve con Laura y Matías. –Dijo Abel. Matías estaba rojo pero no de timidez, sino de rabia. -Será una linda noche mi amor. –Dijo Matías y me besó. Estaba empecinado en hacer sentir mal a Abel. ¿Sería a caso que sospechaba de algo? Se despidió amablemente de nosotros y se fue.

Eran las dos de la tarde y Abel tenía sueño. A decir verdad, yo también me desmayaba de cansancio, pero aún me quedaba la conversación con mi madre.

-Abel, ¿quieres dormir en el cuarto que era de Sammy? No es una habitación de hotel, pero es un hogar, te gustará. –Dijo mi madre, ella lo hacía sentir tan bien. -Sí, se lo agradezco mucho, estoy tan cansado que dormiría una semana entera. Pero necesito que a las cinco estén listas, vamos a salir, tengo la prueba de sonido. –Dijo Abel, quien seguía a mi madre hacia mi habitación. Yo me quedé en la cocina, esperándola.

-Con que te necesita a ti, hija… Dime, ¿qué han vivido? –Preguntó con ojos… no sabía cómo describirlos, era la mirada de toda madre que está preocupada y te va a retar pero que te ama más que a su vida. -Es todo muy confuso, mamá. Hasta hace cinco días, pensé que viviría el resto de mi vida con Matías, pero ahora, me doy cuenta de que no lo amo como creía. Siento algo por Abel, aún no se muy bien este sentimiento, pero sé que es con él con quien quiero estar, es un hombre con todas las letras. -Creo que te aprovechas de su situación, Samantha. -No, ¿cómo dices algo así? No sabes nada. –Dije ofendida. Lo último que me faltaba era que mi madre me tratase como una adolescente caprichosa. -Obvio que no se nada, es lo que te digo para que me cuentes. -El viernes lo conocí, tuvimos aquel pequeño accidente, me salvó y me llevó a su casa, se dejó guiar por algo que no sabía bien qué era. El sábado pasamos toda la tarde juntos, su novia no llamó en todo el día, él a ella menos… -Y tú te olvidaste de Matías. –Me interrumpió ella. -Mamá, déjame continuar. Nos sentimos tan bien aquella tarde, pero ¡él iba a casarse sin amarla, iba a casarse! Aquella noche no la voy a olvidar jamás, todos tan contentos y de pronto, ella muere. –Comencé a llorar, recordaba tan bien todo que se estremecía mi corazón. –Verlo a él llorar luego de que la enfermera me dijera que yo me encontraba bien… ¡Lloraba desesperado madre! Tan sólo imaginarse que yo podría haber muerto con Natasha, le dolía en el alma… ¡Y sólo nos conocíamos hacía dos días! –Me senté en un banco, mamá sólo escuchaba con tristeza. –La familia de ella me culpaba a mí por su muerte, su madre gritaba desesperadamente que quien debía haber muerto era yo, y él tuvo una discusión con su suegra, ¡me defendió! ¿Quieres decirme cuándo haría una cosa así Matías? ¿Cuándo me elegiría a mí en vez de su familia? -Nunca… -Respondió sin vos, nos encontrábamos llorando las dos. -¡Y Abel lo hizo sin dudar, sin conocerme del todo! Luego del entierro, no hemos hecho otra cosa más que estar juntos, conociéndonos más… -Hice una pausa, era demasiado para mí. -Enamorándose… -Dijo como una afirmación. Oh, sí, yo estaba enamorada de Abel Pintos. -¿Ahora qué harás, hijita? -No lo sé, no lo sé mamá. Siento que él es con quien debo estar, pero no es posible. Él cuida mucho su vida privada, no habla nada. -Hija, es entendible, a nadie le gustaría ser un periódico, donde todos se enteran de todo. -No es eso madre, escucha esto. Si yo fuera su pareja, viviría oculta, nadie sabría que él me tiene a mí, nadie. Yo no podría soportarlo, no me gustaría sentirme como se sentía Natasha, ella sufrió mucho. -¡Ay mi Sammy, en qué lío te has metido! –Dijo y me abrazó muy fuerte. –Descuida, yo no diré nada hija. Son las dos y media, ¿me llamas dentro de una hora? Voy a descansar el cuerpo un rato. -Sí mamá, descansa. –Ella se encerró en su habitación, me dirigí hacia la mía, donde estaba él. Entré y lo vi dormir en mi cama. Había tanta paz, dormía con tanta tranquilidad. Me recosté a su lado y lo abracé.

-¡Viniste! –Dijo contento, tratando de despegar los ojos. -Sí amor de mi alma, estoy acá, vuelve a dormir, es temprano. –Me dio un beso con tanta ternura que hacía que dejara de sentir mis piernas, dio media vuelta en la cama y se durmió en mis brazos.

Sin Luz Propia.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt