Capítulo 20

79 4 2
                                    

Capítulo 20:

-Hola mi amor, ¿cómo estás? –Pregunté feliz. -Mi princesa, que alegría escucharte así, estoy feliz de que estés sola así hablas realmente conmigo y no con tu “amiga”. –Rió Abel. -Ah, sí, Matías no ha vuelto en todo el día y salió a cenar con sus amigos. Así que sólo somos tú y yo… y el teléfono. -Quería contarte que he estado haciendo unos arreglos en mi departamento para poder recibirte acá cuando viajes. Así es algo más íntimo y no un hotel. –Era tan tierno, me tenía muerta a sus pies. -¡Quiero que viajes ya! –Gritó contento. -Sí, mi alma, el jueves estaré llegando. ¡No imaginas todas las sorpresas que tengo para ti! -El mejor regalo que vas a darme es estar conmigo el día de mi cumpleaños. –Susurró Abel. -Te amo, lo sabes, ¿verdad? –Dije enamorada. -Lo sé, y yo te amo a ti, eres el amor de mi vida. –Dijo con aquella voz que me encantaba, como siempre. Pero el amor debía volver a esconderse porque Matías había regresado a casa. -Mi amor, debo dejarte, Matías ya volvió. -Son las dos y media de la madrugada, ¡qué caradura! –Dijo Abel, ofendido. -Lo sé, encima está borracho, creo. Descansa mi cielo, sueña conmigo. Te amo. -Cuídate de él. Nos vemos en cuatro días. Te amo preciosa. –Cortó rápidamente el teléfono.

Matías entró en la habitación en un estado que daba vergüenza. Se tiró en su lado de la cama.

-¿Te parece lindo, Matías? ¡Llegar a estas horas de la noche, y borracho! ¿Te parece algo lindo? –Le grité. -Shhh… no grites. –Se levantó de la cama y quiso abrazarme. -No me toques, ni lo sueñes. –Me salí de la cama. -Eres mi mujer, voy a tocarte todo lo que yo quiera. -¡No! ¡Ve a dormir al sillón! –Le grité. Él enfureció y me golpeó en la cara, mi labio comenzó a sangrar. -¡Tú eres mía y de nadie más! ¿Entendiste? –Gritaba Matías. Me tomó del cabello y me golpeó la cabeza contra la pared, por suerte no me lastimó pero me dolía demasiado y comencé a marearme. Me tiró en la cama y comenzó a desvestirme. -¡No, Matías! Estás borracho, no sabes lo que haces. ¡No! –Grité y traté de resistirme. -¡Cállate! –Me gritó y se quitó el cinturón, para golpearme repetidas veces en las piernas y en el abdomen. Me dolía tanto. Comenzaba a perder el conocimiento por el golpe en la cabeza, pero de a ratos cobraba la razón y lo veía a él encima de mí. Deseaba que parara ya, pero él seguía. Tenía ganas de vomitar del asco que me provocaba.

Cuando todo acabó, se retiró de encima de mí y yo corrí al baño para vomitar, sentía tanto asco. Me miré en el espejo, estaba horriblemente demacrada. Tenía un gran moretón que se expandía desde el costado de la nariz hasta el mentón y el labio cortado por el golpe. Mis piernas estaban enrojecidas, me ardían y tenía otro corte en el vientre por el golpe con el cinturón. El odio hacia Matías crecía en mí cada vez más. ¿Qué haría ahora? Me dolía tanto la cabeza y los mareos aún permanecían. Estaba sola, encerrada en el baño, con un psicópata en mi casa.

-¡Piensa Samantha, piensa! –Me dije a mí misma. Tenía mucho miedo. Abel nunca habría dejado que esto me pasara. ¡Eso era! ¡Abel! Iba a llamarlo y a contarle lo sucedido, mañana mismo viajaría a Buenos Aires para estar con él. Recordé que mi teléfono estaba en mi habitación. Pero Matías también estaba allí. Salí del baño y corrí hasta la cocina en busca de un cuchillo, era mi defensa por si Matías intentaba tocarme nuevamente. Entré a la habitación. Él se levantó de la cama al ver mi rostro lastimado. -Mi amor... –Pensaba que así arreglaría lo irreparable. -¡No me hables, no me toques, desaparece de mi vista! –Grité mientras agarraba mi celular de la mesa de luz. Corrí nuevamente al baño para llamar a Abel.

-¿Sammy? ¿Ha ocurrido algo? Son las 03:20, nunca me llamas a esta hora, ¿estás bien mi amor? –Preguntó y se quedó esperando a que yo hablara, pero las palabras no me salían, yo sólo lloraba, sentía tanta vergüenza. -¡Mi amor, contesta! ¡Me pones nervioso! ¿Estás llorando? Dime qué sucedió. ¿Te hizo algo ese condenado? -Abel, decidí viajar mañana a primera hora. No quiero estar aquí. –No me salían bien las palabras, debía ser por el llanto y el golpe en la cabeza, aún me dolía demasiado y seguía mareada. -¡Fue él! ¡Dime qué te ha hecho, Samantha! ¡Habla por favor! -Matías… me golpeó muy fuerte y… -¿Qué hizo qué? ¿Y? –Comenzó a gritarme. -Abel, no me grites, me duele la cabeza y no resisto tus gritos, por favor. -¿Qué más hizo? –Se tranquilizó por mi pedido. -¡Me violó! –Comencé a llorar de nuevo. -¡No puedo creerlo! ¿Dónde estás ahora? –Estaba furioso, hablaba muy rápido. -Encerrada en el baño. -De acuerdo, yo voy a salir de casa, iré al aeropuerto, viajaré a buscarte, no quiero que viajes sola, ¡no quiero que estés sola con ese demente! ¡Cierra la puerta del baño y no salgas de ahí! ¿Entendiste? –Volvió a gritarme. -Sí Abel, esperaré aquí. Me siento muy mal, el golpe en la cabeza fue lo peor, gracias por lo que estás haciendo. -Yo te amo, y me da terror pensar que estás sola con él luego de lo que te hizo, ¡él es peligroso! En un rato te llamo. -De acuerdo, adiós.

Sin Luz Propia.Where stories live. Discover now